Portfolio 11-DICIEMBRE- 2014 / 15-ENERO- 2015

• Dos tontos todavía más tontos (Dumb and dumber to, Peter y Bobby Farrelly, 2014): muy tardía secuela, quizás con muy poco sentido dado el cambio en el gusto por el humor del público, de aquél tremendo exitazo de la comedia que supuso la primera película de marcado carácter estúpido y, digamos que “importante” (siempre es difícil tratar la comedia, y más de este tipo, como un género serio) de los Farrelly, resultando por tanto totalmente anacrónica, por no mencionar las arrugas de Jim Carrey. Presenta algunos golpes de risa apreciables (fingir un estado catatónico durante 20 años es, a mi juicio, el mejor), pero no llega al incesante ritmo de carcajadas que los hermanos pudieron/supieron imprimir a la original realizada la friolera de justamente dos décadas atrás. Totalmente innecesaria, y eso siendo benévolo. Que no extrañe que sus responsables sigan rizando el rizo, ofreciendo en los años venideros reboots/ secuelas de sus éxitos del pasado. Todo dependerá de la taquilla.

• La entrega (The drop, Michael R. Roskam, 2014): respetable, voluntarioso y loable intento de realizar un ejercicio noir serio que se queda, no obstante, a medio camino en sus intenciones genéricas, pues su premisa daba para mucho más (un barman de un barrio neoyorquino se mete en problemas cuando su bar, que casualmente actúa esa noche como, digamos, depósito para lavar dinero del crimen organizado local, es atracado por dos malechores), pero que suelta bastante potencia en lo que a caracterización de personajes se refiere, particularmente el protagonista, un estupendo e increíble Tom Hardy que se come la película entera y que resulta un intérprete irreconocible en todos y cada uno de los proyectos en los que se involucra. Digo que daba para mucho más porque su guión viene firmado por el bostoniano Dennis Lehane, cuyas novelas dieron a pie a films tan sólidos como Adiós, pequeña, adiós (Gone, baby, gone, 2007), interesante y estimulante debut en la dirección de Ben Affleck; Mystic river(2003), una de las cumbres de todo el cine del Clint Eastwood director; o el Shutter island (2010) de Scorsese, pero aquí el valor y peso del filme viene lastrado por la rectitud y falta de personalidad, atado de pies y manos y quién sabe si por “órdenes de arriba”, del realizador belga, debutante en Hollywood. Apuntar que fue el último trabajo interpretativo de James Gandolfini, eterno protagonista de la serie Los Soprano. Pese a que no es un thriller redondo ni mucho menos, es un refrescante soplo de aire fresco a un género en caída libre.

• Guardianes de la galaxia (Guardians of the galaxy, James Gunn, 2014): desvergonzada, despreocupada, extremadamente divertida y, en última instancia, brillante adaptación del cómic realizado a finales de los 60 a cargo de la joven productora Marvel, iniciada en 2008 con Ironman y evidentemente centrada en adaptaciones de sus propios tebeos. Gunn imprime un envidiable ritmo que hace que uno/a, independientemente de si se es fan del origen literario, se lo pase pipa, destacando ese roedor impertinente. Irremediablemente delirante y a, a día de hoy, de lo mejor que ha parido la factoría Marvel en su segunda de las tres fases que componen y van a componer su legado cinematográfico, incluyendo una generación de jóvenes cineastas que habrá que ver qué derroteros toman sus carreras una vez la gallina de los huevos de oro que es Marvel Studios acabe sus proyectos, fechados hasta 2019. Verdaderamente sobresaliente si uno acepta la propuesta.

• Stake land (Jim Mickle, 2010): segundo trabajo de Mickle y muy posiblemente el más valioso, además de uno de los títulos fantásticos más convincentes de los últimos años. A partir de referentes conocidos (las novelas Soy leyenda y La carretera, más sus respectivas adaptaciones) Mickle construye un relato impecable, sólo lastrado por el innecesario uso de la voice over del protagonista, un chaval que pierde a su familia tras un apocalipsis vampírico y que se verá obligado a vagar por la geografía de Estados Unidos junto a una especie de “padre” putativo (Nick Damici, responsable del guión junto con el propio realizador), lidiando a diario con tanto ataques de no-muertos como también de fanáticos religiosos. De un tono no tan pesimista como el que tenía la sobrevalorada La carretera (The road, John Hillcoat, 2009), cualidad que Mickle deja en deficitaria en favor de la acción y el efectismo (pese a que el film posee una carga importante de pesimismo), mucha gente la descubrirá a raíz del recién estrenado y celebrado thriller Frío en julio(Cold in July, 2014). Va directa al grano y, una vez vista, uno/a se da cuenta del gran cineasta que hay en Mickle. Estupenda.

• Somos lo que somos (We are what we are, Jim Mickle, 2013): sorprendente nueva visión, a cargo de, nuevamente, Jim Mickle, el cual posteriormente cambió de tercio, pasando de un cine de género (el horror) a otro (el thriller) de un hit mexicano más o menos reciente (2010). El joven director imprime una realización de ritmo lento aunque tonal y atmosféricamente muy conseguida, trasladando la caníbal acción a una comunidad rural norteamericana donde la religión está todavía bastante arraigada. Funciona mejor si no es tratada como un film de terror, renunciando al efectismo fácil dada la clase de producción que es, lo cual gustará a unos fans del género y no gustará a otros. Uno de los temas estrella (sorprendentemente poco tratado por el cine USA) del American Gothic como es el canibalismo tratado con esmero y elegancia.

• Videodrome (David Cronenberg, 1983): estimulante creación del autor de la posterior y referencial Inseparables (Dead ringers, 1988). Difícil de descifrar, aunque quizás por esa razón resulte hoy un día tan sugerente y profética, además de uno de los títulos más logrados de Cronenberg, quién aquí compone un surrealista thriller de horror y ciencia-ficción sin limitaciones, sobre el poder que la televisión y los medios de comunicación pueden tener sobre la gente. Por momentos realmente llega a fascinar, pese a que su factura no sea todo lo complaciente que podría llegar a ser. Es un producto cuyo disfrute dependerá, sobremanera, del gusto personal. 

• La conspiración de noviembre (The November man, Roger Donaldson, 2014): high-tech espionage thriller, algo más violento de lo normal en este tipo de producciones, el cual no pasa de efectista y que se olvida una vez aparecen los títulos de crédito finales. Más o menos recuperando su primer papel como 007 interpretado la friolera de 20 años atrás (Goldeneye), Brosnan es un ex-operativo del servicio secreto- norteamericano, aquí no sirve a ninguna Majestad- que debe salir de su retiro para poner en orden un intento de conspiración en el que están implicados su ex- compañero y amigo de la CIA (crítica a las recientes y corruptas prácticas de la Agencia de Inteligencia estadounidense) y un candidato a la presidencia de Rusia de oscuro pasado bélico-criminal. Por supuesto, la familia del agente se verá implicada en el embrollo. Olga Kurylenko añade glamour y alegra la vista. Por lo demás un film de cierta acción sin mucho más donde rascar, simplemente entretenido.

• Oblivion (Joseph Kosinski, 2013): un impresionante diseño de producción (esa Tierra post-apocalíptica y desolada y esos paisajes aéreos en el espacio ya valen por toda la película) para un film de ciencia-ficción que acaba desembocando, digamos demasiado, en la normalidad hollywoodiense para ser considerado un trabajo de verdadero culto y valor dentro del género. El planeta está devastado por obra y gracia de unos alienígenas, y los pocos humanos supervivientes han sido trasladados a una estación espacial en la luna de Saturno. Tom Cruise interpreta a un, digamos, controlador a cargo de la reparación de los drones que se estropean y que se encargan de la extracción de materias primas del planeta. Como digo, un diseño magnífico, además de algunas secuencias de acción bien rodadas. Toca, con la yema de los dedos- es un film de gran estudio después de todo- pero de forma acertada, cuestiones existencialistas, además de ofrecer referencias a clásicos de la ciencia-ficción de varias décadas atrás (El último hombre…vivo, El planeta de los simios, etc.). Una posterior e inmediata incursión de Cruise en la sci-fi como Al filo del mañana (Edge of tomorrow, 2014) resulta más interesante, aunque como entretenimiento puro y duro esta Oblivion resulte más apropiada.

• The equalizer (Antoine Fuqua, 2014): nueva y abiertamente insuficiente colaboración entre Fuqua y Denzel Washington tras el aplaudido policíaco Día de entrenamiento (Training day, 2001). Fuqua edifica una cinta de género que, si bien hará las delicias del espectador con el paladar menos afilado, nunca consigue, ni de lejos, las cotas de calidad que sí lograría con otros trabajos. Es lo que es, y punto: un bastante violento- y quizás anacrónico para los gustos actuales- thriller de venganza a lo Charles Bronson en el cual Denzel Washington, personaje misterioso, se enfrentará a la mafia rusa de su barrio de Boston cuando estos malechores hostigan y maltratan a las buenas gentes del lugar, y donde, la verdad, las escenas de pelea (para mayor lucimiento de Washington) están especialmente bien resueltas. Más allá de eso, un trabajo muy llano.

• Perdida (Gone girl, David Fincher, 2014): adaptación de la fascinante novela Gone girl, de Gillian Flynn, trasladada aquí en un habilidoso, estimulante y, en última instancia, diríamos que pesimista y hasta misógino (sí, lo es) thriller firmado por Fincher, uno de los cineastas con más cosas que decir en el Hollywood actual (ya desde su estreno como director cinematográfico con la muy discutida Alien 3) en el que seguramente es su mejor trabajo desde Zodiac (2007). Adoptando la estética fotográfica que ya se apropiara para La red social, Fincher hilvana un film de enrevesada, madura y depurada intriga y de un alcance fuera de toda duda, rodando con una energía e intensidad que le hace recuperar esa reputación de gran creador que quizás se vio mermada cuanto adaptó otro texto contemporáneo como Millenium. Ambiciosa e indiscutiblemente bien narrada, es otro de esos escasos ejemplos de cine mainstream con una ambición alejada de lo que habitualmente ofrece Hollywood, ejemplificada en esa sátira del matrimonio y de los media que Fincher ofrece en el último tercio del relato, además de ciertos toques del cine negro clásico (el falso culpable fue un tema recurrente dentro de la carrera profesional de Alfred Hitchcock, sin ir más lejos). Una maravilla.

• Lunas de hiel (Bitter moon, Roman Polanski, 1992): adaptación de una polémica y morbosa novela a cargo del realizador cuya propia vida privada le venía de perlas para realizar un film de este tipo, convirtiéndolo en uno de los más interesantes de su dilatada carrera (por extraño; no agradó ni agradará a mucha gente por los temas que toca). Propone un descenso a los infiernos del deseo y el sexo más retorcido y maquiavélico en forma de una inicialmente idílica luna de miel de una pareja de recién casados norteamericanos (curiosamente interpretado por actores británicos como el insoportable Hugh Grant y la elegante y preciosa Kristin Scott-Thomas) a bordo de un crucero, donde conocerán a una extraña pareja, la formada por un estupendo Peter Coyote y la francesa y mucho más joven Emmanuelle Seigner. El personaje de Coyote les contará a la frígida y conservadora pareja de just married detalles de su intenso romance con su lasciva y joven esposa. Esas historias, en el fondo un intento de asumir e intentar cambiar la vida que a partir de ahora llevarán, transforma al joven marido, el cual se verá irremediablemente atraído por la sexy mujer del hombre que acaba de conocer, poniendo en riesgo y en tela de juicio su recién estrenado matrimonio. Polanski construye un fascinante e inteligente estudio del amor, del sexo y de la propia destrucción de éstos, desafortunadamente algo falto de ritmo y ligeramente casi diríamos que banal, defectos que no la redimen, como digo, ser una de las obras con más matices del director de El pianista (2002) y Chinatown (1974), pero que limitan el alcance de sus méritos. Resulta, no obstante, mucho mejor y más atrevida que otras incursiones en un tema tan tabú en el cine mainstream norteamericano, curiosamente más celebradas y recordadas.