Revista Cine
¿Se puede ser policía torturador de manera "humana"? ¿Y además serlo sin rasgos sádicos evidentes y para colmo honesto? Al parecer, si vives en la moderna India, esa inmensa colmena de karmas en movimiento sí, si que puedes. A fin de cuentas, aquello es como una galaxia aparte, un mundo dentro del nuestro, y no es de extrañar que los ambientes del hampa que salen reflejados en esta película convivan con el desarrollo económico desigual y con el glamour de las televisiones comerciales, lo mismo que si fueran valores morales paralelos y convergentes.
El protagonista de esta historia de factura correcta y culminación bien trabada -de justicia es reconocerlo- es torturado al principio. Nada más empezar ya se come un descargón eléctrico de mil pares de narices, pero esto no es óbice para aparcar toda posible crítica al sistema y centrarse en el esquema Chico busca Chica y la Rescata que no veas. Lo que aquí se busca es otra cosa.
Para ello se coge una historia ya cerca del desenlace y se recurre a los flashbacks, abundantes y caudalosos. Te sumergen en unas infancias colectivas desgarradas sí, pero centrándose únicamente en las gestas particulares y las individualidades. El inmenso horror social del país hace las veces de decorado pintado, es como una formación geológica, inamovible e inevitable.
Pero ¿acaso no sale retratada esa colectividad degenerada, aunque sea oblicuamente? Pues si sale ya tenemos una muestra, aquí en Occidente, donde repartimos los oscars, de la Otredad de Asia, ya estamos concienciados, ale, ya podemos tranquilizarnos. La historia es un ejemplo de como mostrar un país socialmente estragado y ahorrarse cualquier indagación y cuestionamiento. Están en pleno despegue. Los call-centers donde trabaja el prota atienden casi toda la telefonía de USA y Gran Bretaña, se construye como las termitas y su constelación cinéfila se expande como un melanoma.
Por ello, el protagonista es como un angel barriobajero que peca pero eso sí, sin maldad ninguna aparente, como se supone que lo hace la sociedad en la que vive que, al menos en la narración, es redimida por el triunfo de un chaval más puro cuanta más estopa recibe, y que contesta a cada revés con la mirada más limpia de aquel continente, chapeau por el casting.
De esta forma, la pura acción te libra de la reflexión. Esta reflexión se evita al sustraerte todo dato social y ambiental que no pudieras encontrar en un reportaje ternurista de Cáritas. Ah, y para colmo, todo acaba en un baile de Bollywood ¿Nos habíamos olvidado de esta entidad distractora de conciencias con exceso de purpurina?.
Un saludo emergente.