- Leeré todo tipo de obras, clásicas o no, intelectuales o no, para divertirme... y criticaré todo lo que no me guste.
- Defenderé cualquier novela cuando intenten denigrarla solo por pertenecer a un género maldito a sus ojos.
- Disfrutaré de lo que lea a mi manera y haré mis reseñas a mi manera. Me detendré en lo anecdótico y en lo que me llama la atención, no en aspectos que ni a mí ni al lector de mis reseñas le importan en lo más mínimo. También pasaré por alto las cosas que no me parecieron pertinentes para la reseña (lo cual no quiere decir que no las haya detectado, simplemente que no quiero perder el tiempo haciendo una reseña kilométrica para satisfacer los deseos de nadie).
- Usaré el lenguaje que me dé la gana. Puede que incluso llegue a lo barriobajero si el libro no me gustó nada (porque el barriobajero es un lenguaje que da mucho juego para expresar sentimientos negativos). El blog es mi casa y en mi casa hablo como me da la gana. Sin faltar el respeto pero como me dá la gana.
- Argumentaré siempre, pero siempre como me dé la gana. Respetaré las opiniones ajenas cuando estén argumentadas, pero nunca cuando contengan insultos o comentarios que son insultos indirectos.
- Eliminaré sin piedad los comentarios de los Radicales literarios que se atrevan a insultarme o a insultar a otros. Y pondré en su sitio a los Radicales literarios que se pongan tiquismiquis, invitándoles a que se vayan a leer el Babelia o cualquier blog más intelectual si este no les gusta (nada tengo contra esos medios, de hecho, los sigo... pero son el lugar a donde deben ir los Radicales literarios si quieren leer reseñas, no a molestar a los autores de blogs literarios personales).
Revista Cultura y Ocio
Hace un par de semanas me salió un troll. Pero no era el típico troll que entra a quejarse de todo cuanto hay en el blog y a molestar por molestar, sino la versión electrónica de un colectivo de personas (demasiado numeroso) que siempre he llamado Radicales literarios. Ya me ha pasado antes: la reseña de Jane Eyre, donde la troll en cuestión me dijo que "no entendí nada" e intentó darme una clase y adoctrinarme sobre cómo debía leer un libro para "disfrutarlo", entre muchas otras cosas, es solo una de varias. Quizás la reseña de Opus nigrum fue la más sonada, porque recibí comentarios tan ofensivos que tuve que borrarlos (básicamente, y con palabras suaves, el tipo decía que ese libro es una obra maestra de la literatura y que yo soy una gilipollas por no haber sabido apreciarlo).Pero, ¿quiénes son los radicales literarios? Pues son, básicamente, gente muy leída pero (¡cuidadín!) no leen cualquier cosa. Solo clásicos o libros muy bien valorados entre los círculos intelectuales. La mayoría se valoran a sí mismos y a los demás en función de la "calidad" de lo que leen. Por supuesto, desprecian a todo el que no lee y también a los que leen pero no coinciden en su opinión con ellos. Y a estos últimos hay que salvarles de la ignorancia en la que viven enseñándoles qué deben leer y hasta cómo deben leerlo para disfrutarlo porque, cómo no, su forma de leer es LA ÚNICA forma válida de leer. Y su opinión es la buena.No hace falta añadir que, como alguien se atreva a señalar el más mínimo fallo en sus obras de referencia, se arriesga a recibir un extenso discurso/comentario con la verborrea más pedante y retorcida que son capaces de reunir, plagada de todo tipo de insultos (no muy creativos y seguramente sacados de algún libro o ensayo) que te descalificarán y amenazarán con hacerte sentir como una mierda... a no ser que te fijes en la forma, y no en el contenido, en cuyo caso encontrarás todo tipo de errores gramaticales y estructurales, puede que incluso alguna falta de ortografía y todo tipo de argumentos (si es que se molestan en intentar argumentar) mal planteados o con graves errores que no llegan a ninguna parte. A veces hasta ellos mismos se dan cuenta de que han escrito algo sin sentido e intentan corregirse, aunque generalmente lo único que logran es soltar más burradas.Lo que más gracia me hace es que en muchos de mis encontronazos con ellos han estado plagados de divertidas muestras de ignorancia por su parte: desde "Orgullo y prejuicio es una novela del realismo" (confundiendo el estilo realista, en el que pueden englobarse desde las novelas de Jane Austen hasta El diario de Bridget Jones con el género del realismo, caracterizado por un intento de mostrar la realidad tal cual, sin florituras, con muchas descripciones y mucha "objetividad") hasta el surrealista "No, si yo no tengo ni idea de este tema, solo me estaba tirando el pisto" de un compañero del máster de Edición cuando el director nos preguntó cuáles eran nuestros argumentos en la apasionada discusión sobre ciencia ficción que estábamos manteniendo y, tras exponer mi opinión y dárseme la razón, le tocó dar sus argumentos. Claro, me he topado con muchos más como "El señor de los anillos es literatura barata" (¿?) o "Madame Bovary es una novela romántica pero aun así se salva" (¿en qué universo es novela romántica?), pero me resulta todo tan absurdo y me agotan tanto este tipo de personas que ni siquiera me molesto en corregirles aunque, por otro lado, al no hacerlo solo logro que difundan sus burradas entre la gente que, sin estar avisados, les toma por individuos verdaderamente instruidos.Y no estoy diciendo que yo sí sea una persona verdaderamente instruida, no. Considero que eso no es algo que se pueda conseguir con facilidad: siempre hay algo nuevo que aprender. Pero sí que sé callarme o reconocer cuando no sé algo, en vez de tirarme el pisto y, desde luego, no me pongo a decir cosas que no sepa al 99% que son ciertas... por no decir que soy capaz de admitir mis errores si me he equivocado. También soy una de esas "despreciables" que leen para entretenerse y evadirse: no leo para valorarme a mí misma en función de mis lecturas e ir presumiendo de que he leído a tal o cual autor. Que sí que podría fardar, y mucho más que ciertas personas, teniendo en cuenta que leo cosa de uno o dos clásicos al mes, lo que me hace tener un montón de lecturas "intelectuales" a mis espaldas. Pero me parece absurdo y, por otro lado, como no lo leí "correctamente" (es decir, a su manera), no cuentan. Además, toda la "basura" (según ellos) que he leído es como una mancha en mi expediente que se hace cada vez mayor.Aparte, soy una fiel partidaria del respeto a las opiniones ajenas y me gusta discutir sobre libros con gente que tiene visiones diferentes a la mía, pero siempre desde una posición de igual a igual y no desde la creencia equivocada de que yo soy superior porque mi forma de leer es mejor o porque he leído más libros que la persona con quien discuto. Y, desde luego, no me avergüenzo de ninguno de los libros que he leído (¡y mucho menos de mis preferidos!) solo porque sean lo que ellos llaman "baja literatura". Todo lo contrario: los defenderé hasta la muerte, incluso a los que no me han gustado, porque la gente a la que sí les ha gustado es tan digna de respeto como yo o como cualquier otro lector.Todo esto me convierte en la enemiga natural de los Radicales literarios y en su objetivo. Sobra decir que, cuando están en mayoría (durante mis estudios, por ejemplo) resulta difícil no quedarse callada y dejar que crean que eres como ellos. Son terriblemente fáciles de imitar: lenguaje pseudointelectual, actitud superior... Pero yo lo de fingir no lo llevo bien y lo de callarme cuando se están diciendo burradas menos, así que me convierto siempre en la "barriobajera" esa a la que le gusta la fantasía, la romántica, la juvenil y "esos libros horribles para gente sin cerebro". El hecho de que pueda citar fragmentos y escenas de Guerra y paz o El gran Gatsby les descoloca y parece que les ofende más que mis preferencias literarias, así que hay que atacar, no sea que les contagie mi pasión por ciertos espantos y alguno del grupo descubra que hay libros buenos más allá de Proust (o de cualquier otro autor de renombre en ciertos círculos).En entornos virtuales, por descontado, los Radicales literarios también hacen de las suyas. Cuando entran en este blog, sin ir más lejos, no pueden dejar pasar la oportunidad de visitar la reseña de sus libros de referencia, esquivando todo lo demás (nuevamente, no sea que se contagien) para ponerme verde si les he sacado algún fallo y, por supuesto, porque el tono de mi reseña no es lo bastante intelectual para una obra tan magna. A mí no me preocupa que lo intenten conmigo, pero me apena el daño que pueden hacer estos individuos en lectores más jóvenes, por ejemplo adolescentes que se están iniciando en la lectura, abren su blog porque quieren compartir su pasión con el mundo y deciden reseñar alguna de estas obras. Me apena tanto como imaginarme a una persona como yo, pero con menos carácter, enfrentándose a un grupo de estos especímenes en cuanto se le ocurriera reconocer que se ha leído una de las obras de sus listas negras (casi todas las obras que hay en el mercado, vamos) y que le ha gustado.Pero en fin, lo más que puedo hacer es enfrentarme a ellos, que no es mucho porque hacerlo es como pegarle puñetazos a una pared: no escuchan nada que no sean comentarios de admiración por lo intelectuales que són y opiniones que sean clavadas a las suyas. Aun así, yo, por lo menos, y a mucha honra: