Revista Cine

Suite francesa

Publicado el 08 junio 2015 por Pablito

Suite francesa (Saul Dibb, 2014) es una película que lo tenía todo para ser un espectáculo poderoso y un romance épico perdurable pero que, por la desgana con la que parece estar rodada, no pasa de ser un triste telefilm de sobremesa. Un telefilm, eso sí, envuelto en una elegante factura para que parezca mucho más interesante de lo que es. ¿Cuál es el motivo de tamaño desatino? A la evidente falta de interés o talento del director por trasladar la gran novela autobiográfica de Irène Némirowsky a la gran pantalla, se suma una puesta en escena más fría que el hielo y una realización tan plana como monótona; aspectos que, junto a un guión que no arriesga lo más mínimo, convierten el visionado de esta película en una experiencia soporífera. Pierdo la cuenta de las veces que me remuevo en la butaca o que consulto el reloj en esta obra que consigue aburrirme hasta la extenuación con sólo sus 5 primeros minutos. Un comienzo caótico que, en efecto, hace presagiar que lo peor está por venir: las sospechas de absoluta falta de ritmo, de emoción, de pasión y de todo lo que haga al espectador implicarse lo más mínimo con una historia se van confirmando conforme se va consumiendo el metraje. 

Suite Française Michelle Williams

Esta coproducción entre Reino Unido, Francia y Canadá se traslada a los años 40 para narrarnos el peligroso romance que vive una campesina francesa (Michelle Williams) con un soldado oficial alemán con el que se ve obligada a convivir en plena ocupación del ejército nazi en Francia. Una historia que podría haber tenido su interés si el director se hubiese dedicado a explotar, por un lado, el terrible telón de fondo de la historia -aquí solucionado con una aceptable escena de bombardeos, y poco más- y, principalmente, la historia de amor principal. Es alarmante la torpeza de Dibb por imprimir un mínimo de garra a un romance al que le falta chispa por un tubo, además de verse lastrado por la absoluta falta de química entre los protagonistas. Escenas como la del baile furtivo en el salón son notas aisladas, bien resueltas, en medio de una narración en la que sus responsables hacen todo lo posible para que no entres en ningún momento, para que no te veas implicado en lo que te están contando, que por momentos tampoco se sabe muy bien qué es. Al final sales del cine de la misma forma de la que has entrado. Ni frío ni calor. Más bien frío.

La lista de defectos de la película no se queda ahí: además del total desaprovechamiento y mal uso de la banda sonora para hacer aflorar unas emociones que las imágenes por sí solas no pueden, no debemos pasar por alto unos personajes planos y esquemáticos hasta la extenuación, definidos todos ellos con un par de brochazos. Ni siquiera el rol de la malvada madrastra encarnada por la gran Kristin Scott Thomas -injustamente desaprovechada- demuestra tener la autoridad ni el interés dramático suficiente que la historia pide a gritos Exenta por completo de personalidad, Suite francesa se limita a seguir paso a paso el esquema de producciones similares sin aportar ningún rasgo diferenciador, sin más vocación que la de engrosar esa lista a donde van a parar las películas de las que nadie habla de ellas al año siguiente de haberlas estrenado. La culpa es de un Dibb por venderse al academicismo más simple, descuidando lo más importante de una película: el guión. Un guión  debe de tener alma. Y lo único que tiene el de Suite Francesa es aburrimiento.

Suite-française-2014

Es preocupante que lo más interesante de Suite Francesa sean sus títulos de crédito finales, momento en el que descubres la sorprendente historia real que hay detrás de la autora de la novela, asesinada en los campos de concentración de Auschwitz; una escritora que se merecía, sin duda, algo mejor que esta pobre, insulsa y falsamente aseada película que navega a la deriva desde el primer minuto. Si le quitas el acabado brillante de la puesta en escena y una Williams descomunal, capaz de transmitir con sus rasgos y su mirada lo que Dibb no es capaz tras la cámara, el resultado es un espectáculo del que cualquier amante de las buenas historias debe huir como de la peste. 


Suite francesa

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