Revista Cultura y Ocio
Extraiga un puñado de palabras del Diccionario de la Real Academia Española, por ejemplo: destino, capitán, propio, dejar, desconsuelo. Colóquelas en la batidora, agréguele una buena medida de sintaxis, dos cucharadas de lirismo y condimente a gusto con algunas figuras o tropos retóricos. Mezcle todos los ingredientes hasta que queden bien unidos, pero asegúrese de que el mazacote no rime, finalmente vierta -con cuidado- el contenido en una hoja en blanco, de esta forma: Súbitamente, Lucía se sintió muy triste. No, fue mucho más que eso: sintió que una alimaña de sangre helada se le metía por la pernera del pijama y trepaba a través de la espalda hasta llegar a su cabeza. Una vez instalada allí, todos los otros sentimientos la abandonaron de inmediato, como ratas de un barco que se hunde, dejando al desconsuelo como capitán de su propio destino, un capitán agobiante y cruel. No podía seguir así, estaba decidido, esta sería su última mañana y ese su último café. Miró hacia la mesa donde estaba la taza, desde el líquido se elevaba una voluta de humo, parado sobre la silla, el gato intentaba agarrarla, movido por vaya uno a saber qué creencia gatuna, al verlo, Lucía liberó una sonrisa acompañada de un sollozo en do bemol, después soltó una carcajada que comenzó a abrir espacios en su aflicción. Poco a poco, los espacios fueron llenándose de fantasías, de engaños tiernos y conmovedores, haciendo que la tristeza se plegara sobre sí misma, volviendo a su condición de nudo ciego a la espera de un nuevo desenlace.Está listo, le quedó bastante bonito: dejando al desconsuelo como capitán de su propio destino. Bueno, si no le gusta, puede repetir la operación, reuniendo más palabras o cambiándolas todas. Este plato se sirve bien caliente y en cualquier momento del día, es ideal para impresionar a sus conocidos. Eso sí, debe comerse de un tirón, si sus amigos son indulgentes, siempre querrán repetir.