Con este original nombre abrió sus puertas, eléctricas, el restaurante-tapería de la calle Sancho de Murcia. El nombre de Ginkgo Biloba hace referencia a un peculiar árbol de hoja caduca. Considerado una rara avis del mundo floral pues es el único miembro de su clase y es considerado un fósil viviente. En cuanto al restaurante, también lo podría considerar una rara avis. A la hora de hacer una valoración del restaurante, no tengo claro el grado de satisfacción que me provocó este restaurante, y cuanto más lo pienso va a peor la cosa. Fuimos a cenar un viernes por la noche. Como me habían hablado tan bien de este bar de vinos y tapas, convencí a un grupo de personas para ir a cenar. Éramos seis y para no tener problemas intenté reservar desde las siete de la tarde. No hubo manera. A las nueve y cuarto conseguí que me cogieran el teléfono y para mi decepción me dijeron que no reservaban, solamente grupos de ocho personas o más y con menú cerrado. Me comprometí en llegar en media hora y pedí el favor de que me guardaran una mesa para seis. - Que si quieres arroz Catalina. - El simpático telefonista me dio calabazas. Llegamos allí en el tiempo estimado, a pesar de que por el camino nos intentaron convencer de entrar en otros locales, a lo que nos negamos. Nos dijeron que en breve nos podrían dar mesa y decidimos esperar. -¿Por que?- Como he dicho, nos habían hablado bastante bien del bar y a esas horas y con el frío que hacía en la calle, no apetecía mucho buscar donde ir a cenar. Mientras esperábamos nos pedimos una copa de vino. En la barra tenían unas botellas de El Pícaro de Toro del grupo Vintae, y no dudé en pedirlo. En cuanto al bar, creo que no he visto en toda mi vida un local donde se hayan gastado menos en decoración. Decir que la luz era tenue, es mucho decir. En semioscuridad nos sentaron en una mesa frente a la puerta eléctrica. El mobiliario debía ser del Makro, como mucho. Si tienes sillas de plástico, cinco de un tipo y otra totalmente distinta, o es un cumpleaños del peque-park y hay un homenajeado, o tu infraestructura hace aguas. En seguida, la mesa de al lado se quedó libre y pedí que nos cambiaran para no estar en el tiro de la puerta que cada vez que alguien pasaba junto a ella, o iba a fumar, de manera autómata se abría y nosotros nos helábamos. - Que si quieres arroz, Catalina. - Ese debió de ser el camarero que nos dio calabazas por teléfono.Puede ocurrir, que lo que han ahorrado en muebles, lo hayan invertido en cocina, veremos. En la carta dominaban las tapas, aunque cuando llegó el camarero a tomar nota nos advirtió que tenían cosas que no salían en la carta y otras que salían que no quedaban. Que rabia me da cuando vas a un restaurante con la idea de pedir algo concreto y te dicen que no queda. Dan ganas de levantarme e irme por donde he venido.Buscando el teléfono para reservar, las distintas opiniones hablaban muy bien de las papas Biloba, y fue lo primero que pedimos. Las describían como unas patatas fritas, en dados con salsas de cuatro quesos, de setas y de mostaza. Y eran así, pero no había una clara separación entre salsa y salsa. Y menos con esa luz. Un plato que gustó pero no supimos, ni pudimos diferenciar bien donde estaba cada salsa. Los que no quieren ver el queso ni en pintura, las probaron como quien juega a la ruleta rusa. Creo que tienen que perfeccionar la idea o separar las salsas. Después unos volavants o volovanes de boletus y gambas. Unos volovanes del Makro o de Mercadona rellenos de gambas con setas cubiertas de jamón. Pegan más en un catering que en una tapería. Ricas pero poco trabajadas, como la tartaleta de foie y pistacho. La base era demasiado industrial y vasta en mi opinión. Mucha galleta que empequeñecía el foie. Totalmente prescindible. También pedimos unas tostas de frambuesa y queso de cabra que estaba bastante bueno. Para terminar con los entrantes, unos raviolis de Foie sazonados con sal negra. De todos los entrantes, quizás los dos últimos fueron los mejores.
Los principales los pedimos al centro. Un original cordero asado con manitas de cerdo. Una curiosa mezcla que complementaban a la vez que diluían los sabores, el cordero quedaba enmascarado por las manitas. Además resultó un poco contundente para la hora que era, quizás al mediodía. El otro plato que pedimos, fue un guiso de carrillera del que dejamos el plato tan limpio como cuando salió del lavavajillas. Un buen colofón para la gélida cena que nos estaba dando la puerta y los fumadores con sus idas y venidas.
Llegamos a los postres deseando salir de allí, pues aunque tenían la bomba de calor puesta, hacía casi más frió en nuestra mesa que fuera. No dejé de acordarme en toda la noche del camarero que hizo caso omiso a mis suplicas de cambiar de mesa. Muy educado, pero, si quieres arroz.... Y arroz no queríamos, pero pedimos una torrija caramelizada hecha de pan de molde, demasiado empapada para mi gusto y caramelizada una vez frita. Y un canutillo de Idiazabal que mezclado con las nueces de Macadamia que acompañaban superaba con creces a la torrija. Un café bien calentito y la cuenta, que debe haber en Murcia algún sitio donde no se pase tanto frío.
Creo que de la experiencia en Ginkgo Biloba me quedo con la salsa de la carrillera, el Pícaro que entraba a las mil maravillas con esas temperaturas y el canutillo de Idiazabal. El precio fue lo esperado. No fue elevado, pero también es cierto que casi todo fue tapeo. Les recomendaría, si sirviera para algo, que mejoraran la iluminación para ver el color de las cosas que comemos, aunque para ello tengan que mejorar la pobre decoración y el mobiliario del local. Y si no quieren entrar en peligro de extinción como el árbol del que llevan el nombre, que traten con más mano izquierda a sus clientes, que taperías como esta hay muchas y clientes cada vez menos.
El bar de vinos y tapas Ginkgo Biloba está en la calle Sancho número 5 de Murcia, junto a la puerta de la barra del Rincón de Pepe, detrás del Casino. Y su teléfono para reservar, si cumplís sus condiciones es el 637268188.