Revista Cine
No es ninguna casualidad la coincidencia en el año 1967 entre la película cuyos títulos iniciales podemos revisar tranquilamente en este Vídeo y la saga a la que intentaba pertenecer el film que nos ocupó anteriormente en esta misma mini sección.
La figura del espía solitario con una cierta tendencia a resolver los problemas a su modo y manera tuvo presencia en las pantallas de los sesenta y setenta del siglo pasado bajo la apariencia de diferentes individuos y la imitación de Bond se ampliaba en el deseo de crear una saga productora de pingües beneficios.
Harry Palmer, incorporado por un joven Michael Caine, casi desapareció en esta su tercera aventura (Caine todavía encontró a Palmer en dos ocasiones más, en la década de los noventa) seguramente por verse la trama aquejada de un exceso de tecnología: ése cerebro de un millón de dólares es un cerebro electrónico, un carísimo ordenador que, para los más jóvenes, puede aparentar ciencia ficción, pero que, en realidad, con su escasa capacidad (entre 1,4 y 12 kilobytes de memoria) y sus miles de tarjetas perforadas, popularizó en nuestro país el contrato de leasing, pero eso ya son temas extra cinematográficos que no vienen a cuento.
Si ya se ha visto el Vídeo, vuélvase a ver y piénsese que las imágenes son lo más parecido a la realidad de la época.
Los títulos, sin ser nada del otro mundo, sirven al ojo avezado a darse cuenta inmediatamente de la fecha del rodaje, con unos tics muy característicos, curiosamente heredados de la televisión. Y por supuesto, realizados a mano: con 16k ya me dirán....
La película, como todas las de la saga de Harry Palmer, se deja ver...