Tradicionalmente se asocia la productividad con personas que son extremadamente organizadas, “cuadriculadas”, y por tanto, inflexibles. Tanto es así que a la gente creativa casi le salen ronchas cuando alguien le menciona que le vendría bien utilizar un método de organización personal como GTD.
Paradójicamente, y esto es algo que solo aprendes con la experiencia, no puedes ser productivo si eres inflexible. La realidad es la que es, y de nada sirve intentar moldearla según nuestra voluntad, como intenté explicar hace poco en otro post, donde explicaba porqué debes decir no a la planificación.
Mientras escribo estas líneas me encuentro en Berlín de vacaciones. El día ha amanecido lluvioso y desagradable. Ya llevo dos días en esta ciudad, y puedo decir que los he aprovechado bastante bien. Mi idea era conocer hoy el área de Tiergarten –un parque enorme de varios kilómetros cuadrados en el centro de Berlín–, pero conforme está el día no parece muy buena idea, incluso con paraguas. Así que la pregunta es: ¿cómo puedo aprovechar las próximas horas de la mejor manera posible?
Afortunadamente, en mi plan general para estos días había dejado algo de margen para imprevistos, y como hago en mis proyectos de trabajo, visité en primer lugar lo más importante para mi. Así que ahora no me duele tomar la decisión de esperar unas horas, y mientras tanto aprovechar el tiempo escribiendo este post en mi habitación, arrullado por el sonido de la lluvia berlinesa. Una forma distinta, pero igual de gratificante, de disfrutar de la ciudad.
Aunque a alguno le parezca excesivo, se pueden aplicar los conceptos productivos hasta en los momentos de ocio. Es más, para mi, y para muchos de mis colegas consultores artesanos la productividad personal en general, y GTD en particular, ya se ha convertido en un modo de vida. Y como tal, nos resulta natural pensar siempre en términos productivos, es decir, en cómo aprovechar mejor nuestros recursos en función del contexto, aunque en ese momento el objetivo no sea ser productivo en el sentido literal de la palabra.
Por tanto, ser productivo significa ser flexible, estar preparado para afrontar los imprevistos, saber identificar cuándo tiene más sentido hacer cada cosa, y tomar decisiones en función de las circunstancias particulares de cada momento.
Puedes tener un plan general de lo que tienes que hacer –en el sentido de disponer de una secuencia más o menos ordenada de activades que hay que llevar a cabo–, pero el tiempo que emplees en intentar “adivinar” cuándo exactamente harás cada cosa, casi seguro será tiempo perdido.
Ser productivo significa ser flexible, aunque eso no significa que tengamos carta blanca para hacer cualquier cosa que se nos antoje, ni que utilicemos la flexibilidad como excusa para dejar de hacer lo que sabemos que debemos estar haciendo.
Ser productivo significa ser flexible, pero siempre con un propósito. Como las espigas de un campo de trigo, que se doblan sin esfuerzo cuando llega una ráfaga de viento, pero siempre recuperan su posición inicial cuando el viento cesa.
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