Revista Arte

Sokurov en Barcelona

Por Bill Jimenez @billjimenez

Por Elisenda N. Frisach

Barcelona parece consagrada últimamente a la difusión de la obra de un cineasta cuya reputación internacional, sin embargo, nunca ha venido acompañada de una extensa proyección en las salas de estreno de nuestro país; me refiero a Aleksandr Sokurov, quien, en cualquier caso, puede sentirse afortunado ya que, a diferencia de lo que acontece con otros filmes de autor de cinematografías mucho más ignotas y minoritarias, al menos cuenta con una profusa edición de su cine en DVD a cargo de Intermedio, sintomáticamente una editora afincada en la ciudad condal.

sokurov leon de oro

¿Existe una especial fascinación de la intelectualidad barcelonesa hacia el director siberiano? Una respuesta afirmativa a tal cuestión no sería descabellada; de hecho, la Filmoteca de Catalunya viene prestándole atención con regularidad y, en consecuencia, no deja de ser coherente que la nueva y flamante andadura de dicha entidad en el Raval contara entre los elegidos para inaugurarla con el realizador ruso.

A todo ello hay que sumarle el hecho de que el Museo de Arte Contemporáneo de la ciudad en cuestión (MACBA) le dedica, hasta el 20 de mayo, una retrospectiva a sus denominadas “Series militares”, compuestas por cuatro piezas: tres de ellas centradas en el día a día de los soldados rusos destacados en diferentes puntos de la geografía del país (Sueño del soldado, 1995; Voces espirituales, 1995, y Confesión, 1998) y la cuarta, que funciona a modo de epílogo o exégesis espiritual de las tres anteriores, Elegía de un viaje (2001). Tales cintas suman un total de más de diez horas que combinan el tono testimonial y cotidiano prototípico del género documental con una perspectiva lírica, intimista y melancólica, que incide en las consecuencias psicológicas, anímicas y emocionales de los conflictos bélicos sobre los seres humanos que los protagonizan en primera línea, sobre todo si son tan prolongados como los recogidos. Con ello, Sokurov construye unos filmes a caballo entre el ensayo y la poesía que no solo indagan en cuestiones morales y ontológicas, sino también sociales e históricas, al hacer un retrato del estamento militar ruso de nuestros días, fruto de una realidad caótica y desmembrada; una narrativa compleja y pausada cuyas cargas de profundidad se nutren, asimismo, de ese hálito pictórico y literario que caracteriza la producción del director y que, a la postre, reflexionan sobre las fronteras entre cine y arte, lo que en definitiva explicaría la proyección de tales creaciones en el ámbito de un museo.

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Foto: Gemma Planell / MACBA

Por otro lado, el ciclo de la filmoteca y la exposición en el MACBA han coincidido, y obviamente no por casualidad, con el estreno en nuestras salas de Fausto, la última película del realizador y la única que ha logrado el galardón principal de uno de los grandes festivales de cine; en este caso, el León de Oro de la pasada edición de la Mostra de Venecia.

Según su autor, Fausto cierra el ciclo biográfico que inició en 1999 con Moloch (protagonizada por la figura de Adolf Hitler), Taurus (2000), sobre Lenin, y El sol (2004), centrada en el emperador Hirohito. No deja de ser toda una declaración de intenciones, temática pero también estética, el hecho de que Sokurov sume una leyenda tradicional alemana de gran calado en el folclore popular y  el acervo literario europeos a una trilogía basada en la plasmación –ni que decir tiene que muy particular– de tres personajes reales de la política del siglo XX.

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En realidad, al añadir Fausto a la serie, el director ruso patentiza, más si cabe, que tales obras no pretenden ser reconstrucciones históricas minuciosas de las personas y la época que acotan, sino una reflexión sobre el poder y los peligros del mismo. En este sentido, tanto Hitler como Lenin son figuras que, igual que el famoso doctor mitológico, hacen un “pacto con el demonio” en su afán por lograr unos conocimientos y unas capacidades que les permitan implementar un mundo mejor (al menos, desde su deformado punto de vista) y, lógicamente, acaban tan frustrados como el propio teólogo de la fábula, limitados por sus miserias físicas y mentales y, en última instancia, por su propia mortalidad. En cuanto a Hirohito, sin escapar de sus propios condicionantes corporales, encarna particularmente la soledad y la amargura, condenado a la degradación y la derrota, él, todo un dios según la tradición imperial japonesa.

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En este sentido, Fausto (2011) condensa todas estas reflexiones en un estilo muy similar a las piezas anteriores de la saga, donde a un cierto aire de intrascendencia y vacuidad cotidianas se le suma una poética del exceso por momentos sombría y hórrida (sobre todo vinculada al personaje del demonio), pero también delicada, sutil y luminosa (casi siempre en relación a la figura de Margarita), en la que el lirismo y la exuberancia visuales conviven con un humor esperpéntico y negrísimo; una construcción inteligentemente cimentada en un guión cargado de especulación sociológica y metafísica, obra del propio realizador y de dos de sus colaboradores habituales (Yuri Arabov y Marina Koreneva), basado asimismo en un escrito del propio Arabov y este, a su vez, inspirado por las famosas recreaciones de la leyenda faústica de Goethe y Thomas Mann. Cinta ambiciosa y operística, plasma una concepción omnímoda del espacio fílmico donde arte, filosofía e incluso ciencia se alían para recrear nuevamente un arquetipo de la cultura occidental, esta vez imbuido de nuestro particular zeigeist: apatía, egoísmo, inoperancia, violencia, aburrimiento, insatisfacción, materialismo, exceso.

En definitiva, Fausto es la película de un creador e intelectual en el más amplio sentido de ambos términos, un nuevo engarce de una filmografía que, pese no a no ser de las que cuento entre mis favoritas, es tan anticonvencional y potente, más cercana a las bellas artes que al cine (como sucede, por ejemplo, con Peter Greenaway), que sin duda merece el prestigio y el reconocimiento del que goza.

Así que visitar Barcelona esta primavera y pasearse por sus calles es una oportunidad ideal para descubrir a Aleksandr Sokurov o completar nuestros conocimientos sobre el autor.


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