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Sudar en público, mon amour.

Publicado el 08 julio 2010 por Francissco

Sudar en público, mon amour.En esta época veraniega, nuestros cuerpos activan un magnífico mecanismo evolutivo de refrigeración a base de agua, la cual, saliendo por los poros que tenemos por toda nuestra geografía personal, empapa esos nosecuantos metros cuadrados que tenemos por piel.
Inevitablemente y después de ello, la temperatura corporal disminuye, al tiempo que eliminamos más sales que un salero con la tapita rota.

Pero el enfriamiento, aunque biológicamente necesario, representa el principio del fin de nuestra adecuación estética ante los ojos y las narices ajenas. Para nuestra verguenza social,  el agua eliminada permanece testaruda sobre nuestra piel, debido a las, ejem, impurezas presentes en ella.
La cantidad de las mismas suele ser directamente proporcional al tiempo que llevamos sin visitar las modernas instalaciones de baño de las que disponemos en nuestra civilización.

Cuando dicho lapso de tiempo sobrepasa límites razonables, resulta fácil percibirlo mediante las fuertes señales olfativas que emiten los portadores, sorprendentemente y al parecer, hidrófobos. La sorpresa se explica por la nula necesidad existente en nuestros tiempos de emplear arena, piedras o lija, para así poder escardar y limpiar las epidermis mancilladas.

Por el contrario y para el  oprobio de los  refractarios, la moderna industria fabrica cientos de geles y champúes capaces de lavar bien,  al tiempo que dejan nuestro Ph más inmaculado que una patena.

Es por lo que en estos días, los transportes públicos constituyen, más que en ninguna otra época, un muestrario de características casi zoológicas. El Metro de mi ciudad, en horas punta, exhibe una cantidad alarmante de axilas asesinas, todas ellas al final de un brazo sujeto a la barra. Suelen las mismas mostrar una inmensa mancha líquida, que hace que la sobaquera semeje un lodazal. El mismo ya nos indica que su dueñ@, o bien está felizmente constipado y no huele nada o, por contra, pertenece a alguna religión reacia al agua.

Cierto inglés gualtrapas soltó algo así como que, en verdad, nada nos separa a latinos y anglosajones, nada salvo quizás el jabón. De los ingleses no sé, pero de los árabes amantes de las abluciones…aún recuerdo la verguenza que pasé en un baño turco de Nevsehir (creo) cuando  -a pesar de bajar teóricamente duchadito del hotel-  me sacaron más de una “capita” sobrante a base de frotar y frotar. Imagino que estarían acostumbrados los empleados. “Infiel guarro y asqueroso” puede que pensara el tipo.

Empleemos la bendita agua, repongamos electrolitos y perfumémonos, criaturas, que la cercanía puede ser fuente de seducción cuando las pieles están felices.

Un saludito sudoroso (pero recién limpito, no penséis)


Sudar en público, mon amour.

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