“La fluidez es la cualidad de los líquidos y los gases”. Así empezaba Zygmunt Bauman su conocido ensayo Modernidad líquida en el año 2000. Bauman acuñó este interesante término sociológico acerca de la modernidad, calificándola de “líquida”. Los líquidos son fluidos, movedizos, inestables y se adaptan a los recipientes que los contienen. Por el contrario, los sólidos son estables, más o menos duros, y para modificar su estado natural necesitan de fuerzas externas. Con esta contraposición enfrenta su “modernidad líquida” a la “modernidad sólida” que hemos abandonado. Parece que gran parte de lo que conformaba nuestras vidas hace unas décadas se ha venido abajo y se ha licuado. Los sólidos conceptos con que se construía nuestra existencia se han derramado y desintegrado, afirma el autor. No obstante habría que analizar en profundidad lo que este concepto da de sí para construir un panorama explicativo coherente.
Las cualidades de los líquidos también se ven en la transmisión de la información. Queda ya muy distante la enciclopedia universal que, instalada en un hogar, reunía a la familia para buscar tal planeta o tal país desconocido. Resulta inimaginable ya acudir a un todopoderoso libro de historia que solucione nuestras dudas. La información camina a la par junto a la velocidad de nuestra sociedad y los cambios producidos; las noticias completas e “inequívocas” se han acabado ya. Ahora asistimos a una televisión con decenas de canales diferentes y a una prensa variada con multitud de noticias y artículos. Una persona no puede abarcar toda la información que se vierte sobre un hecho y a ello ha contribuido enormemente Internet. La velocidad y la dispersión creciente de la información de nuestro mundo crean una imagen borrosa y extremadamente compleja en nuestra percepción. Es cierto que el grado informativo que ahora disfrutamos es el mayor tenido nunca, pero la duda estriba en si ello favorece o no al conocimiento que podamos tener de la realidad. Será que el conocimiento a retener, si su liquidez nos lo permite con su cualidad de multiforme, es el único posible.
¿Qué nos queda de este universo líquido que propone Bauman? Desde luego, quedan cosas sólidas y más aún habrá que construir y crear próximamente. De ello seguramente dependerá la vida de las generaciones futuras, de las convicciones e ideales sobre las que se sostengan. Y habrá que resistirse, como parece hacer Bauman en esta fotografía, y evitar que todo nuestro yo se fusione y se confunda.