David Cameron, el primer ministro británico, se ha convertido en un nuevo e improvisado cruzado contra el mal gusto. Ayer el Gobierno británico lanzó un plan destinado a proteger a los niños de “material inapropiado” y de pornografía en Internet, radio, televisión y periódicos. Se empieza por la pornografía y se acaba sin una noticia que descargarse en el disco duro del cerebro, se acaba silenciando Haití (donde vuelve a llover sobre mojado), el cuerno de África o todo un continente porque lo que allí ocurre también es inmoral, indecente y atenta contra las buenas formas de la sociedad bienpensante y opulenta, ésa que tan bien ha ejemplificado hace pocos días Duran i Lleida criticando los subsidios de 210 euros del PER desde su suite del hotel Palace. Hay fraude, una rutina del fraude que no pierde músculo, que se acentúa en épocas de penuria y que se ejercita en prácticamente todos ámbitos de la sociedad, cada uno en la medida de sus posibilidades. Pero criticar la paja en el ojo ajeno desde las vigas del propio no lleva a ningún lado: el problema no es el PER ni el concepto de subsidio en sí, sino la falta de una voluntad política decidida, achantada por una voluntad mayor, la económica, que impide una lucha activa contra el fraude.
No es la primera vez que se confunden las peras con las manzanas y aparece el embrollo. Josep Antoni Duran i Lleida, presidente y portavoz del grupo parlamentario de CiU en el Congreso, es sin duda un hombre culto y un orador aceptable, templado, pero inexplicablemente ha caído de bruces en esa perversa tentación en la que sucumben los políticos según se va acercando la fecha electoral. Duran i Lleida ha dado unas vueltas al cesto de las peras y de las manzanas y el resultado ha sido una compota fácil de asimilar por los jugos gástricos, simplista y populachera de esas que tanto gustan a la derecha para enardecer los ánimos de su electorado y de los indecisos. Así, fomentando la insolidaridad, señalando a los presuntos culpables (los jornaleros andaluces y extremeños) se consigue dividir a la sociedad para, finalmente, ganar, que es de lo que se trata el 20-N. Si los operadores quieren acabar con los contenidos pornográficos, indecentes y malintencionados, esto es el fin de Internet y de todos los informativos señores. Al final, sólo se salvarán los bailes regionales y algún documental de La 2, no todos, que los animales salvajes no siempre atienden a las normas de protocolo.