Revista Vino
De pequeño me fascinaba una parada de la Boquería, la primera que uno encontraba cuando llegaba al mercado desde la Rambla: "Carne de toro de lidia", voceaba el letrero. ¡Cómo han cambiado las cosas en esta ciudad! Conste que no quiero provocar ningún tipo de debate pero todo lo que ha sucedido el pasado fin de semana en Barcelona, me ha llenado de recuerdos. De pequeño, por aquello de las afinidades, pasaba horas con mi abuela mirando corridas de toros en una tele en blanco y negro. De pequeño descubrí que ese toro se comía...Y de mayor, me enamoré de los estofados de rabo de toro. Una de las mayores celebraciones de mi vida tuvo lugar en el restaurante Pitarra, de Barcelona (¡todavía sigue en pie ese monumento de la Barcelona que ya no es!). Y ese joven que tampoco es no tuvo mejor idea que invitar a un selecto grupo de académicos a un suculento estofado de rabo de toro. ¡Qué caras pusieron! Y ahora me pregunto: ¿alguien, en esta ciudad, habrá guisado los rabos de esos últimos toros lidiados en Barcelona? ¿O eso ya no se permite...? Por puro sentimentalismo, le hubiera puesto yo a esos rabos un vino de altura. Se me ocurrieron algunos, mientras pasaba frente a la Monumental y veía entrar ríos de gente como nunca había visto antes...