Revista Vino
Mallorca es una sensación. Tengo suerte, quizás: no he nacido en ella. No necesito la genealogía ni reconocer a nadie ni que nadie me reconozca como suyo para estar a gusto en la isla. De dónde eres, de dónde vienes, qué has hecho, cómo se llaman los tuyos, son cosas importantes para un mallorquín. Yo no he nacido allí: siento Mallorca de una manera más ingenua, más visceral. Mallorca es una sensación desde los 17 años. Mallorca es periferia: puedes ir a bañarte en ella, pero harás bien si evitas sus zonas dolorosas, destrozadas de hace años por un turismo que ha intentado comerse la esencia de esta isla. Muchos vendieron, sí, se construyó destruyendo, también. Pero la esencia sigue bien viva.
Mallorca es periferia construida pero conserva lugares en los que puedes olvidar si el Tigris queda a mano derecha y el Eufrates a la izquierda. ¿O era al revés? Sa Canova hasta el Cap Ferrutx, por ejemplo, cuando cae el sol y estás tan quieto mirando el Cap rebozado de mágica luz que parece que hayas cometido un grave delito. ¿Son esos los gritos de Polifemo? ¿No estábamos en Sicilia? En el Mediterráneo, todas las islas grandes se parecen, también algunas penínsulas (Mani, el sur del peloponeso). Por eso me gustan tanto todas. Mallorca es la sensación de los mercados, del espíritu del campo, nunca recuperado porque jamás se ha perdido. Mallorca, a ratos, es naturaleza (desde es far des Cap de Ses Salines hasta cala Tugores), a ratos paisaje. Mallorca es harina, son lagunas de sal al atardecer. Mallorca es aceite, son almendros, algarrobos y limoneros. Mallorca es albaricoque, patatas y olivas con hinojo marino. Mallorca es recuperar la sensación de respeto hacia los animales: solo en Mallorca se me ocurriría tener a un perro conmigo. Un "ca rater", por supuesto. Mallorca es un mundo de llanuras cultivadas y de acantilados salvajes. Mallorca es sensación de aves en libertad. Mallorca es volver a sentir, oler y comer aquello que toca cuando toca. Mallorca es un cerdo. Mallorca es un hermoso racimo de uvas. Mallorca es la tierra que me permite volver a la esencia pausada de las cosas sencillas. A la adoración, renovada cada año, del dios de las pequeñas cosas. Cada cual encontrará su lugar, no tengo dudas. El mío es Mallorca. Ya lo sabéis, ¿verdad? Volvemos. ¿O vamos...?