Revista Sociedad

Quayside

Publicado el 21 agosto 2018 por Salva Colecha @salcofa

Imagina que son las cuatro de la tarde de un mes de Agosto, llevas desde las 7 de la mañana pensando que te vas a regalar una siesta de esas que salen en el Guiness porque no has pegado ojo en toda la noche. No se si será por el cambio climático, por la verbena de Quaysidelos de al lado que todavía están de vacaciones o por los calores que me da la amenaza de la subida del precio del diésel que anuncia este “nuevo gobierno” que al final acaba comportándose como el viejo. Una subida que acabaremos pagando los que ya vamos justitos y lo necesitamos para ir a trabajar (lo que me hace plantearme si con esa bajada indirecta de sueldo me compensa ya pegarme los madrugones diarios). El caso es que cuando consigo quedarme en el sofá tranquilito suena el teléfono y como me pilla bajo de defensas puede que por aquello que según  Harvard  el calor hace que la velocidad del coco pueda Quaysidebajarte hasta un 13% , lo que a mí me dejaría con el mismo C.I. que una alcachofa. Lo coges. Una agradable voz (demasiado) propone algo muy extraño. Dice que si te apetece cambiar de vida, mudarte a una ciudad nueva de unas 325 Hectáreas con un nuevo concepto de sociedad. Claro, a uno que está todavía alicaído por el síndrome post vacacional y anda hasta las narices del vecino de la Black&Decker se le abren unos ojos como platos y unas orejas como las parabólicas de los radiotelescopios.

Pues eso. Imagina por un momento que existiese la ciudad perfecta en la que todo sea límpio, en la que todos usasen lo que necesitan y no haga falta hacer caso a los que anuncian alarmas por la radio. Pues resulta que esa ciudad ya se está construyendo, en un barrio de Toronto. Para 2022 llegarán los primeros habitantes. Será una nueva vida, maravillosa. Pero en realidad no va a ser más que un Gran Hermano en el que tu vida va a ser tan conocida como la de Jim Carrey en “El show de Truman”. El

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precio de vivir en una “ciudad smart” va a ser la propia libertad de sus habitantes que van a ver como TODO va a estar controlado por Alphabet (la matriz de Google) y Waterfront Toronto. Si nos quejamos de los cacharros que llevamos en los bolsillos, imagina lo que puede llegar a ser entregar tu vida con un lacito a multinacionales ávidas de sacarte el jugo tanto como sea posible y después ya queda ver a los perros mecánicos persiguiendo a alguien como en «Black Mirror». En fin, cosas de la vida moderna. Pero piensa que si llega a caer en gracia y se extiende al resto del mundo, lo de Orwell va a ser un paraíso de la libertad comparado con esto.

En Quayside no van a tener problemas con las elecciones porque todo va a ser tan Smart que no va hacer falta preocuparse por quien va a perturbarte la vida los próximos 4 años. Tranquilo, está todo pensado, si te marchas allí caerás en manos de una tecnocracia que gobernará tu vida y que se encargará de que no se te pasen por la cabeza ideas tan raras como “Libertad” o “Democracia” . Vivirás en una cárcel donde todo estará controlado, los coches serán “pseudoecológicos” de esos

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que no contaminan en tus narices pero que hacen trizas los lugares donde se extraen los materiales de las baterías o donde se produce la electricidad te llevarán todas partes, no usarás dinero porque todo va a funcionar por códigos que dirán si eres VIP o paria.

Eso va a empezar como un primer experimento en sólo 4 años pero; ¿Y si después la cosa

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se extiende por el mundo entero? Igual las grandes corporaciones pretenden hacernos vivir en una especie de “Mundo feliz” en el que ellos sean los dueños de una economía circular que lo controle todo como ocurrió en el desierto de Atacama, en Chile, cuando las salitreras pagaban el salario  a sus empleados con fichas y así conseguían recuperar los salarios “satisfechos” a los trabajadores. Deberíamos estar atentos no nos toque defender derechos tan básicos como ver un amanecer o poder estar tranquilo en casa sin coger el teléfono.


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