- Horns (Alexandre Aja, 2014): cuando todavía faltan unos meses para su estreno en España (según he visto, junio), debido a la mala distribución y al poco aprecio por el cine fantástico que se tiene en nuestro país, di con este esperado y sugerente proyecto del realizador de las brutalmente colosales y muy celebradas Alta tensión (Haute tension, 2003) y Las colinas tienen ojos (The hills have eyes, 2006), adaptando una novela del hijo de Stephen King (y se nota a leguas)…y en poco más que dicha sugerencia queda el asunto, sin apenas gore, además de dejar sin explicar bastantes cosas, fruto de un guión mediocre cuando no decididamente malo, el cual desemboca en última instancia en el relato romántico, habiendo tocado previamente el demoníaco, pero sin decantarse por ninguno, para desesperación del aficionado a lo espeluznante y desagradable. Con todo, tiene algún que otro momento destacable, además de que Aja moviendo la cámara es apostar a caballo ganador dada su elegancia, lo cual consigue, en su favor, que su visionado no termine a mitad de proyección por culpa de la cantidad de tonterías e incongruencias que uno está viendo. Su realizador ya está totalmente metido en el engranaje industrial hollywoodiense,de modo que veremos cuando vuelve a realizar un trabajo como los dos mencionados arriba. Es menos empalagosa y más divertida que Reflejos (Mirrors, 2008), que ya es algo.
- El jugador (The gambler, Rupert Wyatt, 2014): nueva mirada sobre la correcta cinta de 1974 protagonizada por Jimmy Caan, producida cuatro décadas más tarde y la cual empezó en manos de Scorsese (curiosidad es, cuanto menos, lo que uno siente al imaginar esto movido por el director de Casino) y que acabó en las del autor de la extraordinaria El origen del planeta de los simios(Rise of the planet of the apes, 2011), de la cual declinó hacerse cargo de la inferior secuela en favor de esta. Pasando hasta el culo del gran Dostoievski en el cual se supone que se basa y cambiando la decadente NY de los 70 por el LA de estos días, Wyatt no termina de componer el intenso film que quizá visionó, quién sabe si por miedo o por imposiciones (del estudio o de la estrella Wahlberg), de ahí que se acerque más al videoclip que a la angustiosa atmósfera que Caan tenía que soportar. Vehículo estelar con hechuras de thriller facilón. Para pasar el rato, sin más.
- Corazones de acero (Fury, David Ayer, 2014): un tono crudísimo, muy pesimista y hasta diría que pesadillesco, más una aseada puesta en escena para un magnífico relato bélico, donde no faltan los detalles morales ni la crítica, que hará mirar a partir de ahora la carrera de su realizador, un David Ayer más acostumbrado al policíaco y al guión que a la dirección, con lupa. Ayer rueda con vigor, apoyado como digo en unos tonos fotográficos y en una banda sonora de primera, los horrores de la guerra y la rendición nazi vistos desde la perspectiva de un mini pelotón del ejército USA en Alemania. A destacar especialmente el último tercio del relato, en el cual sale a relucir la épica que todo proyecto de estas características debe contener. Muy perdurable en el tiempo. Un trabajo brutal.
- The Babadook (Jennifer Kent, 2014): debut en el largometraje de una realizadora australiana la cual, con sus limitaciones (en mi opinión bebe bastante del cine de James Wan) ha dado y seguirá dando que hablar en circuitos y círculos de aficionados a lo fantástico, puesto que es una convincente construcción de horror psicológico que inquieta y aterra de verdad. Absorbente como sólo unas cuantas cintas de este tipo han resultado ser en los últimos años, ha recibido parabienes por activa y por pasiva, ya que es un film sobradamente sólido, donde lo real se confunde con lo que imaginamos y que seguramente mejorará, todavía más, con más visionados.
- Grand piano (Eugenio Mira, 2013): producción de capital español (produce Rodrigo Cortés, responsable de la aplaudida Enterrado) rodada en inglés con actores norteamericanos, cuya atractiva premisa (un asesino amenaza con asesinar a un reconocido pianista y a lo que más quiere durante uno de sus conciertos si toca mal una nota) acaba siendo lo único medianamente destacable, ya que destaca por ser un poco estimulante y harto inverosímil thriller de cámara, cuadriculado como pocos, donde el cineasta (casi paisano del autor de este blog, pues es de Castalla), compositor de bandas sonoras y guionista además de director, no arriesga lo más mínimo. Visualmente es un film cuidado, eso sí: tiene apariencia Hollywood. Por lo demás rápidamente olvidable. No obstante, debería abrirle a su autor las puertas de empresas mayores.
- These final hours (Zak Hilditch, 2013): extremadamente original, inesperada, rompedora y sobresaliente muestra de fantaustraliano con este relato apocalíptico: quedan 12 horas para que la tormenta de fuego provocada por el impacto de un gigantesco meteorito acabe con toda forma de vida en la Tierra. Ya ha sido arrasada gran parte de ella, dejando las Antípodas para el final, donde transcurre la acción. Una cinta fantástica de primera, además de una bonita historia de redención. Además, no llega a la hora y media de duración, de modo que es harto disfrutable. Sorprende por la consistencia de su puesta en escena. Ha adquirido un prestigio inusitado en su paso por distintos festivales de cine fantástico. Una absoluta pasada, de obligado visionado y un film de culto automático. Que no se descarte un remake hollywoodiense pronto, aunque habría que ver si se atreven con todo o cambiarían cosas como su final.
- Contracted (Eric England, 2013): bastante más que competente, es este chiller un film de género de un considerable y estimable nivel (tampoco nos pasemos, aunque su factura sí resulta impecable) en el cual una chica (lesbiana para colmo) mantiene relaciones sexuales sin protección con un desconocido. Con el paso de los días su cuerpo experimentará espeluznantes y degradantes cambios. Hubiera sembrado el pánico entre la sociedad debido al SIDA de haberse realizado un cuarto de siglo antes, pero hoy en día, al menos en nuestro país, únicamente logró un discreto estreno directamente al mercado doméstico, a pesar de ser uno de los trabajos que más dio que hablar en el Festival de Sitges de su año. La sombra de David Cronenberg y Darren Aronofsky es alargada.
- Coma (Michael Crichton, 1978): anodina e inocua intriga hospitalaria, con tráfico de órganos humanos de por medio, traslación de un best seller por parte de un coetáneo del autor de la novela original, un Michael Crichton aquí de nuevo en faceta de director de cine (ya había realizado la muy cult Almas de metal 5 años atrás) y cuyo legado literario daría pie a numerosas, variadas, ligeras y más o menos populares y valiosas adaptaciones cinematográficas, como La amenaza de Andrómeda, Sol naciente, El hombre terminal, Acoso, Congo, Parque Jurásico, Twister o Esfera, aunque aquí, como digo, se ocupó de adaptar un trabajo de otro, pero su total y absoluta previsibilidad, más su poco fuste como cineasta echan por tierra cualquier intento de convertirla en modelo de adaptación, al menos, satisfactoria.
- Los mercenarios 3 (The expendables 3, Patrick Hughes, 2014): multigeneracional (“eso está bien para 1985” dice uno de los personajes) aunque igual de desenfrenada segunda continuación del continuo homenaje al shoot ‘em up en su esplendor, o sea, the eighties, de donde Banderas saldrá como divertida estrella. Mejor que la segunda (nunca he sido fan de la mixtura comedia-acción) presenta a, más o menos, “los de siempre” esto es, un museo de viejas glorias del actioner que forman un comando de mercenarios actuando en la sombra por orden del gobierno USA, cuyo jefe (Stallone, of course, quién vuelve a poner a los mandos de la realización a un testaferro) opina que el resto (Snipes, Statham y Lundgren entre ellos) ya están para el arrastre, por lo que tendrá que hacerse con un nuevo abanico de “novios de la muerte” (Banderas, Schwarzenegger y, en última instancia, Ford, más el grupo de jovenzuelos, más o menos desconocidos. Falta Willis, al cual le envían un recadito: su sustituto en la peli dice que “ya no sale en la foto”…al parecer no se puso de acuerdo en sus emulentos económicos) para intentar atrapar a un traficante de armas (Gibson). Muy estruendosa, se duda hasta de su entretenimiento pues, como todo en lo que ha participado Stallone desde que reviviera su Rocky Balba hace 8 años, se resuelve como anacrónico. En una frase pongamos que objetiva, un simpático sinsentido con muchísimo ruido, el cual consigue sacar alguna mueca de sonrisa y hasta de felicidad a quién ha sido fan del género. Ya está anunciado la cuarta entrega.
- Babel (Alejandro González Iñárritu, 2006): repetitiva, aburrida y completamente gastada (en lo que se refiere a su fórmula narrativa) nueva incursión en el drama coral con historias entrelazadas sin un marco temporal, digamos, lineal o continuo (Tarantino style) que tan buenos y merecidos resultados le dio con la magnífica 21 gramos (21 grams, 2003). Cerró de mala manera, aún siendo una propuesta de una ambición más que considerable por lo que a la envergadura de su producción se refiere, la colaboración artística entre el director y su guionista. Sugerente a nivel visual, con esos tonos distintos para según qué parte del mundo y qué historia, además de un esforzado equipo interpretativo; fracasa, contundentemente, en todo lo demás.
- El juez (The judge, David Dobkin, 2014): drama familiar y judicial enderezado hacia el premio, que intenta tomar como referencia el Veredicto final de Sidney Lumet pero que acaba cayendo en la mediocridad más indiferente. No obstante, su mayores y únicas virtudes residen tanto en la interpretación del gran Downey Jr, seguramente el intérprete más respetado del Hollywood actual, acompañado por la sensual Vera Farmiga y el veterano Duvall, como en su amena factura, que hace que sus, en muchísimas otras ocasiones tediosas dos largas horas de duración, pasen más o menos volando, lo cual es de agradecer inmensamente. Un abogado sin escrúpulos, millonario gracias a defender a criminales, tendrá que viajar a su pueblecito de toda la vida a enterrar a su madre y, una vez allí, le tocará quedarse a defender a su padre, respetado juez de la localidad y acusado de homicidio involuntario en una de esas trágicas casualidades que ocurren en la vida.
- Breathless (Jesse Baget, 2012): comedia negra con una flagrante falta de ingenio en su enredo y la cual en nuestro país pasó al mercado del direct to DVD, sin extrañar el porqué, cuyo único ápice de interés yace en su ambientación: Texas hace bastantes años, con el divertido acento que ponen todos los intérpretes, sean texanos o no y que hace que el avance del relato sea mínimamente aguantable. Cuenta con actores reconocibles y reconocidos (Kilmer, Gershon, Liotta), los cuales, qué duda cabe, han conocido días mejores. La típica cinta donde nada ni nadie es lo que parece pero todo resulta de lo más predecible. Eso sí, para ver en versión original, ya que dudo que se pueda encontrar doblada.
- Wild card (Simon West, 2015): enésimo, y van, de largo, demasiados, thriller a la salud de Jason Statham y su tosco acento británico, cuyo mayor y único valor reside en las escenas de pelea (cuidadas a más no poder, todo sea dicho), realizado por un especialista en cintas de acción como West (Con air, The expendables 2 o The mechanic, remake de la setentera Fríamente…sin motivos personales, en la que West ya había dirigido a Statham). Aquí Statham es un segurata de Las Vegas que va por libre, protegiendo a quién necesita protección en la ciudad del pecado. Una amiga suya, prostituta para más señas, clamará venganza cuando unos mafiosos la violan y apalean. Por señalar algo más que las coreografías de pelea, diríamos que es un gusto ver a Stanley Tucci como jefe supremo de la mafia en su única escena, además de la risa que da ver al personaje de Statham, con problemas de adicción al juego además, perder, en una mano, todo lo que había soñado embolsarse desde que se gana la vida en esa ciudad, deseando reunir todo ese cash para largarse, por cierto. Un film totalmente residual pero bueno, entretiene.
- Torrente 5: Operación EuroVegas (Santiago Segura, 2014): cuarta secuela- y las que quedarán, pues su autor ha afirmado por activa y por pasiva que habrá Torrentes hasta que la taquilla diga que no quiere más…- de la aplaudida Torrente, el brazo tonto de la ley (1998), obra de verdadero culto dentro de la comedia moderna española. Sus alusiones a una España inmediatamente futura y/o apocalíptica en la que Cataluña se ha independizado, llegando a jugar la final del campeonato del mundo de fútbol, y en la que además ha vuelto la peseta, son lo mejor de una entrega, esta, que hace muy poca gracia, pese a que siempre se rescata algo…pero cada vez menos. Supera, por poco, a la cuarta parte, la cual era extremadamente infumable y en la cual Segura tocaba el cine carcelario, cambiándolo aquí por el de atracos, parodiando Ocean’s eleven (Steven Soderberg, 2001), pese a que se agradece la mención de la original La cuadrilla de los once (1960), que protagonizara el conocido como ratpack.
- El hombre de hielo (The iceman, Ariel Vromen, 2012): honrado aunque convencional y cuadriculado fresco criminal, el cual si no recuerdo mal fue directo al mercado del DVD en nuestro país pese a contar con un reparto de producción A, en el que sobresale Michael Shannon, intérprete de imponente presencia física y reputado currículum indie, cuya excelente labor delante de las cámaras no libra al film de ser un ejemplo de cine de mafias más. Completan el elenco Ray Liotta, Winona Ryder (con una interpretación de considerable valor), Chris Evans y bastantes otros. Shanoon interpreta a un “chico para todo” de una familia mafiosa de Nueva York, y ese “para todo” se reducía, principalmente, a asesinar a quién sus capos le ordenaban, procurándose una doble vida también como modélico padre y, cuando podía, también marido. Pese a todo, tiene un pase por su cuidada estética, en uno de tantos trabajos recientes ambientados en los Estados Unidos de los años 70 y 80, transportándonos al recuerdo de magníficas producciones como El príncipe de la ciudad (Prince of the city, Sidney Lumet, 1981), Atrapado por su pasado (Carlito's way, Brian de Palma, 1993) o Donnie Brasco (Mike Newell, 1996).
- Autoerotic (Joe Swanberg & Adam Wingard, 2011): experimento y aproximación naturalistas (característica esencial de todo este movimiento y de todos sus miembros, el mumblecore, afiliado al género de horror), aunque de tono diríamos que cercano a la comedia, si es que provoca gracia alguna, a las perversiones y problemillas sexuales de varias parejas jóvenes actuales y urbanitas, realizada por dos de los exponentes de este movimiento antes mencionado, que ya casi puede considerarse como un subgénero propio. Peli hecha por y para amigos, está aderezado con música indie norteamericana de calidad, que acaba siendo lo mejor y único aspecto destacable de un trabajo que ni siquiera puede tratarse de irregular. Las escenas sexuales, por otra parte, son bastante explícitas.
- The interview (Evan Goldberg & Seth Rogen, 2014): a falta del talento que sus responsables han demostrado tener en otras ocasiones, es éste un film de notoria importancia debido a la controversia que generó (dos jóvenes periodistas, bastante colgaos, viajan a Corea del Norte, seguramente el estado más hermético del mundo, a entrevistarse con su líder). Socialmente relevante (es un atentado a la libertad de expresión como pocas veces se ha hecho en un medio de comunicacón de la enjundia del cine), como comedia ya digo que dista bastante de lo que sus responsables pueden y de hecho han llegado a ofrecer como unos de los abanderados de esta nueva comedia americana. Mención aparte merecen, eso sí, el momento Katy Perry con los tanques y el diálogo usando las palabras Stalin y Stallone…lo mejor de una mediocre comedia.
- Orígenes (I origins, Mike Cahill, 2014): arriesgadísima, (acertadamente) rompedora, muy ambiciosa e indie propuesta, aproximada a lo que podríamos catalogar como un drama romántico de “ciencia-ficción mística y/o espiritual” de tono hipster y que suscita un interés descomunal, como no lo ha suscitado ningún film medianamente reciente que yo recuerde y el cual versa sobre la trascendencia del afterlife, o sea, la reencarnación, vista ésta más desde el prisma de la ciencia que el de la religión, dicho sea de paso, pero dando importancia a ambos y fusionándolos de forma extraordinaria. Habrá que seguir con atención la carrera de su responsable. No perderse la escena de después de los créditos finales.
- Nightcrawler (Dan Gilroy, 2014): esperada, original, muy atractiva e incisiva bronca al sensacionalismo de los medios de comunicación filmado con tono y estética de thriller a lo Michael Mann, con un desaprensivo sin principios ni empatía alguna (es un tío raro de cojones, interpretado de manera magistral por Jake Gyllenhaal) que se dedica a filmar los sangrientos sucesos de la noche angelina (asesinatos, accidentes, etc), ayudándose de un receptor de señal de radio que utiliza para interceptar las comunicaciones de la policía. Hermanada con Network (1976, Sidney Lumet), cuyo personaje femenino, interpretado aquél entonces por la tan de moda Faye Dunaway, parece hermana de ésta, la (bien) recuperada René Russo. El personaje de Gyllenhaal es, de verdad, e insisto, memorable. Uno de los filmes más interesantes que se estrenarán en 2015 en España.
- Matar al mensajero (Kill the messenger, Michael Cuesta, 2014): dinámica pero, en última instancia muy convencional realización, que juega a ser, en su interesante y absorbente primera mitad, un thriller periodístico de calidad sobre la relación entre el gobierno norteamericano y el narcotráfico en los años de la administración Reagan, expuesta por un periodista de un diario de tirada corta (que acabó, presuntamente, suicidándose) en la década siguiente, y el cual recuerda al Todos los hombres del presidente (All the president’s men, 1976) de Pakula, y al JFK (1991) de Stone, para luego girar al ya más esperable y menos logrado drama humano, frustrante y desquiciante, salvado por la portentosa interpretación de Jeremy Renner, uno de los rostros más impactantes del panorama actual y el cual lleva el peso del filme. Paz Vega muestra sus sugerentes formas en un breve rol, además de mostrar un buen puñado de secundarios. Arquetípica, si hubiera que definirla en una palabra.
- El tren de las 3:10 (3:10 to Yuma, James Mangold, 2007): meritorio neowestern (es, la verdad sea dicha, plausible de largo) de Mangold, director de cierto renombre aunque de más cuestionable valor, pues luce su acostumbrada e impersonal (parte, generalmente, de guiones de calidad) aunque solvente labor una y otra vez, y el cual seguramente firma su mejor trabajo como realizador junto con la cinta policíaca Copland una década atrás. Lejos queda el tono, digamos, cercano o incluso íntimo del trabajo que revisa, una de tantas películas del Oeste olvidadas de los años 50, de idéntico título y buena aunque no un icono del género, sustituyéndolo aquí por bastante más acción, especialmente en el vigoroso desenlace (signo de que los tiempos cambian), acompañando dicha secuencia con la magnífica banda sonora de Marco Beltrami, además de contar con dos personajes principales muy bien desarrollados en el libreto que filma. Notable alto.
- Fat city. Ciudad dorada (Fat city, John Huston, 1972): hermoso drama con el desencanto y la derrota como temas y el boxeo como hilo conductor, dirigido por uno de los grandes norteamericanos, ya en esta década de vuelta de todo. Uno de esos títulos a caballo entre la depresión sufrida por el cine USA en los años 60 y el despertar del blockbuster y la revolución que dicho cine sufriría en los años venideros, pero más cercana tonalmente a lo primero.
- Atrapada (Caught, Max Ophuls, 1949): inteligente melodrama noir, construido bajo la (discutible, moralizante y didáctica) cuestión de la felicidad dada por el dinero. Su ligeramente opresiva atmósfera va aumentando a medida que avanza el relato, lo cual da buena fe del manejo del realizador alemán, para quién este trabajo, muy poco conocido en nuestro país, fue casi su única incursión en el cine norteamericano. Ophuls abordaría y firmaría mejores sobras, no cabe duda, pero esta es de una solidez admirable.
- La sombra del reino (The kingdom, Peter Berg, 2007): sin estar filmada mal del todo, este film acaba convirtiéndose, simple y llanamente, en un eficaz thriller de acción de correcta factura- mucho más chabacana y propagandística resultó Único superviviente (Lone survivor, 2014) último título de su realizador y que lidia con unas constantes temáticas similares- de Peter Berg, responsable de la genial comedia negra Very bad things (1998), parece demasiado influenciado por Michael Mann, renombrado cineasta que aquí asumió el simple rol de productor, pero Berg no es el autor de Heat y Corrupción en Miami, y se acaba notando. Con todo, este relato de unos agentes americanos en Arabia Saudí para descubrir las causas y, en última instancia, al responsable de un atentado en el que un centenar de personas, musulmanes y norteamericanos, pierden la vida, tiene un buen y entretenido pase.
- Rob the mob (Raymond de Felitta, 2014): indiferente, convencional y muy limitado (su estreno cinematográfico tuve un alcance cortísimo, además de contar con un fuerte look televisivo, lo que da una idea de su torpe realización) drama criminal sobre una pareja joven, irresponsable y de no demasiadas luces que, a principios de los años 90, se dedicó a desplumar antros de la mafia neoyorquina, mientras la propia ciudad de Nueva York declaraba otra de esas guerras al crimen organizado, juzgando a sus jefes. Muy poco interés a pesar de tocar un tema atractivo.
- Blue ruin (Jeremy Saulnier, 2013): maduro, asfixiante, singular, muy personal y desesperantemente contenido revenge thriller que, como otros de los films comentados en esta entrada, ha sido un gran éxito en festivales especializados. Lento hasta aburrir, presenta no obstante sus mayores méritos en dicha forma de construir el relato, sin apenas diálogos. Un film a reivindicar dentro de unos años.
- Juegos sucios (Cheap thrills, Evan L. Katz, 2013): confirmación, en forma de comedia negra y encuadrada dentro del conocido como mumblecore- moda ésta la de torturar al cuerpo humano hasta que dan ganas de vomitar y que se inauguró con Saw hace una década-, de que todos nos prostituimos: todos haríamos lo que fuera por dinero, si las circunstancias fueran las adecuadas, y, en este caso, lo son: dos jóvenes, los dos sin un duro y uno de ellos con cargas familiares a punto de ser desalojado de su hogar, conocerán a una extraña y perversa pareja en un bar, la cual les ofrecerá dinero por hacer, literalmente, tonterías. Les irá ofreciendo más dinero a medida que la tontería sea, digamos, “mayor”. Sin presentar una atmósfera malsana (más bien es un film amable de ver- excepto cuando hay sangre, y ya depende del estómago del respetable- con un buen ritmo y que desprende diversión y fiesta durante todo el metraje. El final es antológico.
- La venus de las pieles (La vénus a la fourrure, Roman Polanski, 2014): segunda incursión en el, llamémoslo así, “teatro dentro del cine”, tras la magnífica Un dios salvaje (Carnage, 2012), de un Roman Polanski que parece estar rememorando sus mejores años pero que, al igual que otros trabajos recientes de cineastas coetáneos a él, seguramente pasaron, pasarían y pasarán desapercibidos en una industria hiperpoblada de productos de una inteligencia e interés ínfimos. Polanski vuelve a contar con Seigner, quién ya fuera su musa en Lunas de hiel, casi un cuarto de siglo atrás, y con Mathieu Almaric, quién por cierto tiene un curiosísimo parecido con el propio Polanski de los años 70. Dos personajes en un único marco espacio-temporal (la hora y media real que dura el film en un teatro vacío), y un tema, la dominación femenina, que Polanski conoce bastante bien dada su filmografía, más una puesta en escena más simple imposible, conforman un film que será indebidamente olvidado pero que guarda mil y una virtudes. Defenestrado por las nuevas generaciones, qué duda cabe que el realizador de Repulsión sigue siendo uno de los grandes autores cinematográficos en activo.
- Moon (Duncan Jones, 2009): potente ejemplo de producción indie de ciencia-ficción, modesta y bastante original, con un Sam Rockwell en el papel de su carrera interpretando a un aislado astronauta en una estación lunar. El realizador, debutante, no recurre a la espectacularidad que tan fácil le supondría dado el género que abraza. Ganó, justificadamente, el reputado festival de Sitges en su año, que no es moco de pavo. Una muy agradecible muestra sci-fi de nueva hornada, verdaderamente apreciable y a descubrir por el gran público.