Revista Cocina
Amanece y contemplo. Soy transparente para unos, invisible para otros. Ahora estoy de nuevo con mi auténtica familia. Esa que olvidas cuando coges un tiempo para ti, para aprender a mejorar. Soy un oyente mudo que no parpadea porque no tiene con qué. No enfoca pero ve perfectamente y ahora siente sin tocar. Apenas queda un reflejo de ser mortal, donde me llamaban por un nombre cuando ocupaba un cuerpo.
Llueven gotas de silencio. Ahora ya sólo queda un alma que vaga en compañía de almas gemelas errantes esperando un turno, un cuerpo. Mundos parejos en dimensiones paralelas que se compenetran a la perfección. Porque lo perfecto existe, pero depende del Cuándo, Dónde y del Ahora.
Silencio, Cosmos, Galaxias, Sistema Solar, Planeta Tierra, Tiempo. Valioso aliado que permite poner fecha a todo, que memoriza lo que fue, es y dejó de ser; sentimientos y acciones, y al final de vuelta al Silencio.
Contemplar en silencio, sin ojos, pero sí con la percepción que aprendió tu alma inmortal mientras vivías en un cuerpo mortal.
Aquella vida en la que no hacías más que quejarte por todo, por un trabajo indigno, por una vida de sinsabores, por la falta de suerte, por enfermedades y las de tus seres más queridos.
No podías llegar a entender que todas esas cosas que te estaban ocurriendo eran experiencias que te llevarías contigo al regresar de la vida. Aunque para otros sea la auténtica muerte el no poder hablar, expresar amor, tocar y abrazar, ver un arco-iris o escuchar como te lo describen. Saltar, correr, y caer; degustar una comida o bebida. Realizar tareas físicas y psíquicas. Cuando el cuerpo muere, el alma hace balance y te faltó tiempo para lo más importante: para amar.
No aprendemos que la verdadera felicidad no es materialista. Creemos que está en nuestro interior, que ya son conocimientos aprendidos y no es así: aquí estamos aprendiendo, nuestro cuerpo astral está aprendiendo dentro de este cuerpo físico y si se deja algo por aprender tendrá que volver, con otro nombre, otro físico, en otro tiempo y si es preciso, en otra galaxia.
Somos tan prepotentes que seguimos pensando que somos únicos en el Universo, que estamos solos. Y la familia astral nos está esperando al otro lado, y cuando eso suceda, recordaremos de nuevo quienes éramos y por qué vinimos.
Aquí se está por varias razones y no sólo por una. Que tu alma necesita la experiencia de un cuerpo. El Padre que todo lo ve, siente un amor puro e infinito, incomprensible en un cuerpo físico y comprensible fuera de él. Porque aprender que para llegar a ser como él, es necesario valorar y disfrutar nuevas experiencias. Que al igual que en el mundo terrenal, aquí existen escalones de bajada y de subida, pero que subas o bajes, ambos caminos tienes que tomar para evolucionar.
Veo y observo mis vidas pasadas en los registros akáshicos, han sido muchos viajes ya. Esencia y Añoranza. Contemplar con reciprocidad, el reflejo en aquel espejo donde mis hijos terrenales se divertían en juegos absurdos, y me miraban a través de él con su amor infinito. Aquellos niños quizá eran los ojos del Padre que dentro de su pureza y omnipresencia, me recordaban cada día que el amor no tiene edad, frontera ni tiempo. Que el padre es madre y que la hija será padre. Esta vida no es más que un juego absurdo de duración determinada, con resplandor de salida y túnel de vuelta.
Mi ser inmortal está el segundo después de una larga espera. Si habláramos en términos temporales como se calculan en La Tierra, deben haber pasado más de noventa años.
El Padre ha elegido un destino para mi, es una sorpresa. Estoy intrigado porque no me enseñan los años que estaré en el mundo de la Ilusión, pero me ha dicho mi guía espiritual que es cuanto necesito saber, así disfrutaré más y que todo está escrito, nada por inventar; que no estaré sólo, me acompañará durante todo el viaje. Sólo observará, no intervendrá. Y cuando tenga que volver, allí estará.
Salto a la de tres... ¿¡volveré a reflejarme otra vez?!