En la segunda mitad de 2009 el Centro de Estudios para la Presidencia y el Congreso de EEUU comenzó a trabajar en una evaluación a la que se dio el título de “Movilizando a la OTAN para Afghanistán y Pakistán: asegurando el futuro de la Alianza”. Uno de sus autores, por cierto, era el General Craddock. El título del informe ya dice muchas cosas: primero que lo de Afghanistán y lo de Pakistán está unido. Segundo y más importante: que nos estamos jugando el futuro de la OTAN, que si la cagamos aquí nos vamos a ir al mismo nicho que el Pacto de Varsovia.
El prefacio del documento es meridianamente claro en cuanto a sus objetivos. Dice que se trata de redinamizar los esfuerzos de la OTAN en Afghanistán y hacer que los recursos que invierte en Afghanistán se utilicen de manera más efectiva y eficiente. Asimismo procura que la OTAN adopte una estrategia que incluya a Pakistán. Una vez indicados esos objetivos, todavía en el primer párrafo del documento, llega el primer capón para los aliados: “Desarrollando esta estrategia, identificando recursos europeos no utilizados o mal desplegados [obsérvese, no hay recursos norteamericanos no utilizados o mal desplegados] y vinculando la amenaza de repercusiones regionales y terrorismo con el fracaso en Afghanistán y Pakistán, esperamos incrementar el apoyo político, militar y civil europeo a la misión de la OTAN. [es decir, que hay que meterles el miedo en el cuerpo a los europeos y a sus opiniones públicas para que no se hagan los remolones y apechuguen]. Se necesitan desesperadamente recursos adicionales para asegurar tanto el éxito en Afghanistán como la credibilidad futura de la Alianza [sospecho que para algunos se había llegado a tal grado de desesperación, que ya casi lo de vencer en Afghanistán no contaba. Ya todo se reducía a que la Alianza no quedase a la altura del betún].” Más adelante en el documento viene un capón mayor a los aliados, cuando dice que existe en EEUU la percepción creciente de que en lugar de colaborar en proporcionar seguridad, se han convertido en unos gorrones que se limitan a chupar de los medios de EEUU. Y al hilo de esto una de las conclusiones del informe es que los europeos estaban en condiciones de aportar más en Afghanistán.
En su prefacio el documento identifica seis problemas que están perjudicando los esfuerzos de la OTAN: 1) Haberse centrado exclusivamente en Afghanistán y haberse olvidado de que lo que ocurre ahí está íntimamente conectado con lo que sucede en Pakistán; 2) No haber entendido el gran marco geoestratégico y la relación entre Afghanistán y la amenaza del terrorismo extremista en otras partes del mundo. Esto da ocasión de paso a meterle un viaje a la UE por negrarse a integrar sus esfuerzos antiterroristas con los esfuerzos de la OTAN; 3) El viejo tema de las trabas que ponen los Estados para dejar que sus tropas entren en combate; 4) Son insuficiente los recursos destinados a la formación de las fuerzas afghanas; 5) La necesidad de que las decisiones en el seno de la OTAN se adopten por unanimidad, lo que genera muchísima lentitud en el proceso decisorio; 6) Desconexión entre la elaboración del “Concepto estratégico” de la OTAN, que es un proceso pausado como son todos los productos encomendados a un comité, y el ritmo de los acontecimientos sobre el terreno en Afghanistán, donde los talibanes no esperan a que hayas terminado de redactar el artículo tercero antes de poner la bomba.
El 1 de diciembre de 2009 en un discurso en West Point Obama volvió a hablar de su estrategia para Afghanistán. ¿Alguien adivina en qué consistía? Efectivamente: ¡más madera! ¡Es la guerra! Dijo que mandaría 30.000 soldados más, que les zumbarían a los talibanes y luego los empezaría a retirar a partir de julio de 2011. Así que como entramos en el año más sangriento para las tropas de EEUU en Afghanistán.
En febrero de 2010 ISAF lanzó la Operación Moshtarak, la más nutrida desde el inicio de la guerra. Se trataba de recuperar el control de Marja en el sur del país. En ella participaron 8.000 combatientes más 7.000 de personal de apoyo. En esta ocasión se ensayó un nuevo modelo de operaciones: las tropas irían inmediatamente seguidas por administradores civiles afghanos que pondrían en marcha la administración de la zona tan pronto hubieran terminado los combates. Por cierto, que todo este esfuerzo era para recuperar un área de 260 kilómetros cuadrados.
A pesar de ésta y otras operaciones, los talibanes fueron capaces de lanzar más ataques que en cualquiera de los años precedentes en dos tercios del país. Aunque la llegada de Obama al poder y el anuncio de su estrategia el año pasado había galvanizado algo a la opinión pública, desde mediados de año los problemas se amontonaron unos encima de los otros. Las dudas sobre la actitud de Pakistán no hicieron más que multiplicarse. El malestar de los afghanos por las víctimas colaterales (maravilloso eufemismo) de las acciones de ISAF no paraba de aumentar y el propio Karzai se hizo eco de él en varias ocasiones. La opinión de que Karzai era un líder corrupto en el mejor de los casos y un incompetente corrupto en el peor, empezó a extenderse. Esta opinión se vio reforzada por la poca limpieza de las elecciones parlamentarias de septiembre de 2010, que vinieron a confirmar que el fraude de las elecciones presidenciales de agosto de 2009 no había sido un acontecimiento excepcional, sino la pauta. Las declaraciones del Comandante de las FFAA de EEUU y de ISAF, el General McChrystal, que dijo en público lo que muchos pensaban en privado, y que le costó una sonora patada en las posaderas. En el verano de 2010, los holandeses, que tenían 1.950 combatientes y eran de los que más habían participado en los combates, se retiraron de Afghanistán. Más importante que el impacto militar, fue el simbolismo político. Finalmente, el cansancio de las opiniones públicas norteamericana y europeas con una guerra a la que ya no le veían ningún sentido. Los mensajes de que la seguridad de nuestras casas se estaba jugando en Afghanistán nunca llegaron a calar.
Así se llegó a la Cumbre de la OTAN que se celebró en Lisboa en noviembre de 2010. En dicha Cumbre se presentó el nuevo Concepto Estratégico para la próxima década. Si uno lee el documento, llega a la conclusión de que ahí fuera hay un montón de amenazas, pero que gracias a Dios la OTAN es la mamá de Tarzán y nos va a proteger de todas ellas. Sí, leyéndolo, uno ni se da cuenta de que hay mar de fondo.
El Concepto Estratégico alude a Afghanistán en un momento dado: “Las lecciones aprendidas de las operaciones de la OTAN, sobre todo en Afghanistán y en los Balcanes Occidentales, muestran que una aproximación omnicomprensiva política, civil y militar es necesaria para la gestión efectiva de la crisis.” El párrafo sigue diciendo que la OTAN se coordinará con otros actores internacionales para que la actuación internacional sea más coherente y efectiva y que debe tener suficiententes recursos financieros, militares y humanos para llevar a cabo sus misiones. Para mí resulta obvio que la OTAN, después de todo, sí que había aprendido algo de lo de Afghanistán: 1) Que las situaciones difíciles no se resuelven únicamente lanzando bombas, sino que hace falta un componente político y de reconstrucción; 2) Que hay que por mucho que uno piense que es la mamá de Tarzán, es bueno buscarse amiguitos que le ayuden; 3) Que hace falta contar con los medios adecuados (esto va por los escaqueados de los europeos).
Durante la Cumbre la OTAN firmó con el Gobierno de Afghanistán la Declaración de Partenariado Duradero. Cuando en política internacional uno utiliza el adjetivo “duradero” suele ser porque no le ve futuro al asunto y piensa que se le va a descuageringar de un momento para otro. La Declaración comienza reconociendo que “Afghanistán es cada vez más capaz de ejercer su liderazgo en las áreas interconectadas del buen gobierno, el desarrollo y la seguridad.” Me pregunto cómo hicieron para no partirse de risa mientras escribían eso. La OTAN reafirma su compromiso con Afghanistán y dice que seguirá ayudándole para hacer frente a las amenazas a su seguridad, estabilidad e integridad. El Gobierno de Afghanistán, por su parte, seguirá desempeñando sus responsabilidades de manera conforme a los compromisos que adquirió de “combatir el terrorismo, fortalecer la economía, ocuparse de la corrupción, la seguridad reginal y la cooperación económica y el respeto a los derechos humanos, en particular a los de las mujeres”. A continuación se detallan los mecanismos por los cuales se desarrollará la Declaración, la cual será revisada a intervalos de no más de tres años.
Aparte de la Declaración, durante la Cumbre quedó claro que la responsabilidad de la seguridad se empezaría desde ya mismo a trasferir a los afghanos y que habría un cese gradual de las operaciones militares que se extendería hasta el final de 2014. Aunque la prisa por encontrar la puerta de salida era tanta, que algunos de los aliados dejaron claro que decidiese lo que decidiese la OTAN, ellos se retirarían y cuanto antes, mejor.
En Lisboa una vez más se puso de manifiesto que una de las condiciones para ocupar el cargo de Secretario General de la OTAN es la de poseer un elevado grado de optimismo. Anders Fogh Rasmussen, que había asumido el cargo el año anterior, afirmó al término de la Cumbre: “Aquí en Lisboa, hemos lanzado el proceso mediante el cual el pueblo afghano volverá a ser el amo de su propia casa.” Yo diría más bien que la OTAN había lanzado el proceso de salida del país al grito de “maricón el último”.