Revista Expatriados
Cuando JdJ publicó el pasado viernes esta entrada en su blog (www.historiasdehispania.blogspot.com) casi me muero de envidia. Le he pedido permiso para reproducirla hoy aquí.
Yo conocí a dos republicanos vietnamitas. Uno era un bala perdida en la setentena, que me dijo que había luchado en las tropas coloniales francesas y que desertó poco antes de Dien Bien Phu y se había quedado en la región. No hubo manera de sacarle más información.
El otro era un médico que se había instalado en Saigón, se había casado con una vietnamita y al que las cosas le habían ido muy bien. Cuando Saigón estaba a punto de caer en poder de Vietnam del Norte, salieron huyendo. Lo único que se pudieron llevar fueron las joyas de la mujer. Una fortuna en piedras preciosas y oro. Llegaron a Bangkok y allí se enteraron de que ese tesoro que les iba a permitir tener un exilio digno, era pura quincalla. La historia al menos no terminó demasiado mal para él. De alguna manera consiguió convertirse en el médico personal del Presidente de Camerún.
[¡Chúpate ésta, Tiburcio!]
Aquellos de vosotros que dominéis mínimamente el francés (el idioma, quiero decir) y seais ratas (de librería, quiero decir) quizá podáis encontrar, algún día, un libro editado en 1973 en París, reeditado al menos una vez en 1990, llamado Les soldats blancs de Ho Chi Minh. Su autor fue Jacques Doyon y con ello escribió quizá la mejor investigación sobre aquellos hombres, muchos, europeos y blancos que lucharon al lado de Ho por la liberación del Vietnam del yugo francés (esto es, en la guerra anterior a ésa que todos conocemos como guerra de Vietnam).
La lectura del libro os va a sorprender. Doyon, obviamente, buscaba, al escribirlo, rastrear los signos de franceses que un día decidieron, normalmente por razones ideológicas, pasarse al otro lado y luchar, de alguna manera, contra sí mismos. Pero el trabajo de hacer la nómina de gabachos, Doyon encontró muchos españoles. De ellos va este post porque, además, que yo sepa estos hispanos no han sido demasiado investigados.
Los republicanos de Vietnam.
España y Vietnam tienen una historia más estrecha de lo que parece. En el Saigon francés existió una calle Tay Ban-Nha (pronúnciase algo así comoteebaña), que es como se dice España en vietnamita. Esto es así porque Francia tiene mucho que agradecerle a España en lo que se refiere a su aventura colonial asiática.
En 1825, el emperador Minh Mang proveyó a los europeos de una primera razón para invadir Vietnam, tras su decisión de emitir una ley de persecución de los cristianos. En 1840, tres misioneros españoles fueron asesinados en el país, acción que dispara los planes franceses para desembarcar en Conchinchina. Estados Unidos, preocupado, advierte en 1845 que no está dispuesto a tolerar aventuras colonialistas en la trastienda de China. Sin embargo, los acontecimientos de ponen a favor de los franceses. En Tonkin, un cura asturiano, apellidado Díaz Sanjurjo, es detenido (y, como se sabrá después, decapitado). En 1857, España, a través de su cónsul en París, pide formalmente a Francia que envíe un barco a la zona para liberar al sacerdote. Pero para cuando el conde Kleczkowski llega a Tonkin desde Macao, monseñor Díaz ya tiene separada la cabeza del cuerpo.
España, en noviembre de ese mismo año, promete el envío a la zona de 12.000 hombres y dos barcos, salvedad hecha de que la situación en Filipinas, con sus rebeldes, se emputezca. En enero de 1858, otro sacerdote español, monseñor Melchor, es detenido. Por todo ello, franceses y españoles acaban desembarcando en Danang, aunque el jefe de la expedición hispana, coronel Palanca, probablemente con el rabillo del ojo mirando a Washington, rehúsa la oferta francesa de continuar la invasión hasta la raya de China y, una vez asegurados sus misioneros, se vuelve a Filipinas.
España, pues, está en el origen del Vietnam francés. Pero, convertidos como estábamos en una potencia de segundo orden, con mucha honra y pocos barcos, y de retirada en Asia, la verdad no estábamos llamados a tocar más pito en aquella historia.
Sin embargo, llegó la guerra civil del 36, la derrota republicana, y el exilio de combatientes y civiles a Francia, bastante exagerado muchas veces en sus dimensiones, pero en cualquier caso bastante masivo. La mayoría de los combatientes que cruzaron la raya de Francia fueron concentrados en campos, bajo la atenta vigilancia de soldados senegaleses; no pocas veces en muy malas condiciones. Además, hay que tener en cuenta que la guerra civil fue muy larga; lo suficiente como para que algunos de sus protagonistas hubiesen alcanzado una situación personal en la que añoraban la guerra o, si se prefiere, ya no sabían hacer otra cosa. En el bando franquista ocurría lo mismo, y ésta fue una de las razones de que Franco abriese esa válvula que llamamos División Azul.
Para muchos republicanos, la División Azul fue Vietnam. En el remoto país asiático, el Vietminh luchaba por la independencia; lucha que se complicó con la presencia de dos Francias (la oficial, y la resistente) después de ser el país derrotado por Hitler. A no pocos españoles que estaban en los campos franceses y a los que la Francia de Vichy no podía dejar así como así por estar significados de alguna manera, se les acabó ofreciendo una alternativa: o ser entregados a la España franquista, o alistarse en la Legión Extranjera, con billete para Saigón. La mayor parte de los que recibieron esa oferta eligieron continuar su vida guerrera; y a ellos se les unieron otros que, simplemente, querían pegar más tiros.
La historiografía francesa ha especulado con la posibilidad de que unos 1.000 españoles llegasen a Saigon entre las filas de la Legión para defender la francofonía del Vietnam, pero acabaron pasándose a las líneas de Ho Chi Minh y del general Vo Nugyen Giap. Algunos lo pudieron hacer por ideología, pero otros muchos no tanto, teniendo en cuenta que no eran pocos entre aquellos los que habían combatido en España en unidades anarquistas.
Las paellas de los domingos de aquellas unidades de la Legión francesa debían terminar bien a hostias, porque, la verdad, se nutrían de una mezcla muy curiosa. En no pocas unidades extranjeras se juntaban los españoles que huían de Franco y los alemanes que huían de los procesos contra los crímenes nazis, que ahora peleaban juntos.
La presencia española en las unidades de la Legión francesa era tan numerosa que incluso, en octubre de 1942, Ho Chi Minh dirigió una proclama al ejército enemigo invitándole a desertar… en español.
La mayor parte de los republicanos españoles, al parecer, permanecieron, por así decirlo, del lado francés durante los años que duró la segunda guerra mundial, en los cuales se produjo una cierta confluencia entre los intereses de Ho y de los partidarios resistentes de De Gaulle. Sin embargo, terminada la guerra, en 1945, Francia rompió con el líder local, momento en el cual comenzó la guerra propiamente dicha entre Francia y los vietnamitas. Fue entonces cuando muchos españoles republicanos desertaron.
Manu Leguineche, en un reportaje sobre la materia escrito en 1976 para la revista Historia Internacional, se refiere al caso de un tal Fernández como especialmente destacado. Este Fernández habría desertado del ejército francés en compañía de seis alemanes y un suizo, y prestaría un servicio muy interesante al Vietminh por su condición de blanquito. Junto con sus compañeros, se viste con uniformes de mandos de la Legión, hace formar a una compañía de profranceses, y los detiene.
También se refiere el malogrado periodista al caso de un tal Diego, andaluz y albañil, que fue uno de los primeros desertores, y que falleció en un combate en el delta del río Rojo. Justo antes de recibir la bala mortal, creyendo ganado el combate, gritó, según el relato: Ho Chi Minh muon nam!; que viene a ser algo así como un viva al líder. Es más que posible que sea el único combatiente español jamás muerto gritando en vietnamita. El reportaje de Leguineche, por cierto, aporta incluso una foto del tal Diego, formando con un pelotón del Vienminh; lo digo por si alguien tiene interés en ella.
En un artículo de internet se hace referencia a un tal Robert Pujol, que habría pasado a Indochina. De nuevo según Leguineche, en la definitiva batalla de Dien Bien-Phu, el general Giap tuvo al menos dos asistentes españoles: un comunista llamado Ribera, que se había pasado a la Resistencia en Francia en 1944 y que fue enviado por el PCF a Indochina, donde se pasó a las filas de Ho. Y un mítico coronel Pérez, del que, que yo sepa, poco o nada se sabe. En Dien, en todo caso, combatieron centenares de españoles republicanos del lado francés y, consecuentemente, fueron detenidos y llevados a campos de reeducación. Muchos de ellos se casaron con vietnamitas y, que yo sepa, comenzaron a volver a España de una forma escalonada, de forma que en 1967 todavía había antiguos republicanos volviendo a nuestro país, gracias a la vitola de haber sido reprimidos por los comunistas vietnamitas. He tratado de buscar trazas pensando que no sería difícil conocer relatos de españoles casados con mujeres vietnamitas en la España del 60, pero mi búsqueda ha sido, de momento, bastante infructuosa. No debieron, en todo caso, de ser muchos. El anteriormente mentado artículo en internet se refiere al libro de Joaquín Mañés, Españoles en la Legión Extranjera francesa, que afirma que fueron 16. Otros, probablemente bastantes más, nunca regresaron: un ex legionario canario, según informó en su día la revista Interviu, estuvo en Dien y luego se quedó en la zona, estableciéndose en Tailandia. La referencia de internet se refiere, también, a un médico catalán, apellidado Ripoll Fonte, alistado en la Legión Extranjera, y que acabó establecido en Camboya.
Pero no hay que olvidar que en el otro lado de la lucha también quedaron españoles, o de origen español. Como Vanderberghe, un holandés asesinado en 1952, hijo de española, que de niño había sido pastor en el País Vasco.
Leguineche, de hecho, dejó escrito que, a su llegada a Saigón en 1966, en plena guerra de Vietnam, oyó hablar allí de las unidades clandestinas estadounidenses que operaban en la oscuridad, y de que en las mismas estaba integrado un legionario español, llamado Carlos Molina, admirado por sus compañeros por su audacia y frialdad. Las otras referencias que he encontrado hablan de un legionario llamado José Cortés, prisionero en la batalla de Dien; y de un natural de Valverde del Camino llamado Antonio Palanco Pérez, quien al parecer habría andado a caballo entre Argelia y Vietnam unos años (¿podría ser el misterioso coronel Pérez?)