Revista Vino
El Teide soñó un día que quería ser el Etna. Flor de manzanilla. Pedernal. Sapidez y madurez. En el corazón del volcán dormido: fuego antiguo y humedad latente. Aromas a tierra y a grava, a basalto y a magma. Perturba la intensidad susurrante de este vino. Sequedad y poder. El Teide soñó un día que quería ser el Etna pero pronto cayó en la cuenta de que no le hacía falta: ¡poesía otros poderes!...mayor concentración, mayor competencia, menor memoria y raíces echadas en la conciencia del volcán y no en una tradición de miles de años. Retama. Pan prieto, pan antiguo: levaduras en pan de kamut y de centeno. Pan ácido, pan con sal. (A ratos, casi parece un vino hecho por Pierre Overnoy cuando era más joven). Posgusto exquisito y amargo, largo, intenso pero con volares de elfo: corre con ligereza y precisión. Zumo de pomelo. Yesca y pedernal infinitos, siempre ahí. Vino de tierra profunda, vino de raíces, vino sin concesiones. Vino de una tierra, no de unas u otras uvas. Vino de una sensibilidad. Táganan blanco 2013: el sueño de un volcán que está despertando y se está convirtiendo en realidad. Un vino a un precio ridículo para lo que es, para lo que representa: ni más ni menos que el despertar de la conciencia de personas y cepas junto al volcán...