(13/01/2010, Sergio del Molino, blogs de Heraldo.es: http://blogs.heraldo.es/dereojo/)
Que una obra de culto -tanto en su versión literaria original como en su adaptación fílmica de los años 60- lleve el nombre de Zaragoza en su título siempre ha inflamado los corazones de los culturetas amantes de su patria chica. Lo malo es que la presencia de Zaragoza se limita al título, pues ninguna de las historias que contiene esta especie de versión polaca de Las mil y una noches transcurre en la capital aragonesa.
Eso sí, el título es exacto y muy descriptivo. Según una nota preliminar en la que se supone que habla el propio Potocki, El manuscrito es una obra apócrifa: un oficial del ejército francés que participó en los Sitios la encontró en una casa saqueada en las cercanías de Zaragoza. Un prisionero español con el que hizo migas se ofreció a traducirle aquellos folios al francés, y se supone que esa versión es la que leemos. Es un recurso que huele al Cide Hamete aquel que, según Cervantes, escribió El Quijote.
El Acantilado ha recuperado ahora este texto, que permaneció inédito hasta bien entrado el siglo XX y cuya historia de descubrimiento y edición en la Europa de posguerra es casi más emocionante que las intrigas de su trama. Confieso que, aunque llevo toda la vida oyendo hablar de este libro, especialmente a través de la película homónima que dirigió en 1965 Wojciech Jerzy Has, nunca lo había leído hasta ahora. Y lamento muy mucho habérmelo perdido.
Por suerte, ahora he podido gozar de las aventuras del oficial Alfonso van Worden en una edición estupenda y parece que definitiva de la obra. El Acantilado ha traducido la edición francesa de la versión de 1810 realizada por François Rosset, muy completa y muy anotada, aunque hay que agradecer que las notas se incluyan al final, para que los lectores de la plebe que no buscamos erudiciones podamos seguir la lectura con fluidez y despreocupación.
El manuscrito encontrado en Zaragoza, más que una novela, es una colección de cuentos encabalgados. Gracias a una estructura de puesta en abismo (o de muñeca rusa: unas historias contienen otras historias subordinadas a la principal), Potocki cuenta un montón de relatos ambientados en la España de finales del siglo XVIII. Una España que él conoció a fondo como el viajero empedernido que era. Sin embargo, no es una España real: Potocki toma sus impresiones viajeras y sus conocimientos de la historia y las gentes españolas como excusa y argamasa para construir una España fantástica y mágica, llena de exotismos paranormales y desconcertantes.
Aunque se considera que El manuscrito es una obra de literatura fantástica, en realidad hay muy poca fantasía en ella, porque casi todos los hechos sobrenaturales que se cuentan en sus páginas tienen una explicación. De hecho, el protagonista, cuya historia abarca todas las demás, es un oficial de la guardia valona al que su padre ha enseñado a no tener miedo. Y aunque no paran de aparecérsele fantasmas y sufre el embrujo de una especie de demonios que se hacen pasar por sus primas musulmanas y se acuestan con él (nota al margen: el recto, muy moral y muy católico Alfonso van Worden se pasa el libro yaciendo con jovencitas, y aunque el autor lo presenta como muy piadoso y muy casto, nunca le hace ascos a un polvo), él siempre se muestra descreído.
No es El Quijote. No es un gran clásico, en el sentido de que los grandes clásicos mantienen su frescura intacta y se gozan con igual intensidad en cualquier época. El manuscrito ha envejecido mal por algunos lados, especialmente en su estructura, que es demasiado compleja para estar tan al descubierto. Un escritor moderno se habría preocupado más por engrasar las junturas y compactar más la unidad -como hizo Mary Shelley en Frankenstein, una novela concebida más o menos por las mismas fechas que El manuscrito y que guarda con él más de un parecido, entre ellos, su estructura narrativa-. Pero si se es tolerante con estas pequeñeces, el lector gozará de una lectura divertida, estimulante y muy juguetona, llena de misterios y con un alto contenido erótico, emparentado con el de los cuentos árabes.
Denle una oportunidad a Potocki, vaya, que el tipo lo merece.
Lea un fragmento de El manuscrito encontrado en Zaragoza