Según la planificación que tengo con este blog, hoy en mi entrada semanal me tocaría escribir un relato gastronómico, de hecho, la idea ya la tengo en mi cabeza desde hace unos días. Pero no tengo ganas. Hoy no escribiré sobre gastronomía o sus relacionados.
Desde hace días estoy nerviosa… como creo que están muchos de los venezolanos que vivimos fuera. La situación que hay en el país es preocupante, grave, y vivirla de lejos te genera una tensión y una desazón intensas. Hay muchísima información, en las redes sociales sobre todo, y uno no sabe cuál es cierta y cuál no, pero con la ansiedad vas viendo gran parte de ella y se va haciendo un nudo en el estómago. Luego aquí en los medios tradicionales sacan noticias de Venezuela, pero en el último tramo del noticiero o en la parte de abajo de la página del periódico porque lo de Ucrania está generando más atención, y porque al parecer el gobierno español tiene más intereses económicos en Venezuela que ganas de pronunciarse al respecto de todo lo que está pasando y eso tampoco ayuda, aunque acabo de ver un largo reportaje en Antena 3 con imágenes que te dejan sin palabras, espero que la cobertura vaya a más en los demás medios.
Por whatsapp recibes información de los amigos, de los familiares, y a su vez entre todos compartimos más datos que nos van llegando. Ya desde hace tiempo uno viene sabiendo del día a día en Venezuela, de las colas para conseguir comida, de la rastrera actitud de los medios de comunicación de allí, de la inseguridad… Y todo va haciendo mella en el ánimo. Aunado a eso, ya estos días tantas cosas, las manifestaciones, los muertos, la censura, los vídeos de violencia, los personajes públicos dando apoyo a las protestas, las medidas que va tomando el gobierno, todo desemboca en que uno esté aquí siguiendo con la cotidianidad porque igual hay que trabajar y/o estudiar pero con la cabeza a miles de kilómetros.
Ayer mientras trabajaba pensaba en lo paradójico de eso, atendía a los clientes y todo es tan normal, tan tranquilo, mientras que allá si no hay sonidos de cacerolas, gritos, etc. hay una tensa calma estos días. Yo me siento alicaída la mayor parte del día, pero como estoy de cara al público tengo que disimular. Aunque también me ayuda a distraerme porque si no termino el día saturada.
Hay momentos en los que pienso que estoy exagerando, de siempre he tendido a ser un poco dramática para algunas cosas y me digo: tampoco es para que estés así. Pero luego me doy cuenta que estoy tan sensible con el tema que ya hasta el mensaje de apoyo que escribió Rafa Nadal en su Facebook me emociona o la iniciativa nacida en México llamada Efecto Eco, por no hablar de la carta de Rubén Blades. Pienso en mis amigos con los que hablo a diario por whatsapp porque tenemos un grupo en el chat, en las madres de los chicos que han muerto esta semana (una de ellas se expresa en un desgarrador video), en mi familia que está allí excepto mi hermanito y unos sobrinos en USA… y entonces creo que es válido que me sienta así. En mi caso es cierto que mi familia más directa en Venezuela está un poco más resguardada porque somos de un pueblo, y allí el ritmo siempre ha sido más pausado; hay protestas, pero no con los niveles de violencia que tienen Caracas, Valencia, San Cristóbal, o Mérida. Pero en el resto del país no es igual, y en todos lados sí que hay escasez de alimentos, y ayer ya el gobierno empezó a hablar de cortar el suministro de gasolina a las zonas con mayor conflicto (fascistas, según dicen ellos), incluso de no permitir la salida del país a quienes estén manifestándose… Pareciera un proceso de aislamiento con el objetivo de hacerle daño a toda esa gran parte de la población que no está de acuerdo con ellos. En este punto me angustio y me pregunto si esto puede ir a más, si la escasez y la ruina económica llegue a tal punto que no habrá comida y la represión aumente, pero ya en ese instante me digo que no puedo ponerme a pensar en algo que no ha sucedido porque ahí sí es verdad que no voy a poder con la preocupación.
Mejor ocuparme que preocuparme, (esto lo he aprendido en mis sesiones de coaching). No sé si todas esas manifestaciones en Venezuela -las violentas- lleven a algún fin positivo para nosotros, no sé si será la mejor estrategia, pero ya que esto es lo que hay, me inquieto pensando en qué puedo hacer para poner mi granito de arena.
Siempre me ha sorprendido cómo los seres humanos podemos ser capaces de hacer mucho daño a nuestros semejantes, y sé que es una tontería y una ingenuidad de mi parte con toda la historia de horror que tenemos la humanidad al respecto. Lo pienso ahora cuando veo las imágenes de gente disparando en esas calles que yo he caminado muchas veces en mi tierra.
Y se que este post no tiene mucha utilidad pública, pero cuando estoy tensa necesito escribir para desahogarme, y es lo que estoy haciendo ahora.
PD: Hoy sí podemos hacer algo, esta tarde a las 6pm en la plaza Colón de Madrid…
Para el que quiera leer un análisis que considero serio sobre la situación actual, aquí está el de Luis Vicente León.
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