Artículo original escrito por Jero Sánchez. Sígueme en Twitter.
Vivimos en un mundo hipertecnificado. Cualquiera de nosotros lleva encima permanentemente al menos un par de dispositivos: teléfonos móviles, PDAs, grabadoras de voz, iPods, buscas o radios, reproductores MP3… y eso por no hablar de los equipos que tenemos en casa y en la oficina.
Por supuesto, la tecnología está aquí para hacernos la vida más fácil, pero con equipos electrónicos cada vez más variados y más accesibles, es muy fácil caer en la trampa consumista y adquirir más cosas de las que realmente necesitamos. Y lo peor no es eso: lo grave es que una vez tenemos esos dispositivos, los usamos, no importa si los necesitamos o no, o si existe otra forma más sencilla –y casi siempre más barata– de hacer las mismas cosas.
Hace dos años, más o menos, decidí simplificar mi vida digital. Hasta ese entonces tenía un teléfono móvil, una grabadora para tomar notas de voz, una PDA de Palm, una cámara fotográfica digital sencilla, un iPod, un disco duro externo para respaldos y, por supuesto, mi ordenador portátil personal. No adquirí todas esas cosas al mismo tiempo, sino que las fui acumulando a lo largo de varios años, conforme decidía que necesitaba una nueva función.
Hoy sólo tengo una BlackBerry, mi lector de libros digital y mi ordenador portátil. Nada más. ¿Cómo llegué hasta aquí? ¡Simplificando! Después de un análisis sincero de mis necesidades –sincero es la palabra clave–, llegué a la conclusión de que no tenía sentido mantener una grabadora de voz, un teléfono, una cámara fotográfica y una Palm, si podía tenerlo todo en una BlackBerry –u otro teléfono moderno.
Por supuesto, simplificar significa a veces hacer concesiones. Por ejemplo, mi iPod tenía una capacidad de 80 GB, pero resulta que mi discoteca ocupa menos de 30, y sólo escucho un conjunto de 4 GB en un momento dado. Desde un punto de vista psicológico era difícil renunciar a un iPod de 80 GB, pero la realidad es que no lo necesitaba. La solución fue ponerle a mi BlackBerry una tarjeta micro SD suficientemente grande para llevar la música que escucho siempre en mi teléfono.
Otro ejemplo muy claro es la cámara fotográfica. Mi BlackBerry tiene una resolución de 3.2 megapixels, lo que en un principio se me hacía escaso, acostumbrado a los 5 MP de la cámara digital. Sin embargo, de nuevo, una resolución de 3.2 MP es más que suficiente para mis necesidades cotidianas. De hecho, mi BlackBerry es la única cámara de fotos que llevo en mis vacaciones, y desde hace 2 años no he tenido ninguna queja.
Muchas veces no simplificamos nuestra vida digital porque nos “atamos” psicológicamente a falsos requerimientos tecnológicos. Ello no quiere decir que no debamos adquirir nuevos equipos si es necesario –después de intentar leer libros electrónicos en la Palm y en la BlackBerry, finalmente decidí comprar un lector de libros digital, y demostró ser la solución perfecta. Sin embargo, antes de adquirir un nuevo gadget debemos pensar detenidamente si la nueva compra será una inversión, o un nuevo estorbo y gasto inútil que no aportará valor a nuestra productividad.
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