Reality, de Matteo Garrone 03/09/2013
Posted by María Bertoni in Cine.trackback
El rey de la comedia, Todo por un sueño, Muriendo por un sueño integran la lista de antecedentes cinematográficos que podrían quitarle puntos a Reality en materia de originalidad. De hecho las películas de Martin Scorsese, Gus Van Sant y Paul Weitz ya retrataron con más o menos talento la atracción patológica que algunos mortales sienten por la promesa de fama mediática, a tono con la recordada predicción de Andy Warhol. Sin embargo, el largometraje de Matteo Garrone sabe aportar lo suyo a la denuncia de un fenómeno que impresiona no sólo porque desconoce fronteras sino porque atenta contra el sentido de pertenencia que en principio sobrevive en los habitantes de rincones menos expuestos al avance globalizador.
La particularidad de este film radica entonces en mostrar el daño que los reality shows -en este caso, Gran Hermano- provocan a distancia, lejos de la industria de entretenimiento que los parió. Por encontrarse en las antípodas de la hibridez televisiva, el dueño de una pequeña pescadería napolitana representa un interesante caso de estudio en este sentido.
Que Luciano y su entorno hablen en dialecto acentúa todavía más la distancia con el “no lugar” (otra vez Marc Augé) de los realities. En otras palabras, este detalle discursivo vuelve más evidentes las escasísimas (por no decir “nulas”) chances de congraciarse con los responsables del casting y todo lo que este aspirante debería sacrificar para participar en el programa.
“Conté todo, lo que nunca le conté siquiera a mi padre” dice el protagonista al salir de una primera prueba en las instalaciones de la romana Cinecittà. Esta suerte de striptease verbal es un adelanto de los demás desnudos que estará dispuesto a realizar para alcanzar la fama deseada.
A diferencia de Ruppert Pupkin que secuestra a Jerry Langford y de Suzanne Stone que encarga el asesinato de su despreciado esposo, Luciano arriesga la integridad de una familia que quiere y lo contiene, además de su casa y su negocio. De esta manera atenta contra su propia vida.
Como en Gomorra, Garrone vuelve a retratar al pueblo napolitano con aparente conocimiento de causa, sin recurrir a los estereotipos de las publicidades de pasta. Quizás por eso esta película ilustra mejor que sus predecesoras norteamericanas la dimensión mundial del daño infligido.
Aunque en un plano secundario, el director se detiene en otras herramientas que la globalización utiliza para vaciar cerebros. Por ejemplo, las fiestas temáticas de casamiento (la película arranca con una carroza digna de un cuento de hadas que traslada a un flamante matrimonio), la multiprocesadora de apariencia robótica, el show pornosoft en una discoteca, la importancia acordada al celular, las expresiones en inglés en boca del winner Enzo.
El recuerdo de Truman Burbank también irrumpe en la mente de quienes asistimos a la psicosis de Luciano. De hecho, estos espectadores acusamos cierta ilusión de continuidad entre la fábula de Peter Weir y esta ficción de Garrone, desde el momento en que ambas concluyen con un final abierto montado en un momento clave de la historia: en la película de 1998, cuando el héroe a cargo de Jim Carrey abandona el estudio de televisión que había creído su mundo; en Reality cuando el antihéroe encarnado por el muy conmovedor Aniello Arena por fin consigue ingresar a la casa de Gran Hermano donde -está convencido- emprenderá su nueva y exitosa vida.
———————————————————————————————————–
PD. Tras haberse proyectado en la segunda edición del Festival de Cine Italiano y en la cuarta entrega de la Semana de Cine Europea, Reality se estrenó el jueves pasado en nuestras salas comerciales.
———————————————————————————————————–
Posts relacionados
Reality shows
El precio de la inmortalidad
Celebrity splash, otra propuesta televisiva al servicio de la humillación
¿Quién quiere casarse con mi hijo? (reseña)
Dance your ass off (reseña)
The bachelor/ette (reseña)
Next (reseña)
The swan (reseña)
Latin American Idol (reseña)
Gran Hermano 2007 (reseña)
Combo tilingo