Revista Cine

Sexo fácil, películas tristes

Publicado el 20 abril 2015 por Pablito

Tras una curtida carrera como guionista –Vientos de Agua, Séptimo (Patxi Amezcua, 2013)-, y haber dirigido el cortometraje Vivir de negro (2010), Alejo Flah da el salto al largometraje con la romántica Sexo fácil, películas tristes (2015). Y lo cierto es que el realizador y guionista argentino no defrauda. Opera prima que bebe de títulos de cine indie americanos como Ruby Sparks (Jonathan Dayton & Valerie Faris, 2013) o 500 días juntos (Marc Webb, 2009), esta coproducción entre España y Argentina es una obra llena de encanto, de esas películas que en su mayor parte del tiempo se disfruta con una sonrisa. Aunque peca de cierta falta de impronta autoral y se echa en falta más riesgo en su realización, algo plana y televisiva, Flah construye la historia con buena caligrafía y teniendo siempre muy claro lo que quiere contar, algo especialmente remarcable al no ser éste último un atributo fácil de encontrar en los directores noveles. 

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Sexo fácil, películas tristes desgrana la historia de Pablo (Ernesto Alterio), un guionista argentino al que le mandan escribir una comedia romántica justo cuando atraviesa el momento menos romántico de su vida. De pronto, los personajes creados por él cobran vida y el espectador pasa a ser testigo del nacimiento y posterior desarrollo del romance entre Marina (Marta Etura) y Víctor (Quim Gutiérrez), al mismo tiempo que el autor de dicha historia va sumiéndose en una profunda crisis creativa y, efectivamente, conyugal. Estamos, pues, ante una película dentro de otra película. O, dicho de otro modo, de dos películas en una: la protagonizada por los espléndidos Etura y Gutiérrez por un lado, y la de las idas y venidas existenciales del personaje de Alterio por el otro. El problema es que mientras la primera resulta atractiva, fresca e interesante, la segunda lo es bastante menos, por lo que el ritmo de la película queda lastrado. El resultado es un producto que avanza de forma intermitente; un trabajo que cuando parece coger oxígeno y elevarse a los altares gracias a la química arrebatadora entre los protagonistas – no es para menos teniendo en cuenta que es la tercera vez que hacen de pareja en la ficción, tras Azuloscurocasinegro (2006) y Los últimos días (2013)-, se corta en seco para narrar las historias y subhistorias que rodean al escritor (infidelidad de su mujer, reencuentro con su ex novia, exigencias de su editor, problemas de salud del editor…). En cualquier caso hay que poner de relieve el gran trabajo de Ernesto Alterio -probablemente el mejor de su carrera-, que justifica en todos y cada uno de los planos su merecido Premio al Mejor Actor en el Festival de Málaga, certamen donde la película se presentó a competición. 

No obstante sería injusto destacar únicamente la interpretación del actor argentino en una película con un extraordinario catálogo de principales y secundarios: Marta Etura, Quim Gutiérrez, Carlos Areces, Bárbara Santa Cruz y Julieta Cardinali conforman el póquer de intérpretes soñados por cualquier director. Otros de los puntos fuertes de una película beneficiada por su gran trabajo de montaje, son sus diálogos, terreno donde Flah aprovecha su experiencia para regalarnos unas réplicas y contrarréplicas brillantes, así como el inolvidable monólogo final del protagonista. Es éste, junto con el logrado plano aéreo de la madrileña Puerta del Sol abarrotada en la noche de fin de año que abre el film, los dos momentos más a destacar del mismo: el primero, por la sensibilidad y el buen gusto con el que está escrito, y el segundo porque es el plano más técnicamente ambicioso. 

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Junto con la capacidad del director por condensar en 90 minutos la acción, otro de los alicientes para disfrutar de este ejercicio fílmico que nunca termina de decantarse por el drama y la comedia es la voz en off de Víctor, encargada de ir destripándonos los entresijos de las comedias románticas y de certificar cómo (casi) todas siguen un mismo patrón: conocerse, amarse, discutir y reconciliarse, aunque también habrá quien le seduzca la película por su homenaje, más o menos velado, a la profesión de guionista. En conclusión, puede que no sea un logro irrefutable, pero sí un muy digno trabajo que deja buen sabor de boca. Exenta de ambiciones y prepotencia indigesta, Sexo fácil, películas tristes no pretende cambiar la vida de nadie, sino simplemente hacernos pasar un buen rato. Y lo consigue. 


Sexo fácil, películas tristes

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