Esto es el indie, esto. Lo de Pete Astor, uno de esos autores cuyo nombre permanece escondido para el gran público pese a una extensísima trayectoria, y que sin embargo guarda un rinconcito reservado en el corazón de los devotos de la auténtica independencia. Claro, Pete Astor es (entre otras cosas) el tipo de The Loft y el hombre que ponía voz a los muy añorados The Weather Prophets, así que aunque es verdad que existe -entre los círculos más entendidos, ya digo- una cierta predisposición favorable con respecto a todo lo que toquen sus veteranas manos, basta con escuchar las canciones contenidas en “Spilt Milk” para darse cuenta de que, lejos de acomodarse y vivir de las (merecidas) rentas, el británico sigue dando nuevas razones para hacerse querer.
Por si alguno no sabe de lo que estamos hablando: en las canciones de Pete(r) Astor confluyen el folk-rock destartalado de The Velvet Undergound y las guitarras del jangle-pop de los 80, de raíces genuinamente británicas. Sumadle a todo lo anterior que este maduro profesor de la Universidad de Westminster tuvo por alumno a James Hoare, bien conocido hoy en día gracias a bandas como Veronica Falls o Ultimate Painting, y que este último fue quien convenció a su maestro para que registrara sus nuevas canciones en los estudios que posee, con la ayuda puntual de miembros de bandas tan reputadas como Hefner, The Left Outsides, o Black Tambourine. Con semejantes mimbres no es de extrañar que haya salido lo que ha salido: un disco estupendo que muy probablemente no será escuchado ni la mitad de lo que se merece, y que destila esa clase que sólo es posible alcanzar a través de la sabiduría y el paso del tiempo. Y de hacer canciones, vaya si sabe Astor: buscad en soundcloud “My Right Hand“, “Mr. Music” (¡Stuart Murdoch se ve a morir de envidia cuando la escuche!) o la muy Go-Betweens “The Getting There” y veréis que cosa más evidente. Eso sí: mi favorita del disco es esta “Really Something” que abre -imagino que de forma nada casual- el disco: los rayos de sol atraviesan la perfecta melodía como se colarían a través de las lamas de una envejecida persiana de madera, en un ritual que pese a su sencillez y cotidianedad no ha perdido aún su magia. Pete Astor firma una canción más pequeña en apariencia que en sus dimensiones reales, de esas de las que realmente merecen aquel viejo slogan de “haciendo que parezca fácil lo que en realidad no lo es tanto”. Y el que después de la lección musical de Pete Astor, aún se quede con ganas de más, que le eche un vistazo a este estupendo artículo del más que recomendable (no sé a qué estáis esperando para suscribiros como lectores) blog de Bruno de Jesús.
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