La consecuencia inmediata era, lógicamente, el mal olor proveniente del río; pero éste era un mal menor comparado con el verdadero problema: el Támesis era un transmisor de cólera y tifus y la gran mayoría de londinenses bebían agua del río.
Se venía haciendo necesaria la construcción de un sistema de cloacas para solventar este problema de salud pública. Algunos, sin embargo y por increíble que parezca, se oponían negándose a que el gobierno se encargase de esta magna obra. La revista The Economist llegó a decir que
Pero en el caluroso verano de 1858 el olor era tan insoportable que incluso tuvieron que suspenderse las sesiones del Parlamento. Se conoció como El Gran Hedor (The Great Stink). El hecho de que las clases pudientes también se viesen afectadas agilizó la aprobación del sistema de cloacas y bombas para llevar las aguas fecales fuera de la ciudad. El ingeniero principal encargado de este sistema de cloacas fue Sir Joseph Bazalguette.“el sufrimiento y el dolor están en la naturaleza humana: no podemos deshacernos de ellos".
Este sistema fue inaugurado en 1865 por el Príncipe de Gales y mejoró la calidad de vida considerablemente (se estima que la esperanza de vida de los londinenses aumentó en 20 años), y las epidemias de tifus y cólera desaparecieron de la ciudad.
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