A Colombia aún le afecta el hype de Brasil 2014. James marcando en cada uno de los juegos, un gol anulado por razones paranormales en los últimos minutos frente a Brasil en cuartos de final, José Pekerman aún en el banquillo. Tan superior se sentía Colombia frente a los nipones, que decidió jugar con uno de menos y además regalarle un gol de ventaja, como si se tratase de fútbol de barrio y no de una Copa del Mundo. Y los japoneses, que llevan más de treinta años creciendo con las hazañas de Oliver Atom (Tsubasa en Japón), terminaron por creerse que ellos también podían ganar a un equipo respetable. 2-1 final para seguir con la revolución de los underdogs.
El fútbol es de los pocos universos donde el despistado, el hombre que estaba en el momento y lugar equivocado no es la víctima sino el villano. Existen dos tipos de autogoles: el remate absurdo en propia puerta, y el rechace accidental, ese balón que te busca como un norte magnético para luego sobrepasar la línea de cal. A veces, solo a veces, el rostro de un hombre que acaba de marcar en propia puerta se asemeja al del que recibe un balazo sin tener idea de qué carajos acaba de pasar. Miren el rostro de Cionek. Pero a Polonia no le bastó el azar para perder frente a Senegal, también les regaló un gol; quizás habían coordinado con Colombia lo de dar cierta ventaja a los menos favoritos para emparejar los encuentros. Otro 2-1 y ahora ambos están contra las cuerdas.
Como Rusia no necesitó obtener boleto para su Mundial, le hacía ilusión al menos ganarse uno para octavos de final. Otra vez el autogol, el rostro desencajado, el esférico trágico que entra besando el poste. Con el primer bloque ya colocado por Fathy, Chéryshev y Dzyuba terminaron por destrozar a Egipto. Salah descontó, pero fue más un guiño así mismo, el mejor jugador de la temporada se regala un golito en Copas del Mundo. Mientras tanto, el mundo se alista para la segunda vuelta.
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