El mayor silencio es el silencio auto impuesto.
Uno puede saber algo, incluso saberlo con total seguridad, con pruebas y contrastando fuentes y, aún así, no contarlo. Y las razones tras este silencio suelen ser muchas pero creo, desde mi particular punto de vista, que hay dos que prevalecen por encima de todas las demás.
Uno puede callarse por el bien de otros o por el propio. Básicamente, todas las posibilidades que lleven al silencio personal pasan por uno de estos dos motivos principales.
Por ejemplo. Uno puede saber que las cosas se hacen mal o no del todo bien en tal o cual bodega y callárselo porque, como suelen decir los palmeros de la industria "se trata de empleos", "habláis con mucha libertad y sin respeto del trabajo de los demás" y otras perlas de igual calibre. Y la verdad es que sí, se habla con mucha libertad, algo consagrado en el articulo 20 de la Constitución Española siempre que no se falte a la ley que regula ese derecho. Hay en España (herencia del pasado, supongo) mucha gente que se lleva muy mal con la libertad de expresión de los demás. Pero el hecho es que cuando yo digo e insisto hasta la saciedad en las malas decisiones de la DO Rías Baixas pienso mas en esos empleos que los que se callan o moderan su mensaje.
El otro silencio es mas complejo y analizar sus razones toca las lindes de lo personal de un modo que hace inviable un análisis externo. Porque si yo me callo en algo, es porque ese algo vale mucho la pena, al menos para mi. Si yo no cuento lo que se, lo que creo o lo que me parece sobre un asunto concreto, aunque ese silencio sea solo temporal, es que algo pasa que merece que me calle.
Veo estos días lo que viene siendo un frente mediático de libro organizado desde Alvaro Palacios (marca registrada) y su troupe para dar al bodeguero la dimensión que supongo que hace tiempo se merece. Lo veo con Iñaki Gabilondo en el Plus, lo veo con Pepa Bueno en Mediaset y lo veo por doquier, hablando de un mundo del vino que levita a tres centímetros del suelo y que eleva a las personas a estadios y universos que jamas creeríais.
Y, ojo, digo todo esto desde el mayor de los respetos. Lo veo y me alegro de que alguien que lleva años haciendo las cosas de un cierto modo explota, ahora si, su éxito personal y el de alguno de sus vinos para lograr que, al fin, los mass media hablen de vino como hablan de cocina. En base a referentes "top" al estilo de Adria o Jordi Cruz. Personajes mediáticos que arrastran tras de si, cual cola de cometa, una larga lista de personajes menores a diferentes niveles pero siempre tras el brillo de la cabeza del cometa, ofuscados pero presentes, ocultos pero a la vista.
La cocina tiene docenas de personajes así, a los que una pléyade de frikis adoran sin fisuras pero que para el común de los mortales (los que ven Cuatro o Telecinco, por ejemplo) son totalmente anónimos. Iago Castrillón, Lucia Freitas, Juan Teja, Sefa Ínsua... algunos suenan y otros son directamente desconocidos, pero todos son artistas, cada uno en lo suyo, cada uno con sus medios y su experiencia vital. Y todos son humanos y normales. No levitan, no elaboran néctar y ambrosía. Hacen de comer, pero muy bien.
De igual manera, un buen puñado de personas hace vino. Unos son mas artistas, otros son hipis y algunos de lo mas común y corriente. Unos son estridentes y otros discretos. Pero hacen vino que se bebe (y muy bien) y que se puede comprar. Vinos de 5, 10, 15 0 20 euros. Incluso de mas. Pero accesibles en un país como este para la mayoría. A esas personas no les hará ni puñetero caso nadie nunca porque para que te hagan caso has de ser, como mínimo, el primer 100 puntos Parker, distribuido por Vila y de perfil medio-alto, con un toque kitch o, al contrario, con un aire "Daliniano", a saber; artistas entre friki y atormentado que se vuelve accesible para la élite de los medios pero inaccesible para el resto, con un discurso de raíces, abierto, vulnerable pero firme y siempre con un toque místico. Al gusto de esos entrevistadores, al gusto del gran publico para hacer interesante algo que no le interesa a nadie.
Alvaro Palacios hace un enorme favor al mundo del vino, es indudable. Y a si mismo, por supuesto, es lo suyo. Lo que dudo es que ese favor sea trasladable a la parte del mundo del vino que se pelea hoy contra bodegas de producción masiva y que pierde inexorablemente la batalla. El numero de "Dalis" que se puede permitir al mismo tiempo una sociedad, me temo, es finito. Uno, tal vez dos a la vez. Nada mas.
Se sorprende, en la entrevista que se programaba este domingo en Cuatro, Pepa Bueno cuando Alvaro Palacios le dice que tiene una finca "de media hectárea" que solo produce 1000 o 1500 botellas pero que es "un capricho de la naturaleza"....
Se sorprendía la periodista amigos. Mucho.
La clave de todo está en el silencio. Los silencios. Decía hace unos días en un twitt Victor de la Serna que "Coche-Dury, Roulot: de Meursault y famosos. Luis A. Rodríguez, Xosé L. Sebio: del Ribeiro y los conocemos cuatro gatos.". Pues si, así es.
X. L. Sebio es hoy, en mi modestísima y desinformada opinión, el personaje que mas claro lo tiene en el mundo del vino. Hace vinos realistas, cercanos a su variedad y origen y razonables en precio y alcance. Es justo pero inflexible en sus razonamientos, debate con "tecnológicos" y "naturales" por igual y es, por su personalidad, imposible de "agilipollar". Su opinión no flota a 3 centímetros del suelo, ni falta que hace. Pero sus vinos son de lo mejor para muchos y, cada vez, mas accesibles y certeros. Es, básicamente, un tipo de Vigo que hace muy buenos vinos en muy difíciles circunstancias. Y me juego algo a que ni Pepa Bueno ni Iñaki Gabilondo le harán nunca una entrevista como esta.
Es un silencio y es una pena.
Fotos: Capturas de la entrevista en "Viajando con Chester" (Cuatro)