Revista Coaching

Ser fiel a los principios

Por Elgachupas

Celebración por el triunfo de España

Foto por cabezadeturco (via Flickr)

Artículo original escrito por Jero Sánchez. Sígueme en Twitter.

No soy futbolero, pero como español que vive a muchos miles de kilómetros de su país, estoy especialmente emocionado por lo que la selección española de fútbol acaba de conseguir. Ser campeón de la Copa del Mundo no es cualquier cosa. Sin desmerecer el esfuerzo realizado por los otros 31 países –que estoy convencido han realizado un trabajo excepcional–, y a juzgar por los comentarios que me ha tocado oir de muchos expertos deportivos mexicanos y lationoamericanos, hay una cosa que parece cierta: el seleccionado español le debe gran parte de su victoria a no haber traicionado en ningún momento sus principios futbolísticos –lo que sea que eso signifique futbolísticamente hablando ;-)

Después de escuchar esta idea varias veces en diferentes lugares, no he podido evitar extrapolar. Insisto, no entiendo de fútbol, y no puedo decir si la victoria de España se debe realmente a eso, pero lo que sí sé de primera mano es que tener unos principios claros y vivir de acuerdo a ellos es fundamental para conseguir cualquier éxito.

Ya he hablado anteriormente sobre la importancia de los principios personales a la hora de establecer un plan de vida. Los principios son el mapa que nos sirve de guía, las reglas del juego que nos ponemos a nosotros mismos para avanzar hacia nuestras metas. Es cómo consideramos que deben ser las cosas, lo que está bien y lo que está mal.

En los momentos difíciles, cuando empezamos a dudar de nuestra propia capacidad o parece que vamos a contracorriente, es cuando los principios juegan un papel importante. Tener unos principios sólidos y claramente definidos marca la diferencia entre navegar a la deriva y mantenerse en ruta –aquella que nosotros nos hayamos fijado como nuestra ruta. Porque incluso si llegamos a la meta siguiendo los principios de otros, no será lo mismo. Siempre tendremos la sensación de habernos fallado, de que el éxito no es completo –ergo, no será nuestro éxito, sino el de alguien más.

No importa cuáles sean –siempre dentro del respeto al prójimo–, debemos tener claros nuestros principios y apegarnos a ellos como si fuéramos lapas. Cuando veamos triunfar a los demás siguiendo reglas distintas, la tentación de cambiar las nuestras será muy grande. Pero tenemos que recordar que ningún triunfo es verdaderamente nuestro si no lo alcanzamos siguiendo nuestros verdaderos principios, los que nacen de lo más profundo de nuestro ser.

Podemos caer una, dos, tres veces… Si somos fieles a nuestros principios finalmente lograremos el objetivo que nos hayamos impuesto. Y creedme, ningún triunfo en la vida es más dulce que el conseguido como fruto de nuestro trabajo y del coraje para no traicionarnos ante las dificultades.


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