Revista Regiones del Mundo
(03/07/2011, Paco Soto, Varsovia)
- Vive sumida en una profunda decadencia económica debido a la crisis de la minería y la industria pesada.
- La región del sur de Polonia exige la autonomía para controlar sus recursos.
Silesia es una extensa región que se extiende sobre tres estados: Polonia, Alemania y Chequia. La mayor parte ocupa el sudoeste de territorio polaco y se divide en la Baja Silesia, el sector occidental, y la Alta Silesia, que corresponde a la zona oriental y meridional. Después de la derrota nazi en la II Guerra Mundial, la parte germana fue cedida a Varsovia. Unos cuatro millones de alemanes fueron expulsados y los que decidieron quedarse sufrieron represalias de la dictadura comunista por su supuesta lealtad al III Reich. Muchos polacos del este repoblaron la región.
Hoy Silesia, que fue una de las regiones más industrializadas, vive una profunda decadencia económica debido a la crisis de la minería y la industria pesada. La zona tiene su propia lengua y una fuerte personalidad cultural que el comunismo no pudo erradicar. En la zona de Opole reside todavía una importante comunidad de origen alemán.
Las reivindicaciones a favor de una amplia autonomía son cada vez más apremiantes. El artífice de esta dinámica es el Movimiento por la Autonomía de Silesia (RAS), creado en 2001 y presidido por Jerzy Gorzelik, un doctor en Historia del Arte de 40 años. Su objetivo es conseguir que la región tenga una autonomía política que le permita administrar sus recursos y defender sus particularidades culturales y lingüísticas. En julio de 2009, miles de personas salieron a las calles de Katowice para pedir autogobierno, y en el último congreso del RAS celebrado el pasado marzo sus 130 delegados dejaron claro que es un objetivo irrenunciable. Según el militante Piotr Dlugosz, «queremos la autonomía, porque pensamos que de esta forma podremos defender mejor nuestros derechos y gestionar los fondos públicos».
Un problema serio
En las elecciones locales y regionales de noviembre, los autonomistas del RAS consiguieron más de 9% de los votos. El Gobierno de Donald Tusk comprendió que tenía un problema serio con Silesia, que con sus cuatro millones de habitantes representa el 10% de la población del país. El éxito electoral del RAS, que forma parte del Gobierno regional, conmocionó a la elite dirigente de Varsovia.
Las corrientes centralistas, como en el pasado los comunistas, rechazan un sistema plurinacional, o al menos autonómico, porque consideran que es menos estable que el Estado unitario. «Por eso los políticos que construyeron la nueva Polonia tras la caída de la dictadura comunista hicieron como si los silesianos no existieran», indica Marek Plura, diputado de la gobernante Plataforma Cívica (PO, de centroderecha). El líder del RAS advierte de que «la autonomía es nuestra principal línea de programa y no vamos a renunciar a ella». Gorzelik señala que «con Varsovia, deseamos únicamente conservar en común la defensa, la política exterior, la moneda y las infraestructuras nacionales. El resto, sobre todo la fiscalidad, debería ser competencia de un gobierno autonómico».
El líder del RAS se queja de que Silesia tiene que alimentar la maquinaria burocrática estatal y las zonas más pobres del este, sobre todo en la frontera con Ucrania. «No pretendemos renunciar al sistema de solidaridad con las regiones, pero queremos que la transferencia de dinero hacia ellas, al igual que hacia la caja central, se realice con transparencia porque nuestro dinero desaparece por un agujero negro», asegura.
Jaroslaw Kaczynski, cabeza visible de la derecha ultraconservadora (PiS), rechaza abiertamente la autonomía de Silesia. El hermano gemelo del difunto presidente Lech Kaczynski desató una polémica al afirmar que la reivindicación silesiana equivale a pedir la incorporación de una parte de este territorio (la Alta Silesia) a Alemania. Pero la autonomía también es rechazada por la mayoría de la derecha liberal y el centroizquierda. El máximo exponente mediático de la izquierda moderada, el prestigioso diario ‘Gazeta Wyborcza’, la considera innecesaria, porque «nuestro sistema de protección da derechos a las minorías nacionales y étnicas y se basa en el reconocimiento de su identidad y el apoyo a su integración con la mayoría polaca». Muchos silesianos no lo comparten. En el último censo llevado a cabo, cerca de 200.000 personas se declararon silesianas en lugar de polacas.