Revista Sociedad

Ser sincero no significa ser gilipollas

Publicado el 23 marzo 2015 por Miyu Clementine @amy_blue

Con una de mis entradas anteriores -con sus comentarios, más bien- me ha inspirado a escribir algo y opinar de forma más extensa. Hablábamos de la gente hipócrita y demás. Soy una persona muy sincera, hubo una época en la que daba mi opinión sin importarme las represalias (me sorprende que jamás me dieran un puñetazo en la cara), el caso es que yo toda la vida había sido una persona muy callada, nunca expresaba mi opinión por miedo, hasta que un día (no sé cómo ocurrió) me harté, y decidí que yo tenía que expresar la mía, y que si a alguien no le gustaba; básicamente, que se jodiera. Un día pensé que el mundo estaba lleno de dos tipos de personas: Los cazadores y las presas, y yo no quería ser una presa, pensé que si alguien tenía que sobrevivir sería yo. No necesité a nadie que me salvara, porque me salvé a mí misma porque una vez pensé que conmigo misma estaba a salvo, porque soy la única que no va a traicionarme (o sí). El caso es que en algún punto del camino me desvié un poco y a veces pecaba de ser borde o de ser incluso desagradable dando mi opinión. Un día me di cuenta de ello y pensé que tenía que cambiarlo (y lo he conseguido, ahora soy mucho más calmada), ahora no doy siempre mi opinión, básicamente por una cuestión muy simple: La gente no aprecia tu opinión, a la gente tu opinión se la suda el coño, es decir, si quieres dila, pero no hace falta que expreses tu opinión CONSTANTEMENTE y menos por temas delicados (política, religión, sexo…) cosas así. Diplomático, le llamo yo. TODOS deberíamos de ser diplomáticos, dar nuestra opinión cuando merece ser escuchada y además, dar nuestra opinión sin agresividad, ni enfado, ni borderías. Estoy harta de que haya personas que se llenen la boca diciendo que son sinceras cuando lo único que hacen es ofender al prójimo (en realidad yo cuando era TAN sincera, no siempre ofendía, a veces ofendía casi que sin querer, lo curioso es que esa gente no es sin querer, te das cuenta de que lo hacen queriendo “porque son muy sinceros”). Una vez, una de estas personas me dijo que claro, era muy sincera y que si no te gustaba su opinión te jodías, porque es lo que hay, porque cuando alguien es muy sincero te estás exponiendo a que te diga que eres un gilipollas aunque no sé, seas amigo suyo.

Voy a dar un ejemplo (lo he puesto en otra entrada en los comentarios, pero aquí queda bien): Una amiga tuya se compra un pantalón y te lo enseña, y te pregunta que qué te parece. A ti te parece horrible: Le vas a decir que es horrible? Hombre, pues no, pero ojo, puedes decirle que no te gusta de buenas maneras, no hace falta que le digas que es precioso, porque a ti no te lo parece, pero tampoco le digas que es horroroso. Yo le diría algo como: Pues no es de mi estilo, pero si a ti te gusta, perfecto/pues a mí no me gusta demasiado, pero a ti te sienta bien: POR EJEMPLO. Os dais cuenta, personas sinceras y bordes del universo?! Estáis diciendo LO MISMO, pero sin herir, pero el caso es que en realidad es LO MISMO, estás diciendo que no te gusta, pero no estás hiriendo a nadie en el proceso.

Me he dado cuenta de que las personas que somos más tímidas, más calladas, más cerradas en nosotras mismas, que antes no expresábamos ninguna opinión y que de golpe decidimos que teníamos que hacerlo, nos volvemos muy bordes. Creo que ésto ocurre porque hemos estado tantos años ocultando nuestros sentimientos, que cuando abres la compuerta sale todo como lo sientes, sin ningún tipo de filtro, y el caso es que tus amigos te aceptan, porque vale, son tus amigos; pero y la gente nueva que conoces? Te has dado cuenta de que tal vez estás hiriendo a personas que en realidad tampoco se lo merecían? Y el caso es que en realidad si pones de tu parte es muy fácil cambiar de ser borde a ser diplomática (lo repito: Yo lo he conseguido), y de hecho diré más, me siento mucho mejor ahora que soy diplomática y no soy una borde, porque parece que estés amargada con la vida (y en realidad no), pero siempre tienes miedo por si un día te parten la boca, y es agradable hablar sin miedo a represalias también.

Antes siempre me discutía con gente; tanto por internet como en persona, porque siempre tenía que tener -yo- la última palabra, y no toleraba putas mierdas. No es que ahora las tolere (no las tolero), es que simplemente, antes saltaba enseguida y ahora no. Medito unos instantes, y pienso: Vale la pena contestarle? – Sabes qué? La mayoría de las veces no vale la pena contestar, porque total, tampoco te entenderán, y total, te cabreas tú, te cabreas muy fuerte, y no solucionas nada, no vas a cambiar el mundo por discutirte con cuatro gilipollas. Hubo una época en la que solía pensar que iba a salirme una úlcera o algo así, porque siempre andaba nerviosa porque me discutía con demasiada gente, más gente de la que podía contar. Eso es sano? No. Y sabes por qué? Solamente por decir la verdad, pero decirla de forma desagradable y borde. Ahora sigo diciendo la verdad, de forma mucho más diplomática, más calmada, y sobretodo, más fría, y ya no me discuto con nadie, porque nadie me discute nada, porque mi opinión queda mucho más válida que sus argumentos, y por eso, vale la pena hablar sin alterarse. Va a ser verdad que cuando hablas con la cabeza fría tus argumentos son mucho más sólidos y que cuando discutes “en caliente” todo lo que dices carece de valor.


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