Revista Vino

Postre en Quimet

Por Jgomezp24
Esto que sigue es un buen ejemplo de por qué sigue existiendo este blog y, además, un perfil de contenido distinto para Twitter (todos los ríos, por lo demás, van a parar a la mar, que se llama feisbuc). Suelo escribir demasiado y los 140 caracteres, comidos ya de entrada por el peso de la foto que uno ponga, se quedan en nada. El fogonazo, con todo, era más propio del momento, de móvil y de Twitter. Pero quería decir cuatro cosas más. Por ejemplo, que ayer me perdí, a la hora de la comida, en el Raval de Barcelona. Nada del otro jueves: el paisaje urbano y humano han cambiado tanto que me sentía como en cualquier gran ciudad del mundo, con miles de emigrantes intentando ganarse la vida en ella. Anécdotas y espectáculo: de todo tipo y variado. Comí una deliciosa empanadilla de carne uruguaya y me supo a nada. Seguí y de pronto me encontré con la calle de las Carretes. ¡Caramba! (pensé) mi destino me ha puesto en la senda de Lo de Flor sin buscarlo. Hubiera traicionado a mis compañeros de viaje futuro (nos hemos confabulado Vincent y Fredi para hacer la katábasis juntos), pero estaba dispuesto a todo. Fiasco: sillas encima de las mesas apuntaban a un cielo que todavía no se ha abierto para mí: "abrimos a partir de las seis..."
Postre en Quimet&Quimet BCNCarretes para abajo, Sant Pau del Camp y como quien no quiere la cosa, salté el Rubicón (avinguda Paral.lel) para sumergirme en los placeres del Poble Sec. Mi cerebro empezó a salivar. La empanada uruguaya estaba ya quién sabe dónde...y tras darle dos vueltas, fui directo a uno de los clásicos de mi vida, al bar donde se sigue sirviendo la mejor y más imaginativa comida fría de Barcelona: Quimet&Quimet, en C/ Poeta Cabanyes, 25. Siguen en plena forma, inventando montaditos y tapas y con una buena carta de vinos en las paredes y de botellas por copas (ahí menos, pero suficientes como para que el cliente avezado pueda jugar un poco y Quim aconsejar con libertad. Por lo demás, cambian con frecuencia). Me monté un festival de tomate en conserva: un montadito de sardinas ahumadas con base de tomate; otro de erizo y un tercero, sublime (el mejor), de bacalao con olivada sobre fondo tomatero. Con un cava rosado de Llopart, la cosa funcionó de maravilla. Pero el "escándalo" llegó con los postres. No estaba en la carta, pero Quim me dijo que tenía plum cake casero. Yo le había echado el ojo al Robert Weil Spätlese 2004 que estaba en copas. Y pensé que sería una buena combinación. Pero la cosa superó todas las expectativas: el platillo llegó acompañado de un queso de pasta blanda y castaña en almibar. Ya lo decía nuestro padre intelectual, que es el que da nombre a este queso: "Un postre sin queso es como una bella dama a la que le falte un ojo". Pues eso, un delicioso, en su punto de madurez, corteza algo dura, interior entero pero que se deshace en la boca, punto dulzón, Brillat-Savarin se aliaba con una castaña que revelaba su alma salvaje, menos dulce de lo que uno suele esperar. A su lado, el plum cake, con pasas y algo de naranja formaba una trilogía digna de un renacido Capitolio. El águila de Robert Weil, con un Spätlese 2004 que es uno de mis preferidos, no hizo más que ensalzar y dar profundidad y calidez al conjunto. Salí al calor del sol de invierno en las laderas de Montjuïc y agradecí a los dioses que me permitan vivir en una ciudad donde locales como Quimet&Quimet son todavía posibles y necesarios.

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