Revista Coaching

Sobre causas, demoras y efectos

Por Elgachupas

Sobre causas, demoras y efectos

Un artículo de Pedro Muro que he leído hoy, me ha hecho reflexionar sobre mis inicios con GTD y por qué a tanta gente le cuesta tanto trabajo adoptarlo. En dicho artículo Pedro nos dice que existe una demora entre la causa y el efecto de las cosas, una demora que raramente tenemos en cuenta cuando atacamos un problema.

Casi siempre los que se acercan al mundo de la productividad personal lo hacen porque tienen un problema que no saben cómo resolver. Sienten que han perdido el control, que su vida es un desastre, que no tienen tiempo para hacer las cosas que quieren. Y de repente oyen hablar de GTD, un método de organización que practican con éxito decenas de miles de personas en todo el mundo.

Aun recuerdo la ilusión con que me acerqué por primera vez a GTD. En mi caso, me topé con el libro de David Allen casi por casualidad en una librería de Guadalajara. Apenas leí unas cuántas páginas pensé: “¿Dónde ha estado esta joya toda ni vida?”. Ni siquiera miré el precio. Pagué lo que me pidieron y me lo llevé a casa inmediatamente. Devoré el libro esa misma tarde, y compré mis bandejas de entrada al día siguiente.

Aunque nunca he sido una persona desordenada, por aquel entonces estaba pasando una crisis de falta de control. Tenía un buen trabajo y mi vida personal estaba en orden, pero sentía que los días pasaban sin avances. Era una especie de “ni frío ni calor”. Así que deposité toda mi confianza en GTD. Y a decir verdad, durante los primeros días mi forma de hacer las cosas dio un vuelco espectacular.

Pero no paso mucho tiempo hasta que me di cuenta de que seguía teniendo problemas. Sí, tenía las cosas anotadas en listas, el archivo estaba ordenado e incluso hacia las revisiones semanales. Pero seguía sufriendo de descontrol, un descontrol a mayor nivel: no sabía si estaba haciendo las cosas correctas, ni con qué objetivo.

Mi conclusión inicial precipitada fue que GTD suponía demasiado esfuerzo para el resultado que estaba obteniendo, y que en realidad no funcionaba. No exagero, me sentí profundamente estafado.

Sin embargo, como seguía leyendo blogs en los que se deshacían en elogios hacia el método de David Allen, volví a intentarlo, una y otra vez, siempre sin éxito. Hasta que en una de esas ocasiones “pegó”.

No fue hasta mucho tiempo después, cuando ya practicaba GTD de manera consistente, que me di cuenta de lo que había sucedido. Tuve éxito con GTD cuando le di la oportunidad de dar resultados. Las primeras veces que lo intenté me di por vencido demasiado rápido, no tuve en cuenta que toda causa demora un tiempo en surtir su efecto. A veces es más tiempo, a veces menos, pero siempre existe un cierto lapso antes de que podamos ver los resultados.

Lo mismo sucede con las herramientas que utilizamos para organizarnos. La mayoría de las veces las cambiamos tan rápido, influenciados por las modas o llevados por el geek que muchos llevamos dentro, que no dejamos que se asienten y muestren todo su valor. La consecuencia: nunca estamos conformes y perdemos demasiado tiempo probando la que será, esta vez sí, la herramienta perfecta.

Por eso, si vas a intentar GTD, te recomiendo que lo hagas con todas sus consecuencias, de manera completa, consistente y fiel, al menos durante 6 meses. Sé honesto contigo mismo y haz tu mejor esfuerzo para que funcione. Solo entonces, si no ves resultados –te garantizo que los verás–, podrás decir a los cuatro vientos que GTD no es para ti.

Y tú, ¿das tiempo suficiente para que toda causa surta su efecto? Comparte tu experiencia en un comentario.

Artículo original escrito por Jero Sánchez. Sígueme en Twitter.

Foto por Cathy Singleton
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