Hacia 1968, Miguel Fisac va a tener, por fin, la oportunidad de construir en el paseo de la Castellana, en pleno centro de Madrid. El edificio tendrá poco sentido urbano, porque el promotor, la IBM pre-PC, la de los ordenadores grandes como una habitación, precarios, frágiles, le pedirá una caja ciega, anónima, sin más contacto con el exterior que su puerta de entrada.
Fisac responderá al programa con un edificio aparentemente opaco, frío, preciso, que, de un modo abstracto y sin formalismos vacíos recordará él mismo a un ordenador.
El paseo de la Castellana presenta un urbanismo convulso, caótico, circunstancial, muy alejado de cualquier intento de planificación. En su lado noroeste, donde se emplaza el edificio, queda marcado por la enorme diferencia topográfica existente entre el paseo y la calle de Serrano, su vecina. En algunos puntos esta diferencia llega a cuantificarse en cuatro o cinco plantas, quizá más, y la manera de colonizar estas manzanas resultantes ha sido disponiendo parejas (o tríos) de edificios superpuestos, danzando los unos en función de los otros en busca de luz, de vistas, de espacio.
Un ejemplo paradigmático de esta relación es la pareja Embajada Americana, construida por SOM en los 50, sobre Serrano, y el antiguo Bankunión, excepcional edificio de Corrales y Molezún, perfectamente conservado, sobre la Castellana. El coronamiento del Bankunión llega apenas a superar el zócalo del edificio superior. Un segundo ejemplo es el del Corte Inglés de la manzana de al lado, sobre Serrano, de autor desconocido para mí. El edificio queda obligado a disponer un “mall” perpendicular a la calle, situado en una posición y una cota que no encuentran relación ni con la Castellana ni con Serrano. Sólo la singularidad de esta cadena lo salva: es digno de estudio, pero cuando a un edificio se le dispone la marca “Corte Inglés”, el público admite unos desplazamientos verticales que condenarían cualquier otro centro comercial a un fracaso absoluto.
Un ejemplo singular, porque un solo edificio absorbe la diferencia entre las dos calles, es la Torre Castelar, ahora propiedad de Catalana Occidente, de Rafael de la Hoz Arderíus, el padre. Prometo ocuparme de este edificio la próxima vez que suba a la capital. La topografía lo obliga a un potentísimo zócalo troncopiramidal de travertino, grabado con una elegantísima escalinata, que sube por las primeras plantas del edificio y trepa por detrás de la fachada, donde ésta casi toca Serrano. El pequeño rascacielos queda colgado de este zócalo como si de un farolillo chino se tratase, sin ningún pilar que llegue al suelo, convirtiéndose en uno de los mejores poemas al cristal que conozco, y, quizá, en el edificio más bello de toda la Castellana junto con el rascacielos BBV de Sáenz de Oíza, ya al norte de los Nuevos Ministerios, casi tocando el Bernabéu.
A la altura de la calle de Hermosilla, donde se emplaza nuestro edificio, las diferencias topográficas entre Serrano y la Castellana no son tan extremas, aunque son ya de varias plantas. La calle de Hermosilla tiene todavía pendiente suficiente como para aguantar casas a lado y lado, medianera contra medianera. La finca vecina (subiendo hacia Serrano) será ocupada por el actual edificio Garrigues.
El edificio IBM presentará fachada a la Castellana y a la calle de Hermosilla. La otra medianera (que entrega el edificio contra su vecino en el paseo) quedará resuelta retirando de ella seis o siete metros el edificio, y girando la misma fachada que en las otras dos calles sobre el espacio resultante. Se crea, así, cuando se mira des del medio de la Castellana, la ilusión de un edificio completamente exento, atado sólo por una medianera que no vemos con la calle de Hermosilla.
Fisac pasará toda su vida buscando (y encontrando en muchos de sus mejores edificios) más un sistema que un proyecto. Su arquitectura será simultáneamente orgánica y simétrica en el sentido vitruviano de la palabra: cada parte del edificio va a corresponder al todo, independientemente de su posición relativa, y su funcionamiento se explicará muy claramente con una analogía biológica: las diversas partes del edificio funcionan como el núcleo, las mitocondrias, la membrana exterior o los nucleótidos de una célula. No así su formalización: el arquitecto huirá de las analogías con organismos vivos, y sólo las empleará cuando esta formalización permita explorar unas características imposibles de conseguir de otro modo. Pienso en sus jácenas hueso, ausentes en este edificio. En Vic (fábrica Ernesto Baumann), yo mismo he visto y tocado jácenas en forma de hueso que permiten cubrir con toda elegancia un espacio de dieciséis metros de luz simplemente plegando sobre sí misma una lámina de siete u ocho centímetros de hormigón. En los intersticios entre dos jácenas, luz cenital bañándolo todo.
El edificio IBM no presenta requerimientos estructurales atípicos. Fisac lo trabajará con una estructura DOM-ino convenvional, en hormigón, y dejará los cantos de forjado vistos como si de bandejas apiladas se tratase. Los cerramientos del edificio se resolverán mediante una única pieza de hormigón prefabricado que se va seriando, dispuestas dos a dos giradas alternativamente sobre su propio eje mayor. Cada planta repite la serie decalada un módulo respecto su inferior, consiguiendo así una lectura uniforme del plano. Los intersticios entre las piezas se resuelven con cristal dispuesto casi sin carpintería. Las esquinas giran la misma pieza dispuesta 45º en una planta, y con aire en la siguiente, siendo cóncavas o convexas alternativamente.
La primera línea de pilares paralela a la Castellana queda unos metros retirada de la fachada como concesión a los peatones: el caos urbanístico de Madrid siempre los ha maltratado siempre, y el primer tramo del paseo tiene una acera de tan sólo un metro y medio para servir algunos de los edificios de oficinas más importantes de España.
El bufete de abogados Garrigues Walker tiene un auténtico campus montado en la manzana del edificio IBM, con diversos edificios interconectados por el patio interior. La empresa había crecido caóticamente, por acumulación, sin ningún edificio representativo, y, hace poco, Rafael de la Hoz Castanys (el hijo) recibió el encargo de construir uno sobre la calle Hermosilla. La parcela que consigue tiene dos medianeras perpendiculares a la calle, una de las cuales pertenece al edificio de Fisac.
La tipología del nuevo edificio es la de una C encajada en su parcela, con un atrio descubierto en medio, por donde también se produce el acceso (incesante ir y venir de vehículos de gama alta, ninguno británico, hombres con vestidos bien cortados que nunca consiguen llevar con naturalidad cuando el patrón con que los han cortado tiene menos de ciento cincuenta años, todo bajo la mirada entre aburrida y recelosa de diversos conserjes que te miran mal cuando fotografías sus dominios).
Las fachadas sobre la calle tienen un punto interesante: son completamente ciegas, aplacadas, en un juego ambiguo, con un cristal translúcido de un color azulado lechoso, que permitirán ser recortadas en un bajorrelieve abstracto que el arquitecto usará porque ha descubierto que su edificio (fuera de las exigencias del cliente) tiene que formar un todo inseparable con el de Fisac.
De la Hoz alterará el patrón ornamental de las fachadas ciegas para asimetrizar su edificio y volcar todo su peso hacia el contacto con el edificio IBM: justo donde lo toca, las pantallas quedan recortadas en un ejercicio de papiroflexia ornamental que toma sentido cuando éstas recogen las bandas de forjado de Fisac (estrelladas violentamente contra la medianera) y las incorpora, acabándolas, en su propio edificio. Es más, de la Hoz se va a permitir la generosidad suficiente como para proyectar más un vacío urbano que un edificio, una boca de acceso al campus Garrigues, que marque poder a través de una puerta que haga de puente entre el edificio de Fisac y su vecino, que, sin ser una obra maestra, también es bastante digno. De la Hoz juega, así, con su volumen de encargos, con la confianza que es capaz de generar en sus clientes, para generar en este edificio la dosis justa de arquitectura que necesita: la suficiente como para hacerlo funcionar como un engranaje urbano dé sentido al resto de la calle.
Para terminar: de la Hoz, en la fachada al patio interior de manzana, consciente de las tres fachadas del edificio de Fisac, consciente de las bandas de forjado y de las vistas oblicuas sobre su propio edificio, continuará literalmente las que existen y añadirá alguna nueva, salvando así la diferencia topográfica entre los dos edificios. Las bandas de vidrio imponen un ritmo vertical compatible con el de Fisac, que queda continuado hasta que la vista lo pierde.
Al campus Garrigues, abstracto, creado a base de títulos de propiedad, que ha crecido incrementalmente, de la Hoz le otorgará una imagen definida: la del campus real creado a base de disponer una pieza que entregue los edificios que tiene y que los conjunte en un todo que refuerza tanto la calidad de sus piezas como la del resto de la manzana, que da pistas sobre qué comprar para un futuro crecimiento.