Revista Vino
El Hostal Playa (C/ Major, 25, Colònia de Sant Jordi, telf. 971655256) representa la tradición y la esencia de la hostelería en Mallorca. Fue el primer hotel de la Colònia de Sant Jordi. Hoy, la localidad (que depende de Ses Salines), se ha convertido en un infumable pastiche de cemento, ruido y constantes agresiones al mar que mira a Cabrera. Pero el Hostal Playa y su terraza se mantienen como si nada hubiera pasado a su alrededor. Los booms inmobiliarios y las hordas de turistas, han respetado el lugar y lo han convertido, de hecho, en la esencia de aquello que fue en Mallorca y ya no es. Puede que su alter ego en el norte sea El Guía (Ca's Pentinadó), en Sóller, no por casualidad restaurante de otro hostal.
El secreto está en que desde 1934 se encuentra en manos de la misma familia, que lo renovó en su momento pero con discreción y conservando los elementos que, hoy, convierten al Hostal en un punto de referencia. Su terraza (foto inferior) es la mejor de las que conozco en el sur de Mallorca: orientada a Cabrera y con vistas impresionantes sobre la zona, puede hacer uno en ella casi la abstracción de que las cosas no han cambiado. Si uno no se mueve de la terraza, claro...La atención, aunque haya algún despiste de servicio (hay gente joven y, quizás, temporal en la sala), es muy buena y el dueño joven está en todo. Amable y con una experiencia del pescado de Cabrera que tumba. El problema, como siempre con ese material extraordinario, es el precio...
Pero cuando te ponen un gallo de San Pedro ante tus narices de casi dos kg, aunque vaya a más de 60€/kg, acabas "picando". Es uno de los pescados que más aprecio y poder tomarlo con esa envergadura y con verduritas a la brasa, como el mismo pescado, es un lujo que pagamos. Casi diría que a gusto. La textura del pescado era de frescura extrema, la solidez y suavidad de sus carnes, impresionante, y el punto de cocción en la brasa, sublime. Antes, habíamos tomado de entrante unos sabrosos (aunque no extraordinariamente tiernos) calamares fritos a la andaluza (demasiado caros para lo que era la ración: 16,5€) y un trempó suculento, al que habían renovado con tropezones de pera, mango y alcaparras. Me gustó. Antes todavía, había tenido que lidiar, con el consiguiente disgusto, con la carta de vinos. De largo, se trata de lo peor del restaurante. En mi opinión, alguien tendría que hacerles una reflexión sobre qué vinos interesantes se hacen hoy en Mallorca porque no basta con tener algunos vinos mallorquines. En un sitio así hay que tener calidad. Y de eso, había poco.
Tan poco que contraviniendo todas mis reglas (allí donde vas, bebe el vino de la tierra), tuvimos que terminar con un Raventós i Blanc. Los lectores de este cuaderno saben que no tengo nada en contra de esta empresa, al contrario. Me considero amigo de la casa y disfruto con muchos de sus cavas. Pero no era de recibo quer tuviéramos que acabar con un Raventós i Blanc Reserva Brut del 2009. Estuvo rico y acompañó bien, pero no era lo que yo quería para el gallo, ni de largo. Las copas para el vino son algo que tienen también que revisar. Y el apartado de champagnes, es un grito apologético al boom del ladrillo: mal gusto y poco criterio. Eso sí: botellas por encima de 50€ para que quienes las pagan, se sientan más "a gusto" con lo que identifican como buen champagne. Sin duda, esta parte fue la peor. El dueño proclamaba, en una mesa vecina, que su local "es una casa de comidas". Es posible que, en un menú de mediodía y en invierno, eso sea así. Pero cuando hacen la temporada (que no será, en total, de más de dos meses en verano, y en días alternos), sus precios y el tipo de cosas que sirven son algo bien distinto. Y el objetivo que buscan es, turista o no, un cliente pudiente que no mira demasiado la cuenta. Nosotros sí la miramos. Y mucho. Y como decía, si recibimos en reciprocidad por lo que pagamos, nos vamos contentos. Del Hostal Playa nos fuimos contentos, lo confieso, porque tienen una terraza excepcional, porque nos trataron bien, porque el género era de extrema calidad (incluyo aquí unas patatas fritas que comió uno de nuestros hijos, de Es Llombards: extraordinarias) y lo cocinan todo sin secretos y en su punto.
Si hubiéramos pagado 40€ por cabeza en vez de 55€ (tres primeros, cuatro segundos, tres postres, refrescos y una botella de cava; las aceitunas te las cobran aparte) y hubiéramos bebido en copas correctas algún buen vino mallorquín, me hubiera ido más contento todavía. La gente tiene que saber los pros y contras de un hostal que, con todo, es uno de los lugares que uno tiene que conocer en el sur de Mallorca. Sobre todo si no le importa cuánto paga y que le sirvan un espumoso (aunque sea de una célebre viuda...) con una minicopa de comunión salida del congelador.