(Álvaro Cortina, Madrid, 14/07/2011)
La resistencia de los rebeldes contra el nazismo ha sido siempre una palabra para los franceses. ¡La ‘Résistence’! Y nos trae las consecuentes imágenes: De Gaulle exclamando la dichosa palabra por radio, unos, de tapadillo, poniendo unas bombas en un puente “de vital importancia”, el clásico santo y seña de dos hombres de incógnito dicho muy bajito.
El ‘top secret’. Los valientes sin uniforme con su épica del sabotaje y el descarrilamiento. Pero, ‘marketing’ aparte, Malraux y Semprún aparte, no es una épica exclusivamente francesa. Ni siquiera italiana (¡La Resistenza!, los partisanos, Pier Paolo Pasolini, Pavese…). En Polonia tienen también una palabra para la resistencia: ‘Ruch oporu’. ‘Historia de un Estado clandestino’ (Editorial Acantilado), una suerte de informe o memoria documental del oficial Jan Karski, nos traslada a uno de los escenarios más cruentos de la II Guerra Mundial: la Varsovia ocupada.
Kaya Mirecka Ploss, la viuda polaca de Karski recuerda a su marido para EL MUNDO.es: “Era un hombre que nunca rió en alto. Un personaje muy trágico. Llevaba un enorme sentimiento de culpa. Jan prometió personalmente a un judío polaco que iba a pedir ayuda en los países aliados. Pero hablando con los ministros ingleses y americanos supo que no iba a recibir esa ayuda. Su misión, en parte, fue en vano”. La culpabilidad. ‘Historia de un Estado clandestino’ cuenta que cuando, por ejemplo, en diciembre del 39, dos alemanes con información valiosa fueron asesinados por la Ruch Oporu en el hall de un café-club de Varsovia, las fuerzas germanas respondieron fusilando a 200 personas. Muertos que “no tenían conexión alguna con el hecho, sino que, simplemente, vivían en las proximidades del café”. Cuando los compinches rescataron a Karski de la Gestapo, ésta respondió matando a 20 prisioneros. Estas cosas fomentan la culpabilidad.
“Lo importante, por encima de lo literario, es el testimonio y la verdad de la que habla”, explica Kaya Mirecka. Armas ocultas, conciliábulos, viajes a Londres y a EEUU, fronteras vigiladas, saltos de trenes en marcha, despedidas para siempre y emboscadas. Cuartos e intriga en el blanco y negro de la Polonia ocupada de Ser o no ser. La tortura (Karski conservó las marcas). Los agentes de la resistencia polaca llevaban un anillo con un pequeño resorte con veneno para suicidarse, en caso de ser apresados. El embajador polaco en Londres le animó al agente Jan Karski a escribir este libro en 1944, cuando la herida aún picaba mucho. Sus manejos de diplomático y hombre de acción bajo la autoridad del gobierno polaco en Inglaterra.
“Fue su fe en Dios y en el catolicismo lo que le movía”, según Mirecka. “Pero la gente leyó ese libro y luego se olvidaron de la historia. Y él se olvidó de ello también. Nadie sabía nada de su pasado durante los 40 años en que ejerció de profesor en la Universidad de Georgetown, EE.UU. Hasta el año 85, cuando salió hablando en el célebre documental ‘Shoah’, de Claude Lanzmann. El día siguiente todos sus alumnos se levantaron de la mesa y aplaudieron”. Pero nunca quedó muy contento Karski, el héroe culpable (desde 1954, ciudadano americano), con el trabajo de Lanzmann. “Presentó a los polacos como unos antisemitas incultos”, considera su viuda.
Entre Mr Ribbentrop y Mr Molotov
Los primeros capítulos de ‘Historia de un Estado clandestino’ cuentan cómo un joven polaco (Karski) se prepara para pelear en su ejército, en Varsovia, contra los nazis. Sin darse cuenta, en unas horas, se queda sin ejército con el que luchar. Diezmado por los aviones y los tanques alemanes, retrocede a Cracovia, donde es hecho prisionero por los “hermanos eslavos”, o sea, el Ejército Rojo de Stalin. Cuando huye y vuelve a Varsovia pregunta dónde están las tropas. Quiere ir al campo de combate. Le dicen que ya no hay tropas. Le dicen que ya no existe que Polonia. Quedó repartida entre Alemania y Rusia, según el pacto Ribbentrop-Molotov. Y, casi también sin quererlo, el veinteañero Karski es arrastrado por las contingencias hasta llegar a la resistencia clandestina, a través de un amigo de la infancia.
Y ahí, todo pasa a ser un corredor urgente con estancias secretas, testimonio para los Aliados y culpabilidades. Todos los diablos y todos los relámpagos de todos los países implicados en la misma ruina y en el mismo fatal trastorno. Karski, bañado de lleno en el aura de la II Guerra Mundial, en su fastuosa demolición, hizo este libro de inmediata posguerra. Que sería largamente olvidado, y después recuperado. Y ahora en español. Escribe:
“Me he instruido en Historia. He aprendido mucho sobre la evolución de las naciones, los sistemas políticos, las doctrinas sociales, los métodos de conquista, de persecución y de exterminio, y asimismo sé que nunca en la historia de la humanidad, nunca, en ninguna parte, en el dominio de las relaciones humanas, ocurrió algo que pueda compararse con lo que se ha infligido a la población judía de Polonia”. Una expresión nueva que saben: ¡’Ruch oporu’!