Revista Coaching

¿Tengo que cambiar?

Por Valedeoro @valedeoro

Un poco de desorden © Sergio

Hace poco una lectora me mandó un email con una pregunta muy interesante: ¿Cómo puedes distinguir cuando un cambio es necesario respeto a cuando te lo estás planteando por pura comodidad? ¿Cómo distinguir lo bueno de lo fácil? Ella se había comprometido con estudiar dos carreras diferentes para seguir su carrera y su pasión. Pero a causa del estrés surgido de dos carreras igualmente exigentes, lo que antes era un hobby, se volvió obligación y después una carga. ¿Qué alternativa tiene? ¿Cómo dejar un proyecto que una vez te apasionó, pero ya no sabes si te gusta? ¿Y como explicarlo a tu entorno?

Hay dos cosas que nos influyen a la hora de decidir entre seguir y dejar una actividad. La evaluación propia y la justificación social.

La dimensión personal: ¿Vale la pena para mí?

En el fondo la respuesta a esta pregunta generalmente no es muy difícil y aunque no te atreves a decirlo en voz alta, es muy probable que sabes si te gusta algo o no. Hay tres razones que te hacen seguir con una actividad:

  1. La actividad te encanta. En este caso normalmente ni siquiera se plantea la cuestión sobre seguir o no.
  2. La actividad te acerca a una meta que te encanta. Aunque la actividad no te guste, puede que sea un paso importante en tu camino. Quizás en tus estudios hay asignaturas que te aburren. Pero como sabes que necesitarás aprobarlas para conseguir el título, entonces estudiarás de todas formas.
  3. No quieres vivir con las consecuencias que implica no seguir con la actividad. En este caso la actividad se presenta como un mal menor. Si no te gusta tu trabajo y tienes una hipoteca, entonces es probable que sigas con el trabajo, porque no quieres vivir con la consecuencia de tener que vender la casa.

Este último punto muchas veces está conectado con la dimensión social, ya que una de las consecuencias es la aprobación o desaprobación de nuestro entorno.

La dimensión social: ¿Qué dirán de mí?

En algunos casos sabes que si dejas alguna actividad, entonces te confrontarás con muchas reacciones de colegas, vecinos, y familiares. Hasta algo tan trivial como dejar de tocar un instrumento incentivó medio mundo a criticarme. Si tu decisión se refiere a cambiar de carrera, coger un año sabático, mudarte de casa, o renunciar a un encargo de voluntariado, entonces multiplica el número de personas que quiere juzgarte. Estas reacciones pueden ser parte de las consecuencias no deseadas.

Hay dos maneras de confrontarlo:

1) Estás tan segura que no quieres seguir, que te da igual…

En el caso de vender mi chelo opté por la primera opción, también porque era una manera de hablar con las personas sobre minimalismo y la importancia de hacer las cosas porque te gustan y no porque no puedes parar. Era una forma de reafirmar, que era mi tiempo, mi espacio, y mi tiempo libre que invertía en tocar, entonces también debería ser mi responsabilidad de decidir si seguir o no.

2) … o te inventas una justificación socialmente aceptada.

Cuando decidimos venir a España no teníamos trabajo, ni conocíamos a nadie. Solo sabíamos que después de las experiencias difíciles en Alemania queríamos intentarlo en otro país Europeo antes de decidirnos si volveríamos definitivamente a Brasil. Pero oficialmente fuimos para que yo pueda terminar mi tesis de maestría sobre innovación en Catalunya. No dije a casi nadie que yo había diseñado el tema para que pudiéramos mudarnos. La tesis fue un gran éxito, quizás también porque tuve que justificar ante mi misma la mudanza.

A primera vista parece más honesto que la gente te dé igual y que hagas lo que a ti te hace feliz sin más. Pero definitivamente es más fácil, y más considerado, si tienes una justificación con la cuál tranquilizar a tu familia y a tus amigos (y de vez en cuando a ti mismo). Y quién sabe, por la justificación se te abrirán más puertas.

¿Alguna vez tuviste que justificar el cese de alguna actividad?


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