Artículo original escrito por Jero Sánchez. Sígueme en Twitter.
Vivimos en una generación en que la cada día hay que ser más sociales, conocer más gente y, por supuesto, “cultivar” esas relaciones como se merecen. Al fin y al cabo, somos animales gregarios, y estamos hechos para relacionarnos unos con otros. En este sentido, la tecnología no ha hecho más que facilitar el asunto, permitiéndonos mantener redes de contactos de cientos, y hasta miles, de personas. Algo absolutamente impensable para una persona promedio a mitad del siglo XX. Twitter, Facebook y otros servicios hacen que esto sea muy sencillo, incluso para los niños.
Conste que no tengo nada en contra de las relaciones sociales, todo lo contrario. Me considero un gran conversador y disfruto mucho de la compañía de mi familia y mis –pocos y muy escogidos– amigos. Sin embargo, tengo muy claro que mantener una vida social más allá de un cierto umbral tiene un costo muy elevado que no estoy dispuesto a pagar.
Tener cientos de conocidos es algo muy atractivo, si no fuera por un pequeño detalle: mantener todos esos contactos implica tiempo y recursos personales que podrías utilizar para otras cosas más importantes. Constantemente oigo a mi alrededor a muchas personas quejarse porque no tienen tiempo para empezar a hacer ejercicio, dedicar más tiempo a su familia, empezar ese proyecto personal que llevan posponiendo desde hace años, o cualquier otra cosa que consideran importante. Y acto seguido aceptan la primera invitación que les hacen para ir a una fiesta, o simplemente se enfrascan por horas en Facebook o Twitter.
Si hacemos un ejercicio de honestidad y contamos las personas que realmente aportan algo valioso a nuestras vidas, estoy seguro de que no saldrán más de 20, entre familiares y amigos. Esas son las personas a las que querrás dedicarles tiempo de calidad. Claro, habrá muchas más personas con las que pasas buenos ratos y con las que te reúnes más o menos a menudo. Sin embargo, en realidad no marcan una verdadera diferencia en tu desarrollo personal y emocional. Por tanto, no deberías pasar con ellas más tiempo del estrictamente necesario –en ocasiones, ninguno.
Sé que esto puede sonar un poco frío y calculador para algunos, pero creedme: dejará de pareceoslo en cuanto penséis en la cantidad de cosas importantes –me refiero a cosas que queréis y que nunca tenéis tiempo de hacer–, a las que renunciáis por mantener esas relaciones sociales.
¡Cuidado! No estoy diciendo que tengamos que recluirnos en casa como si fuéramos ermitaños, o cancelar todas nuestras cuentas en redes sociales. La idea no es ser antisocial, sino elegir mejor cuánto tiempo queremos dedicar a los demás –en lugar de a nosotros mismos y las cosas que nos importan– y, sobretodo, a quién queremos dedicárselo.
Y tú, ¿tienes tiempo para hacer las cosas que quieres? ¿Crees que dedicas demasiado tiempo a los demás? Comparte tu opinión en un comentario.
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