Al final de toda batalla las víctimas siempre son más que los vencedores.
La primera vez que pensé en el suicidio fue en 2010.
La que fue en su momento una de las mayores ilusiones materiales de mi vida, el negocio que dio origen a este blog, mi Vitualla, mi ojito derecho, se hundía sin remedio. A esas alturas debía... debía demasiado. Mucho más aún que ahora (que ya es decir) y a ese hecho puramente material se unía el de que mis vanos intentos por mantener a flote el negocio y hacer frente a mis responsabilidades se topaban con mi absoluta incapacidad para solucionar nada. Es por ese tiempo cuando se hace presente un error de configuración en mi mente (así lo entiendo yo), surgido muy probablemente de un trauma infantil por un padre exigente al extremo, una vida de total y absoluta despreocupación y un exceso de responsabilidad puramente endógeno ...vamos, que soy un "pelanas".
Inútil, incapaz, subnormal, idiota, patético, llorón, patoso... la lista de descalificaciones con las que he regado mi existencia es larga y no exenta de cierta gracia. "No me caigo bien" es en resumen la primera explicación que nunca di a un psicólogo. Y es la verdad. Hice de procrastinar todo un arte y siempre en base a un miedo patológico a cagarla, a fracasar estrepitosamente, algo que la vida me iba demostrando a cada nueva acción para tratar de evitar el desastre. Eso fue en 2010, aunque en realidad nunca recuerdo pensar de otra manera sobre mi mismo y mi capacidad o discapacidad o incapacidad o todo junto o nada de lo anterior. Es, así lo entiendo, la parte más tóxica de mi.
Fue ahí cuando empecé a manejar la idea de que un futuro sin mi presencia podría ser mejor para los mios y para el universo en general que seguir aquí. Pero no fue la última vez, ni la peor.
En 2012 conocí a Antonio Portela. Creo que es persona más que conocida para todos vosotros, pero por si alguien de fuera del mundo del vino sigue sin saber quien es, hablo de un tipo imprescindible. Portela es un poeta en el sentido menos tradicional del termino. Es alguien capaz, por su propia acción, de transmitir sentimientos al respecto de un bien material, un vino, sin que medien otras técnicas y asumiendo que lo hace desde su propia experiencia y conocimiento. Portela es, así se definió hace tiempo, el Viticólogo, un termino que lo define pero no lo encasilla. Antonio es alguien especial, con una sensibilidad única y un modo de acceder al vino desde la viña que considero al alcance de muy pocos, tal vez dos o tres personas que yo conozca. Y ahora, por fin, está haciendo vino... ojo con esto.
El, como otros, quiso preocuparse por mi cuando mi deriva personal me fue empujando a una espiral auto destructiva que ha derivado en un trastorno poco común pero, por desgracia, en expansión: la somatización del estrés en trastornos físicos concretos. Mi depresión y ansiedad me empujan a padecer daños físicos que me ocasionan inflamaciones, desarreglos y trastornos junto a una indecible cantidad de dolor. Esto, unido a una administración de analgésicos, antiinflamatorios, antidepresivos, ansiolíticos y demás farmacología provocó que en un periodo concreto de mi vida mi cabeza no haya funcionado tal cual suele hacerlo en un nivel concreto. Es difícil de describir, pero es parecido, según la descripción de una enferma a la que conocí, a "verse el cerebro desde afuera" sin tener forma alguna de influir en el. Es en ese contexto en el que me olvido o directamente ignoro a no poca gente que me intenta ayudar, comunicarse conmigo y simplemente se preocupan por mi estado.
Y es en ese contexto en el que olvido a Portela. Y no se lo merecía.
No digo que otros y otras si, pero la gente es bien compleja en su forma de acceder a ti. Cada quien es cada cual y las cosas van a su ritmo, las personalidades son diversas y uno no está para historias, ni siquiera cuando los que te llaman o mensajean lo hacen desde el cariño y con la única intención de echarte una mano. En ese contexto yo ignoré a Antonio Portela y no debí. Ni a el ni a otros, pero menos que a otros/as a el.
Lo siento mucho porque ahora me llega su malestar y pienso en cuantas otras personas podrán haber sentido algo parecido por mi ignorancia o desatención y, en su caso más que en otros, lo lamento mucho.
He vuelto a pensar en el suicidio. No muchas veces y no ahora, pero ha sido algo recurrente en momentos concretos y en la semana en la que (por fin) veo un cierto interés por parte de las autoridades en acabar con el tabú que rodea la muerte de alguien por su propia acción quiero compartir con vosotros que existen personas que no somos capaces de cuestionarnos si algo así es minimamente razonable.
Yo, que tengo motivos más que sobrados para seguir por aquí dando la joda, contando mis penas o no, luchando a diario o no o simplemente viviendo a expensas de mis dolores, mis daños y mis filias y fobias, yo, digo, que tengo sobradas razones para seguir aquí en ocasiones no veo tan claro que esos motivos sean realmente más importantes o tengan mayor peso que el hecho cierto de que mi ausencia podría no ser para nada tan grave ni tan importante. Y eso lo he pensado (ya no lo hago, ojo) yo, que amo vivir y lo que representa.
Si yo pienso así... cuantos más podrían hacerlo?. Y aún más; si alguna vez he pensado así... que me impediría pensar así yendo en coche a toda velocidad, o mientras me tomo la pastilla de turno o mientras subo a un ático.... que impide a mi cabeza, que ha demostrado en innumerables ocasiones que va por libre, decidir por mi que "tampoco pasa nada por no estar"?
Me lo impide Portela... no el, claro, sino su tesón. Me lo impiden Jose y Mari, obviamente, y Marcela y Mario y Carlos y Marina y Piki y Jorge y otra vez Jorge y Fran y Tony y el vino (algún vino, claro) y abrir puertas y toda la larga lista de responsabilidades que me pesan y agobian pero que también me anclan cual resorte invisible a este mundo tirano y absurdo.
Y los sueños, amigos y amigas, y las pesadillas, que en mi peor época era muy difícil diferenciar.
Vuelvo a escribir y si mis riñones me dejan, es probable que a beber vino, a catarlo e igual... tal vez... a opinar sobre ellos. Lo haré porque a lo mejor, un buen día, me vuelvo a cruzar con Antonio Portela y quiero darle un abrazo y que el lo reciba como lo que es: una sincera petición de disculpas por haber salido del país de los vivos para adentrarme en mi infierno particular dejando atrás a las víctimas de mi peor batalla, que no ha terminado pero donde, por ahora, vamos ganando. Espero poder decir algún día que volvemos a ser amigos o, al menos, cercanos.
Notareis que, a lo mejor, la euforia me llena hoy de manera distinta a días más sombríos, a pesar de la literalidad de mis palabras... pero de eso va todo esto. Otro día vendrá que no querré escribir o que mande a la mierda a todo el mundo... o no. Sea como fuere, espero no volver a fallarle a nadie como hice con Antonio pero, si tal cosa sucede, que sepáis que desde hace mucho, en mi cabeza, no solo habito yo. También está la sombra, "la nube negra" y a veces más gente.
Trataré de que no hablen todos a la vez. :-)