Hoy se celebra el Día Internacional de los Trabajadores, mal llamado por muchos del Trabajo. La OIT, materialización del movimiento obrero y social, fue creada en 1919, como parte del Tratado de Versalles que terminó con la Primera Guerra Mundial, y reflejó la convicción de que la justicia social es esencial para alcanzar una paz universal y permanente.
Su constitución fue elaborada entre enero y abril de 1919 por una Comisión del Trabajo establecida por la Conferencia de Paz, reunida por primera vez en París y luego en Versalles.
La comisión, presidida por Samuel Gompers, presidente de la Federación Estadounidense del Trabajo, estaba compuesta por representantes de nueve países: Bélgica, Cuba, Checoslovaquia, Francia, Italia, Japón, Polonia, Reino Unido y EEUU. El resultado fue una organización tripartita, la única en su género con representantes de gobiernos, empleadores y trabajadores en sus órganos ejecutivos.
La constitución contenía ideas ya experimentadas en la Asociación Internacional para la Protección Internacional de los Trabajadores, fundada en Basilea en 1901. Las acciones en favor de una organización internacional que enfrentara temas laborales se iniciaron en el siglo XIX, y fueron lideradas por dos empresarios, Robert Owen y Daniel Legrand.
La fuerza que impulsó la creación de la OIT fue provocada por consideraciones sobre seguridad, humanitarias, políticas y económicas. Al sintetizarlas, el Preámbulo de la constitución de la OIT dice que las Altas Partes Contratantes estaban “movidas por sentimientos de justicia y humanidad así como por el deseo de asegurar la paz permanente en el mundo…”
Había un verdadero reconocimiento a la importancia de la justicia social para el logro de la paz, en contraste con un pasado de explotación de los trabajadores en los países industrializados de ese momento. Había también una comprensión cada vez mayor de la interdependencia económica del mundo y de la necesidad de cooperación para obtener igualdad en las condiciones de trabajo.
La labor
La OIT realizó aportes importantes al mundo del trabajo desde sus primeros días. La primera Conferencia Internacional del Trabajo en Washington en 1919 adoptó seis Convenios Internacionales del Trabajo referidos a las horas de trabajo en la industria, desempleo, protección de la maternidad, trabajo nocturno de las mujeres, edad mínima y trabajo nocturno de los menores en la industria.
La OIT estableció su sede en Ginebra en 1920 con el francés Albert Thomas como primer presidente.
Con ímpetu impulsó la adopción de 16 convenios internacionales del trabajo y 18 recomendaciones en menos de dos años. Este fervor pronto fue moderado, ya que algunos gobiernos pensaban que había demasiados convenios, presupuesto excesivo e informes muy críticos.
Sin embargo, la Corte Internacional de Justicia bajo presión del gobierno francés, declaró que el ámbito de acción de la OIT se extendía a la reglamentación de las condiciones de trabajo del sector agrícola.
En 1925 se creó un Comité de Expertos como sistema de supervisión de la aplicación de las normas de la OIT. Aún existe y está compuesto por juristas independientes responsables del análisis de los informes de los gobiernos y de presentar cada año a la Conferencia sus propios informes.
La depresión y la guerra
El británico Harold Butler, sucesor de Thomas desde 1932, enfrentó la Gran Depresión y su consecuencia de desempleo masivo. Al darse cuenta de que para abordar temas laborales necesitaba de la cooperación internacional, EEUU se convirtió en miembro de la OIT en 1934, aunque continuaba fuera de la Sociedad de las Naciones.
El estadounidense John Winant asumió en 1939 cuando la Segunda Guerra Mundial era inminente. Por motivos de seguridad trasladó la sede de la OIT en forma temporal a Montreal, Canadá, en 1940. En 1941 dejó la organización.
Su sucesor, el irlandés Edward Phelan, ayudó a escribir la constitución de 1919 y desempeñó un papel importante durante la reunión de Filadelfia de la Conferencia Internacional del Trabajo en medio de la Segunda Guerra Mundial, en la cual participaron representantes de gobiernos, empleadores y trabajadores de 41 países.
Los delegados aprobaron la Declaración de Filadelfia, incorporada a la constitución, que es aún una Carta de los propósitos y objetivos de la OIT. En 1946, la OIT se convirtió en una agencia especializada de la recién creada Organización de las Naciones Unidas. En 1948, todavía bajo la dirección de Phelan, la Conferencia Internacional del Trabajo adoptó el Convenio No. 87 sobre la libertad sindical y la protección del derecho de sindicación.
Los años de posguerra
El estadounidense David Morse fue director general entre 1948 y 1970. La organización asumió su carácter universal, los países industrializados pasaron a ser una minoría ante los países en desarrollo, el presupuesto creció cinco veces y el número de funcionarios se cuadruplicó.
La OIT creó el Instituto Internacional de Estudios Laborales con sede en Ginebra en 1960 y el Centro Internacional de Formación en Turín en 1965. La Organización ganó el premio Nobel de la Paz en 1969. Entre 1970 y 1973, con el británico Wilfred Jenks como director general, avanzó en el desarrollo de normas y mecanismos para la supervisión de su aplicación, en particular en la promoción de la libertad sindical y la protección del derecho de sindicación.
Su sucesor, Francis Blanchard, extendió la cooperación técnica de la OIT con países en desarrollo y evitó el deterioro la Organización pese a la pérdida de un cuarto de su presupuesto tras el retiro de EEUU. La OIT desempeñó un papel importante en la emancipación de Polonia de la dictadura, al darle su apoyo a la legitimación del sindicato Solidarnosc basándose en el respeto del Convenio No. 87 sobre libertad sindical, que Polonia había ratificado en 1957.
Michel Hansenne de Bélgica asumió el cargo en 1989 y condujo la OIT luego de la Guerra Fría, orientándola hacia una descentralización, mayores actividades y recursos fuera de Ginebra.
El actual director general, el chileno Juan Somavia, fue elegido el 23 de marzo 1998. Asumió su mandato de cinco años el 4 de marzo de 1999, convirtiéndose en el primer representante del hemisferio sur en dirigir la organización. En marzo de 2003 fue reelegido para un segundo mandato de 5 años, y para un tercer mandato el 18 de noviembre de 2008.