Ha pasado la noche de Sant Joan en la ciudad y pronto tendremos la luna llena sobre el mar de Barcelona. Estallan las hogueras y la pólvora, la noche más larga del año, empieza el verano y, en cambio, yo me siento a primeros de septiembre. Primeros de septiembre en mi vida, con el verano muy presente pero cerca ya de los olores del otoño. 50 años. No hay más que decir. No sé qué es la crisis de los cincuenta, aunque a veces pienso que la crisis de verdad llega cuando la niegas o no la reconoces. Pero mi cuerpo funciona más o menos bien, la cabeza me da todavía buenos ratos y mi capacidad de emocionarme, de tener ideas y proyectos, de encontrar ilusiones en mi interior, de estudiar y de conocer, de ser curioso en pocas palabras, permanece intacta.
Me pregunto, con todo, cuanto durará esta fase de mi vida que, de hecho, poco tiene que ver con la edad cronológica. Veo amigos mayores que yo, los veo con ilusión y nervio, con ganas de hacer cosas todavía y pienso "¡que me dure a mí también!". El mundo del vino se ha convertido, un poco, en el camino de mi vida. Un camino agradable y con pocas cuestas, que me permite ir arriba y abajo con comodidad y facilidad: conozco un nuevo vino, lo pruebo y me recuerda los campos de cereal de mi infancia en la Alta Anoia. Huelo otro y me lleva a las playas de mi adolescencia en el Maresme. Un tercer vino me hace pensar en las puestas de sol de mi primera edad madura en Ravello. Y así, arriba y abajo, entre recuerdos y nuevos proyectos, de la mano de la cepa y de sus frutos. Desde que llegó el solsticio de verano y hasta que llegue la próxima luna nueva celebraremos estos años, mi mujer y yo. Hemos bebido y reído con amigos y familias, hemos comido a gusto. ¿Qué es una fiesta, en este rincón de mundo entre el mar y la montaña, sin buenos vinos, buena comida y una mesa llena de conversación?
Pero la fiesta se acaba. Los días empiezan a encogerse cuando llega septiembre, aunque su luz sea preciosa, el aire claro y el fresco del atardecer acompañe y acaricie nuestros cuerpos. Septiembre, el septiembre de mi vida, me gusta y diciembre...¡diciembre queda todavía lejos!
Lou Reed canta una de las mejores versiones que conozco de "September Song" de mi admirado Kurt Weill. Sirva la canción de sonoro agradecimiento a todos los amigos que, por un camino u otro, me han hecho llegar su pensamiento y su felicitación. ¡Muchas gracias a todos por estar ahí!
La primera foto es de fastshootbcn. La segunda de jordillar, ambas en flickr.