Revista América Latina

Rehenes ante la pantalla

Publicado el 31 octubre 2014 por Javier Montenegro Naranjo @nobodyhaveit
Este no es el poster oficial, pero me agrada más.

The Host (2006), cinta surcoreana

El texto original tiene ya un año. Ahora lo traigo acá con algunas modificaciones porque ayer volví a ver la cinta y mi opinión no ha cambiado ni un poco: The Host es una joyita.

Después de un tiempo viendo cine, uno se acostumbra a conflicto superficiales tratados con mucha profundidad, lo cual se traduce en toda una explicación de por qué nuestros protagonistas actúan de una manera determinada, y de paso malgastar buena parte del metraje. Son pocos los personajes con características per sé, quizás los villanos remalos sean la excepción porque al final de la jornada terminarán en la cuneta y a nadie le importa su historia. Seamos sinceros, un cine de entretenimiento y sin pretensiones no tiene por qué ser sinónimo de idiotez y superfluidad.

The host, película coreana del 2006, está hecha ante todo para divertir, pero con los códigos revertidos: los momentos dramáticos son para desternillarnos de la risa, y los gags basados en la estupidez de un personaje nos congelan, y quedamos incapacitados para soltar la carcajada que sabemos toca en ese momento. La sensación es espectacular; descubrir un tema tratado hasta la saciedad (monstruo mutante aterroriza ciudad) desde una visión diferente, con personajes llenos de conflictos y defectos y con apenas un puñado de virtudes se agradece, porque uno se harta del militar americano (con pequeño cameo incluido) que todo lo resuelve gracias a sus cualidades (físicas).

Para ampliar aún más el espectro de lo diferente, la historia de amor colocada sin lubricante en cada cinta de monstruos esta vez se queda en lo paternal. Un héroe con retraso mental  necesita una motivación mayor para enfrentar a la bestia, para adjudicarse el enemigo de toda una ciudad para él solo: la vida de un hijo. Y el equipo que le acompaña no puede estar formado por sus colegas del barrio, esta vez son una arquera de fama nacional, un universitario alcohólico y un anciano con paciencia inagotable. Todo queda en el ámbito familiar.

Cuando al minuto cinco aparece el monstruo mutante del río Han, uno debe hacer una serie de concesiones características del género, pero lo maravilloso del film es en realidad la gama de géneros entre los que se desplaza. Por momentos la cinta se convierte en thriller, luego pasa a comedia para regresar con una carga dramática que vuelve a desarmarse con un gag; ahí radica su capacidad de sorprender. Entre esto y los giros inesperados del guion, uno agradece la ruptura de la rutina catastrófica donde todos conocemos el resultado final antes de comenzar la peli.

De paso, el director Joon-ho Bong le guiña el ojo al entrometimiento norteamericano, a la pasividad de los gobiernos en los momentos de crisis y a los maravillosos diseños de los engendros marinos con un pez con piernas e innumerables extremidades, tan bizarro como asimétrico.

Ahora, cuando uno quiere buscar qué es lo más importante de la cinta, personalmente pongo a un lado la realización, para lo que debió ser una obra de serie Z; me quedo con los personajes, su fuerza interna, sus mil defectos y con el concepto de familia aunque esta sea muy disfuncional. Eso es lo mejor del film, que afronta una realidad sin forzar la situación en el plano emocional; los héroes tienen un motivo real para enfrentarse a una aberración: la familia.


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