A mí me encanta comer, disfruto cocinando, cultivando, saliendo a comer fuera, comiendo en los viajes. La simple idea de preparar un nuevo plato me mantiene distraída durante un buen rato.
Ya tengo mi plato de comida en la mesa, huele delicioso. Pero, antes de pegarle bocado, voy a proceder a analizarlo. ¿Influye mi alimentación en la destrucción del medio ambiente? Lo vuelvo a mirar. Parece normal.
Comer es algo que hacemos todos los días, varias veces al día. Al menos todos nosotros, seres afortunados, que tenemos acceso a ello. Esto se traduce en una toma de decisiones constante, ¿Qué añadimos hoy al plato? ¿Qué no añadimos? Listas de la compra, menús semanales, hoy nos vamos de restaurante. Comer es cultura, comer es tradición, comer es social, comer es salud, es economía, y comer es medio ambiente también. Elegir qué comer y qué no comer es una de las decisiones que más repercusiones puede tener en nuestro día a día, pero también en el medio ambiente.
"Lo más maravilloso de la comida es que te permite votar tres veces al día. Cada uno de estos votos tiene el potencial de cambiar el mundo". Dijo Michael Pollan, y yo creo que también es cierto. La comida es, con diferencia, lo que más frecuentemente compramos. Y recordemos, cada compra es un voto de que mundo quieres construir. Decides quién se lleva tu dinero para seguir haciendo lo que hace y quién no. Y eso, bien usado, es un arma muy poderosa.
Hoy te traigo un post dónde relaciono nuestros platos de comida con uno de los mayores problemas ambientales, sociales y económicos a los que se enfrenta la humanidad: el cambio climático. Y de cómo, con unos cambios en nuestra forma de comprar y comer, podemos participar en la batalla contra el cambio climático.
El sistema agroalimentario actual es responsable del 44 al 57 % de las emisiones totales de efecto invernadero, que son las responsables del cambio climático. Total nada. La mitad. Estos datos se pueden interpretar de dos formas:
- Con una visión negativa, del tipo de: Esto es el apocalipsis, no hay solución posible para la humanidad. Si la mitad del problema ya lo causamos sólo comiendo... ¿Cómo vamos a encontrar una vía en la que el ser humano pueda comer tranquilamente sin destruir el planeta?
- Con una visión positiva, del tipo de: Cualquier pequeño cambio que haga en mi alimentación estará atacando de pleno en la lucha contra el cambio climático, ya que el sistema agroalimentario es el responsable de la mitad de las emisiones. Por lógica, si lo cambiamos, conseguiremos reducir en gran medida los Gases de Efecto Invernadero.
Yo no se tú, pero yo ante las dos opciones me quedo con la segunda ¿Ambiciosa? Es posible. Pero es que el sistema agroalimentario, al fin y al cabo, se gestiona desde nuestras neveras, desde nuestros platos y panaderias, son cambios que tenemos al alcance de nuestras manos. Así que ¿Por qué no intentarlo?
Pero... ahora centrémonos ¿Qué partes o procesos de nuestro sistema agroalimentario contribuye en mayor medida al cambio climático?
Vamos por partes, hay muchos, pero en este post voy a destacar principalmente tres. Porque creo que resulta mucho más fácil cuando realizas un cambio poner el foco en acciones concretas. Y estos aspectos que relacionan nuestro plato de comida con el cambio climático son medibles y permiten tomar medidas concretas, así que allá vamos.
La carne
Según la FAO, dos terceras partes de los GEI (Gases de Efecto Invernadero) relacionados con la alimentación son derivados de la ganadería. Esto la convierte en la fuente de emisiones más importante de GEI totales. Esto es debida en gran medida a que las terneras producen metano. Este gas tiene un potente efecto invernadero, mucho más que otros. Por ponerte un ejemplo, una sola molécula de metano equivale a 23 de CO2. Con lo cual, su impacto es muchísimo mayor que el de otros GEI.
Soluciones
Es una solución sencilla: comer menos carne y pescado, que la base de tu dieta sean verduras (muchas verduras), legumbres y frutas. Evita las carnes con una elevada huella de carbono, como la ternera. Y opta siempre que consumas carne o pescado por opciones ecológicas. Sé que es más caro, pero lo que te ahorras en no comprar tan a menudo lo inviertes en un producto de mejor calidad.
El transporte
Somos una especie un tanto extraña. De verdad. Somos la única especie en todo el planeta que invierte más energía en el proceso de conseguir la comida que la energía que obtiene de la misma. En el proceso de cultivado y preparación de la comida, invertimos cantidades asombrosas de energía, esta en su mayor parte proviene de combustibles fósiles. Fertilizantes y maquinaria que necesita combustible, procesos de clasificación, limpieza y envasado, pero sobre todo, invertimos una gran cantidad de energía en transportarlo por el mundo. Naranjas que viajan de China a España, Mangos de Ecuador a Italia, aceitunas de España a Estados Unidos. Si trazásemos una línea desde nuestro plato a los diferentes países de origen que lo componen quedaríamos asombrados con la cantidad de kilómetros que han sido necesarios recorrer para llegar hasta ahí.
Por supuesto cada kilómetro que ha recorrido cada ingrediente va acompañado de sus correspondientes emisiones de CO2.
La solución
Comprar de forma local reduce muchísimo tu huella de carbono, ya que la fruta y la verdura no ha tenido que viajar miles de kilómetros para llegar hasta ti. Además, se suele notar una diferencia muy grande en el sabor. La fruta que viene de lejos es recogida muy verde, para que aguante todo el trayecto sin echarse a perder. Pero es que resulta ¡que es en su última fase de maduración donde los frutos adquieren su sabor!
Pero escucha.... -me dirás- ¿y que pasa con mi café? ¿Tengo que renunciar a él?
Si lo piensas bien, muchos productos que consumimos de forma habitual no podríamos disfrutarlos de otra forma si no fuesen importados: cacao, café, té, plátanos, piñas, azúcar... Productos que hemos asimilado en nuestras dietas desde hace muchísimos años. La lista varía según los gustos de cada uno. Y aunque, como te he comentado antes, creo firmemente en fomentar el comercio local y de proximidad, tampoco soy capaz (al menos de momento) de renunciar a todos los productos que viajan miles de kilómetros para llegar a mi despensa. Para estos productos tengo otra serie de criterios:
- Primero de todo, los disminuyo al máximo, analizo realmente a qué productos puedo renunciar y aquellos con los que se me rompe un poquito el corazón cuando pienso en ello. Me quedo exclusivamente con estos últimos.
- Busco la mejor alternativa posible dentro de lo malo. La agricultura intensiva en zonas tropicales, aparte de ser catastrófica para los ecosistemas de la zona, suele venir acompañada de mano de obra explotada. Pero hay alternativas, proyectos que utilizan la agricultura ecológica y a pequeña escala para devolverle el poder al agricultor y desarrollar de forma estable la economía de la zona. Busca los sellos rainforest alliance o Fairtrade.
La deforestación
En América Latina, la agricultura comercial es la principal causante de la deforestación. Se sustituye la selva tropical por monocultivos intensivos y para zonas de pastoreo. De esta forma se sustituye una zona de selva, que dedica sus buenas horas a la absorción de C02 atomosférico, por una zona de actividad agrícola y ganadera, con sus buenas emisiones de C02. Cambiamos como quien no quiere la cosa la solución al cambio climático (la selva) con un agravante del cambio climático (la agricultura y ganadería intensiva).
Solución:
Consumir más frutas y verduras
Reestructura tu menú semanal. Sustituye las proteínas animales por vegetales. Para hacerlo bien, y rico, tanto si eres vegetariano como si sólo quieres reducir tu consumo de carne, te recomiendo estos dos libros: Vegetarianos con ciencia y proteínas vegetales, te ayudarán a disminuir tu consumo de carne y de paso a llevar una vida mucho más saludable.
Puedes probar a hacer los lunes sin carne o incluir los batidos de verduras y frutas en el día a día. Si te interesa el tema puedes echarle un ojo a este reto de 7 días de smoothies que planteamos el verano pasado.
Más mercado y menos supermercado
Coge el carro de la compra y plántate en el mercado. Disfruta de los olores, del jaleo y de los consejos del frutero. Pregúntale por sus proveedores, de dónde son, cómo cultivan. Compra comida de verdad, local, sin envases y listas de ingredientes impronunciables, sin aceite de palma, sin azúcar extra. Porque sólo hay una cosa más saludable que leer la etiqueta de lo que compras, y es que lo que compres no necesite etiqueta. Compra en cooperativas, haz que te llegue una caja semanal de verduras a casa, directamente del agricultor. Disfruta del olor de los tomates de nuevo.
Móntate un huerto
La mayor parte de emisiones de CO2 de la agricultura proviene de la manufacturación y la distribución de alimentos, esto se elimina con el huerto urbano, ya que una parte de los productos que consumimos vendrán directamente de nuestro jardín, terraza, balcón o ventana. La comida pasa del balcón al plato ¡Eso sí es comida km 0!
Aunque no tengas espacio para tener una plantación de tomates hay muchas cosas que se pueden cultivar en un pequeño balcón o incluso en la encimera de la cocina. Puedes cultivar tus hojas de ensalada, setas gourmet o germinados para acompañar tus platos de una forma sencilla y rápida.
Para ello tienes nuestro curso gratuito Móntate un Huerto. Y si ya lo has hecho y quieres dar un paso más, te puede interesar el curso online de iniciación al huerto urbano. Que recopila todo lo que necesitas saber para empezar tu huerto en casa y, sobretodo ¡mantenerlo con vida! Además, cuentas con nosotros para resolver las dudas que te vayan surgiendo.
Cómo sabemos que la cuesta de enero está ahí, hemos decidido dejarlo a un precio muy especial. Desde ya hasta el domingo a las 23.59 puedes disfrutar del curso a 55 euros en lugar de a 69. Si quieres echarle un ojo a todas las lecciones y al material que incluye, puedes hacerlo aquí.
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Ten un buen fin de semana,
Marta
PD: Te recuerdo que hemos abierto una buena sección de rebajas. En la que, por cierto, están incluidos los dos últimos calendarios hortelanos de 2017.
Fuentes:
El cambio climático y tu alimentación: Diez datos FAO: Agricultura comercial generó casi el 70 % de la deforestación en América Latina