‘Dos días, una noche’ se estrena este jueves en Buenos Aires.
Dos días, una noche por fin se estrena en Buenos Aires, después de varios amagues en febrero, abril, mayo de este año. Cuando la película de Luc y Jean-Pierre Dardenne desembarque este jueves en nuestras salas, faltará cerca de un mes para que los hermanos belgas comiencen a rodar su nuevo proyecto cinematográfico en la ciudad donde suelen filmar, Seraing. La historia de Sandra ya habrá abandonado la cabeza de sus autores, pero se meterá en la nuestra justo cuando transitamos un largo proceso electoral que intensifica la vieja costumbre de compararnos con otros países y de preguntarnos “qué tipo de Argentina” queremos.
La Bélgica que filman los Dardenne tiene poco de la Europa primermundista que suele presentarse como modelo a imitar. Deux jours, une nuit se circunscribe a pocos personajes, a la pequeña Seraing, a un solo fin de semana, y sin embargo proyecta el retrato de algo enorme: uno de los rostros más perversos del capitalismo salvaje.
Sandra empieza a recuperarse de una depresión profunda. Cuando recibe el alta para volver a trabajar, le avisan que sólo podrá hacerlo si sus compañeros aceptan sacrificar el cobro de una prima anual para que los empleadores puedan pagar, con ese dinero, el sueldo de la operaria reincorporada.
La protagonista se entera un viernes de la votación que tendrá lugar el lunes siguiente en la fábrica. Tiene dos días y una noche para sensibilizar y convencer a sus pares.
Los Dardenne le dan carnatura al capitalismo con dos personajes secundarísimos: el escurridizo propietario de la compañía (lo vemos una sola vez, cuando le explica rápidamente las reglas del juego a Sandra) y el jefe de personal que controla la votación (interpretado por el siempre versátil Olivier Gourmet). La conducta de ambos es tan aséptica, tan neutral, tan correcta como exigen los manuales de ajuste neoliberal (en las naciones serias).
Patrón y capataz desmienten el mito del explotador abusivo, malvado. Respetuosos de los valores democráticos, llaman a elecciones libres que decidirán la suerte laboral de la empleada problemática. “Que se arreglen entre ellos” dirían estos personajes, si fueran argentinos.
Aunque siempre apuestan -o señalan la necesidad de apostar- a la solidaridad, los hermanos cineastas se cuidan muy bien de contar una fábula idílica sobre empatía, resistencia y unión. Además de mostrar las diversas reacciones de los compañeros visitados, evitan juzgar a aquéllos que se niegan a sacrificar su prima.
En Espectadores reseñamos esta película en febrero pasado, días antes de que Marion Cotillard compitiera por el Oscar a la mejor actriz protagónica. En aquel entonces dudamos de que el estilo narrativo y el planteo ideológico de los Dardenne consiguieran algún reconocimiento por parte de la Academia de Hollywood.
También señalamos que a Sandra le faltan los atributos heroicos que suelen ayudar a ganar la estatuilla dorada. La ausencia de virtudes espectaculares la aleja del prototipo de mujer combativa que los hacedores de cine industrial prefieren retratar y encumbrar, por ejemplo la Norma Rae de Sally Field o la Erin Brokovich de Julia Roberts.
Por si este déficit resultara insuficiente, los Dardenne le niegan a su personaje dos obstáculos infaltables en la mayoría de las fábulas “inspiradoras” que Hollywood les dedica a gestas individuales y colectivas: uno o varios villanos poderosos, y un contexto íntimo/familiar adverso. A lo sumo, esta obrera calificada soporta la agresión de un colega y desenmascara al mencionado capataz. Su marido, incluso sus hijos, le brindan apoyo incondicional.
La economía de recursos a la hora de contar una historia libre de buenos y malos, la mirada atenta a padeceres y sentires de ciudadanos absolutamente rasos -en general arrinconados por el fantasma de la exclusión-, el retrato piadoso de los inmigrantes que habitan una Europa -al menos una Bélgica- inhóspita, la descripción de una realidad social que desmiente las virtudes ejemplares del llamado ‘Primer Mundo’ son algunas de las características de la filmografía de los Dardenne, que reaparecen en Dos días…
El impecable trabajo, no sólo de Cotillard, sino de Fabrizio Rongione, Catherine Salée, Christelle Cornil y de demás integrantes del reducido elenco recuerdan que Luc y Jean-Pierre también son notables directores de actores. Sin dudas, ésta es otra razón para ver Dos días, una noche a partir del jueves próximo.