Todo era como en un sueño. Un escenario oscurecido por un fondo negro del que sólo se adivinaba una gran flor de color rojo y unas lámparas a modo de salón decimonónico. Y para que fuese todo más irreal, si cabe, una música ambient —confeccionada ex profeso— con leves notas de las canciones del grupo para tintar una espera de color rojo. Rojo-riesgo. Rojo-alerta. Rojo-sangre. ¿Cómo fundir todo eso en un mágico momento? Es difícil echar la vista atrás y no sentir el vértigo y el miedo al despertar del travelling existencial que conlleva hacer de nuevo, nuestras, las imágenes y los momentos que éstas protagonizaron. Algo así fue lo que anoche pudimos sentir con Second en el Inverfest 2023: un viaje en el tiempo, emocional y exquisito, porque sin duda, desde que el grupo murciano anunció que se retiraba de los escenarios, un aura de dudas, incomprensión y fatiga emocional han invadido a sus seguidores que, ayer, llenaron el Teatro Circo Price de Madrid. Y más, si cabe, cuando lo que vimos sobre el escenario fue a un grupo sólido, con una madurez extraordinaria y un saber estar y modelar sus canciones sobre el escenario a prueba del paso del tiempo. Y eso fue lo que les llevó a interpretar veintiún temas, que sonaron como una única melodía completa. Serena. Intensa. Fulgurante. Y, sobre todo, onírica. Siempre nos resulta muy difícil decir adiós a las personas que queremos de verdad, y este concierto fue una muestra de ello, tanto por parte del grupo como de sus seguidores. Ese hermanamiento que ocurre tan pocas veces es lo que ha hecho de Second un grupo grande. De letras. Canciones. Melodías. Ritmos. Imágenes y sueños. ¿Cuántas veces he escuchado esa frase tan manida de que Second y sus canciones forman parte de mi vida? Pues ese ha sido su poder: instalarse en lo más íntimo de un gran número de sus seguidores. Amores eternos que, de repente, se rompen.
A pesar de todo, Los Cuatro de Murcia —cómo me recordaron Jorge y Sean a The Beatles en sus vestimentas y en sus movimientos sobre el escenario— lo dieron todo para vencer al destino aun cuando comenzasen el concierto con el tema Estado de alegre tristeza y su lapidaria frase: «Nada es para siempre», o: «Rescátame pronto». Un reclamo que fue entendido por el público, ya que los llevó en volandas de principio a fin. El concierto de ayer fue una fiesta colectiva de cánticos, palmas arriba, coros y aplausos que acompañaron a la elegancia de un grupo que sonó como nunca: compacto, rítmico y envolvente. Y, todo, bajo esa luz roja que bañaba el ambiente. En ese velo del tiempo fueron sonando Mira a la gente, ¿Quién pensaba en eso?, Muévete y siente hasta llegar a uno de los momentos mágicos de la noche tras sonar una de sus mejores canciones: Nivel inexperto. Aquí, Sean Frutos, nos sorprendió a todos, incluidos técnicos de sonido, cámaras —el concierto fue grabado— y miembros de la banda, cuando nos propuso a todos interpretar de nuevo la canción cantada a coro por el público y acompañada por los músicos en un tono más bajo para que la voz de los que allí estábamos fuese la verdadera protagonista del momento, lo que sin duda fue un gran homenaje por parte de Sean a todos sus fans que, como les está sucediendo en esta gira, están agotando todas las entradas para colgar un gran sold out en todas sus actuaciones, al menos hasta el momento. Quizá, ese instante mágico se debiera a que al inicio del tema Jorge nos preguntó: «¿Cómo estáis?», a lo que enseguida Sean prosiguió con un: «Buenas noches, Madrid. Estamos aquí celebrando toda una vida musical, la nuestra…», para seguir diciéndonos que más allá de las despedidas había que disfrutar del momento, y eso era lo que ellos querían que sucediera esa noche. Noche de nuevo teñida de rojo. Rojo-sangre, como si fuera un poema de Lorca. Tras ese inesperado giro uno se quedó con la sensación que ese tema sonaba a despedida grande. Despedida de salón de casa —porque eso fue en lo que convirtieron Second el Circo Price anoche—. DESPEDIDA GRANDE Y EN PLENITUD DE AQUELLOS QUE LO HAN DADO TODO EN SU VIDA. MÁGICO FOTOGRAMA QUE PERDURARÁ PARA SIEMPRE EN LA PELÍCULA DE NUESTRAS VIDAS. SENCILLAMENTE GENIAL. Un instante donde sobre todo, Sean, no pudo esconder su cara de felicidad por más que nada sea para siempre.
Esa sensación de felicidad ya no abandonó el Price en ningún momento. Sabedores de la magia que atesora esa efímera felicidad que a veces nos aborda, las canciones fueron sonando como un tobogán infinito. Flores imposibles, Mañana es domingo, Nueva sensación, Cúrame como siempre —una de las mejores canciones de su último disco en la que el eco de las guitarras fue inmenso—, Muérdeme o En otra dimensión fueron una catapulta hacia el éxito de una noche para recordar. Una noche en la que siguieron tocando Sonará en todas partes con su clásico «para pa pa pa papapa», El contorno de tus miedos, donde de nuevo su música planeó sobre el escenario de una forma contundente y mágica, lo que les llevó sin apenas tocar el suelo hasta la parte final del concierto de la mano de temas como NADA —otro de sus pelotazos que ayer fue plasmado sobre el escenario de una forma más pausada, pero igual de intensa—, Ya no estamos para gilipolleces, Volver a esa paz o Rodamos su road-song que ayer rescataron como hacían años atrás para cerrar esta primera parte de su actuación. Una canción que ayer se convirtió en un magnífico travelling de momentos e imágenes irrepetibles.
Comenzaron el bis con Más suerte, otro de sus hits donde Nando Robles nos hizo una gran exhibición de lo bien que toca el bajo con Jorge Guirao y Sean Frutos de rodillas para acrecentar la capacidad onírica del concierto, y Fran Guirao al fondo con su eléctrica batería, lo que les sirvió para interpretar Quiero equivocarme y después su futurista 2502 que acaban con un ritmo alto que lleva a Jorge a abandonar el escenario y desplazarse por la platea donde se cae al no ver el escalón que separa a las butacas del suelo. Tras ese impasse volvieron en un segundo bis con Rincón exquisito que, como en Nivel inexperto, fue coreada a pleno pulmón por todos los asistentes en una versión más enriquecedora, si cabe, de sonidos más maduros y atrayentes, que tras un larga y extendida versión fue el punto y final de un concierto que acabó con una larguísima ovación de varios minutos de un público totalmente entregado a un sueño: Second.
Tras este viaje emocional y exquisito, sólo nos queda decirles al grupo murciano que la actuación de ayer tuvo el amargo sabor de las despedidas no deseadas, a pesar de que siempre que queramos nos seguiremos encontrando con ellos. Eso sí, lo haremos al otro lado del horizonte, donde las canciones nunca dejan de sonar, pues su eco es infinito, y porque como dijo John Keats en el inicio de su poema épico Endymion: «Algo bello es un goce eterno».
Ángel Silvelo Gabriel.
Foto: África Silvelo