La obra dirigida y escrita por el cineasta canadiense Gabriel Carrer (Kill), nos presenta una historia de venganza que prometía mucho. Samantha es una policía que quedó parapléjica en una operación contra una banda criminal. Atormentado por este hecho, Bruce, su marido, acaba tomando el sendero de un justiciero urbano, respondiendo al crimen con una violencia desaforada.
Todo el énfasis que despertaba The Demolisher entre el público, se desvanece en los primeros 15 minutos de película. Con una patética puesta en escena, la poca originalidad de sus diálogos y la carencia de éstos que se extiende durante su básico guión. Además, del abusivo uso de cámara lenta totalmente injustificado en la mayoría de escenas. La obsesión por este recurso llega a superar en cantidad a Zack Snyder (300).
Desde un principio nos deja entrever que la cosa no va bien, pero ingenuos espectadores que somos, le seguimos dando el beneficio de la duda durante un rato más. Pensando aquello de...‘a ver si mejora’, pero no.
Pelea con la basura
Cada minuto que pasa, empeora más, situaciones absurdas a raudales. Las casualidades y el objetivo de venganza por parte del protagonista, son totalmente irracionales. Por no hablar de la estúpida confusión, que deriva en una persecución que dura dos tercios de la película, intentando recuperar el colgante con el anillo, daban ganas de gritar ¡tiralo ya, Frodo!En el fondo, la mejor parte es la de la persecución, nos brinda dos de las escenas más ‘brillantes’ de toda la película; la pelea con la basura y la del técnico del cable, ésta última sin venir a cuento en la trama.
Tontería extensa
Su director extiende la tontería de tal manera, que hasta Rampage de Uwe Boll es mejor. Es entonces cuando vemos claramente que el conjunto no levanta cabeza, y empezamos a tomarnos la película como una estúpida broma, en la que nuestros ojos no dan crédito, nunca una película tan mala me había hecho reír tanto.En aspectos técnicos se podrían salvar de la hoguera, el montaje y la fotografía, decentes, pero no excusan al resto de despropósitos visuales y argumentales, en un film que de todas todas es decepcionante.
La interpretación sobreactuada de Ry Barret (Neverlost) no es creíble y sus reacciones son de lo más variopintas y absurdas. Por no hablar de esos primeros planos con cara de mala hostia, que no provoca ninguna sensación de temor, es de risa.
Y Tianna Nori (Clean Break) que subió a presentar la película entre risas histéricas, imposibilita el ejercicio dramático en el contexto de la historia, que parece ofrecer un discurso sobre la incomunicación de pareja.
La escena de [spoiler] ‘me caigo al suelo y como no estás aquí para ayudarme me pongo el uniforme de policía y te espero sentada en el sofá, [spoiler], es de lo más tonto que he visto jamás.
Y el personaje interpretado por Jessica Vano (Berkshire County) es introducida como narradora, pero se ve implicada en la venganza de la manera más inverosímil posible. Y en el desenlace nos alecciona con un mensaje final de superación, que está muy bien y ‘bla, bla, bla’. Pero en él, se omite la prometida demolición, no puedes llamar a una película El demoledor, cuando intentas hacer una película con mensaje final que incita a lo contrario, el público espera carnaza, y aquí no se ofrece.
Por último comentar la banda sonora compuesta por un desconocido Glen Nicholls con el tema Darker Days, claramente influenciado por la música electrónica de Daft Punk.Y de temas sueltos de otros artistas como La Garçonne y su tema Super Hero o Hawkeyes y su tema The Howling Damned, entre otros temas, interesantes, pero que no encajan del todo en la propuesta final.
Un film con un atractivo título que únicamente sirve de reclamo. El espectador busca demolición y lo único que acaba demolido aquí, es su propia paciencia.