Revista Regiones del Mundo

Solidaridad: El primer 'milagro'

Por Nestortazueco

«Este país sería otro si no hubiera sido por él», afirmó ayer Donald Tusk, el primer ministro polaco«Es el beato de los obreros y de los jóvenes, el más grande del siglo XX»

(ABC, Ramiro Villapadierna, Lagiewniki, 02/05/2011) Cuando Stalin se preguntó con chanza por el número de efectivos militares del Vaticano, no imaginaba que un día un vecino polaco invocaría aquí al Espíritu Santo «para que cambie la faz de la tierra», y que los obreros polacos se lo tomarían tan en serio —con el mazo dando—, que en una década todo aquel sistema, que iba a dominar el mundo y crear al hombre del futuro, habría desaparecido. Solidaridad: El primer “milagro”

«Ahora es oficial», concede el ingeniero Waldek Lagowski, hoy jubilado, entonces en la combativa planta de Nowa Huta, «pero nosotros ya hace muchos años que le rezábamos y pedíamos fuerza». El primer milagro no oficial de Juan Pablo II parece haber sido para muchos el levantamiento de la Polonia ciudadana, obrera e intelectual; hasta el primer ministro, el liberal Donald Tusk, reconocía ayer en Wadowice, el pueblo natal de Wojtyla, que «este país sería muy otro si no hubiera sido por él».

Durante el comunismo, de Cyrankiewicz a Jaruzelski, el gobierno polaco organizaba a los trabajadores en grandes demostraciones de afección, bandera roja e internacionalismo conquistador. Sin embargo, en el único país en que el socialismo ha sido derribado por los trabajadores, ayer estos suspendían por primera vez en su historia la gran manifestación del Primero de Mayo «para no hacer sombra a la beatificación».

Fe sobre fe

Así que es comprensible que la rara desaparición del párkinson de la monja francesa Marie Simon-Pierre no haya añadido una brizna más de fe a una mayoría de polacos que considera a su Papa «la más importante personalidad del siglo XX», según las encuestas. Lo recuerdan 600 monumentos y 1.200 escuelas entre la frontera del Oder y la de Brest-Litovsk. Hasta un diario crítico como «Gazeta» reconoce al desaparecido Papa como «la autoridad moral» para un 93% de sondeados, de los que un 66% dicen guiarse por sus enseñanzas en su vida diaria, aunque también confiesan usar del libre albedrío en sus preferencias. No así los políticos, que en tan señalado día han sido incapaces incluso de solventar su vieja riña postcomunista para viajar juntos a Roma. Desde hace décadas, unos han intentado apropiárselo y otros lo han temido. El viejo general Jaruzelski, que aún vive, presidente de la última Polonia comunista, reconocía a este diario la estupefacción de la noche en que oyó desde Varsovia que el arzobispo de Cracovia era el nuevo Pontífice: «Naturalmente hubo cruce de llamadas y convocatoria urgente de asesores», pero también dice haberse sentido «íntimamente orgulloso como polaco».

Pero poco después el nuevo Papa aterrizaba en el centro de Varsovia pidiendo resistencia y valor: «Cambiaréis la faz de la tierra», dijo a sus conciudadanos, invocando al Espíritu Santo, y pronunció aquel «No tengáis miedo, abrid las puertas a Cristo». «Inolvidable», confirman Jerzy Uklanski y Wilhelm Maciejowski, que entonces no habían nacido pero, como tantos analistas polacos, lo consideran el comienzo de la revolución del sindicato Solidaridad.

La Divina Misericordia

«Este beato es el de los obreros y el de los jóvenes», resaltan en Lagiewniki (a 10 kilómetros de la valiente siderurgia de Solidaridad) Martina Rubik (22) y Justyna Sasnal (23); habrían ido a Roma, «pero somos estudiantes…», concretamente de Biología en Cracovia. Entre cien mil y ciento veinte mil personas han acudido, en el esperado pero lluvioso día, a este santuario, cercano a la vieja capital polaca, entre ellos toda la familia de Jacek y Petra Skrzek, venidos con visible esfuerzo desde Lublin, en el deprimido sureste, junto a Bielorrusia. Y ya han visto la que se considera primera reliquia del nuevo beato —una gota de su sangre, en un frasquito de cristal—, que ha presidido la misa en Lagiewniki. En este santuario, el joven Wojtyla se refugiaba a rezar camino de la fábrica, durante la ocupación nazi, y lleva el nombre de la Divina Misericordia, la fiesta que él instituyó.


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