Revista Coaching

Productividad en la nube y las leyes de protección de datos

Por Elgachupas

Productividad en la nube y las leyes de protección de datos

Por mucho que queramos evitarlo, las heramientas en la nube se ha convertido en una pieza fundamental de nuestro día a día productivo. Los desarrolladores se esfuerzan por crear cada vez más y mejores herramientas en línea que nos facilitan el trabajo enormemente. Evernote, Dropbox, GMail y muchos otros nombres forman ya parte de nuestro vocabulario desde hace tiempo, no en vano han venido a resolver nuestra ¿necesidad? de ubicuidad productiva.

Como muchos de vosotros sabéis, en otras ocasiones me he planteado si es necesaria la nube para ser más productivos, y en general mantengo una postura anti-nube. Es cierto que utilizo algunas herramientas online de forma moderada –es imposible no hacerlo hoy en día–, pero pienso que las plataformas actuales, que no las tecnologías, aún no están preparadas para afrontar el reto de la seguridad en internet.

La falta de seguridad en la nube es algo que ha quedado patente en los últimos meses, cuando varios grupos de “hackactivistas” como Anonymous han saltado repetidamente a las primeras planas de los diarios por romper la seguridad de empresas importantes en internet, publicando los datos personales de miles de usuarios inocentes en nombre de sus propias agendas pseudo-políticas.

No pretendo adoctrinar sobre este tema. Creo que cada uno debe tener la libertad para elegir hacer lo que quiera, de confiar o no en las empresas que proporcionan estos servicios en la nube, y utilizarlos o evitarlos. Pero no debemos olvidar algo importante: la libertad de cada uno termina donde comienza la libertad de los demás.

¿Por qué digo esto? Bueno, puede que no nos importe mucho lo que pase con nuestros propios datos personales almacenados en la red. Pero en mayor o menor medida todos tenemos también información de terceros, a veces más de la que nos imaginamos. El problema es que al depositar nuestra confianza en ciertas empresas para almacenar nuestros datos, estamos actuando también en nombre de otros sin que ellos lo sepan. Imaginaos por ejemplo la información que tiene un vendedor sobre sus clientes; no sólo tiene datos personales sino que, si es un buen vendedor, es probable que tenga también información sensible, como el número y nombre de los hijos, gustos, membresías a grupos –religiosos, políticos o de otro tipo–, etc.

Este asunto es tan importante que muchos países han regulado al respecto, como por ejemplo España, y últimamente también México, por medio de las llamadas leyes de protección de datos personales. En algunos casos, como el mexicano, aún no hay un reglamento emitido al respecto, y por lo tanto no existe aún una idea clara de qué está y qué no está permitido a la hora de gestionar la información que tenemos de terceros. Pero una cosa parece clara: aplicando un criterio de prudencia, las herramientas en la nube –como por ejemplo Dropbox–, no son un buen lugar para guardar datos personales.

La solución resulta casi obvia: evitar el uso de almacenamiento en la nube o, en su defecto, almacenar algunas cosas en la nube y otras, los datos personales de terceros, sólo en el ordenador –algo que parece ciertamente poco práctico, teniendo en cuenta la cantidad de formas y lugares distintos donde pueden aparecer. Yo he optado por la primera solución –eso sí, antes me he asegurado de tener un buen sistema de respaldo de la información, del que algún día hablaré en profundidad.

Así pues, utilizar la nube para mejorar nuestra productividad no es solo un asunto de gusto personal. Es también un asunto de ética y, en cierto casos, de cumplir con la ley. Antes de decidir abrir una cuenta en Evernote o Dropbox deberías pensar muy bien cómo la vas a utilizar y si estás dispuesto a tomar las medidas de precaución necesarias para no perjudicar a terceros.

Y tú, ¿has pensado el impacto que tiene el uso de herramientas en la nube sobre los datos personales que manejas? Comparte tu experiencia y opinión en un comentario.

Artículo original escrito por Jero Sánchez. Sígueme en Twitter.

Foto por Jens Rost (via Flickr)

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