Minuto cinco. Todo parece estar decidido. Trippier, con un cobro de falta decente, pero sin llegar a ser obra de arte, pone a Inglaterra por delante. Inglaterra domina. Croacia no tiene ideas. El segundo tiempo parece que será más de lo mismo. Todos los jugadores de Croacia salen serios, con cara de pocos amigos. El técnico, Zlatko Dalic, camina diez metros delante de ellos, como si se le hubiese olvidado comprar el pan o la leche; piensa en lo que sea menos en el partido. Cualquier persona con sentido común ya se imaginaba el morbo de Inglaterra – Francia en una final de la Copa del Mundo. Pero (no quiero ser pedante, se los dije con antelación), Inglaterra es Inglaterra.
En el segundo tiempo, los croatas se hicieron con el partido. Lentos. Sin apuro. Había tiempo. Un gol era remontable. Y ahí apareció Perisic, como en una cinta de artes marciales de los setenta, con un pie a una altura fuera de lo normal, el espíritu de Ibrahimovic, el empate, el inicio de la remontada. En 1998 les remontó Francia en semifinales. En 2018, tienen la oportunidad de remontarle a Inglaterra. El fútbol te da revanchas. Menos a Argentina e Higuaín.
En la prórroga, la lógica indicaba que Croacia moriría; incluso si llegaban a penales, no podían tener piernas para aguantar. El cansancio debía liquidarlos. Y entonces es Inglaterra quien parece ahogada. Kane, como buen líder, baja al medio campo. Intenta distribuir pero no logra mucho. Todo está servido para que el hombre más agotado de Croacia, que apenas puede moverse en el campo, cace un balón suelto y la envíe al fondo de las redes. El despiste de Stones es olímpico. El balón va hacia él y Mandzukic le gana las espaldas. Y Mandzukic no es Higuaín; él, si tiene media oportunidad, hace dos goles con una ocasión. Es el final. A Inglaterra solo le queda morir ahogada. La final soñada, el Bélgica – Inglaterra de la fase de grupos, queda como premio de consolación. Es estúpido. No deberían existir partidos por el tercer lugar. Solo debería existir un campeón, el resto son perdedores. Si no, Argentina podría consolarse de haber perdido solo ante los finalistas de la Copa del Mundo, y eso es una reverenda estupidez.
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